• Se pensaba que sólo afectaban los nocauts. No se trata de satanizar un deporte, sino de aumentar medidas preventivas, indica Jorge Guzmán
El boxeo elevó la violencia a una forma de arte.
Esta premisa llevó al periodista estadunidense Pete Hamill, antes un entusiasta
de este deporte, a rechazar un oficio cuya amenaza permanente es el daño
cerebral. En un célebre ensayo, el también escritor argumenta contra la
brutalidad de ciertas formas de ritualización de la violencia, como el
futbol americano, el hockey y en particular el pugilismo.
No se trata de satanizar un
deporte, aclara Jorge Alberto Guzmán Cortés, doctor en neurociencias de la
conducta e investigador de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, cuyo
estudio sobre los efectos neurológicos en el boxeo amateur pronto serán
publicados.
La evidencia demuestra una
relación entre la práctica del boxeo profesional y alteraciones neurológicas,
explica el investigador; tanto daño en la estructura y tejido cerebral,
como en procesos cognitivos como la memoria y el lenguaje, entre otras.
Esta evidencia es más
abundante en el boxeo profesional. Incluso en el pasado se hablaba
de demencia pugilística, un término hoy en desuso; ahora sustituido por
encefalopatía traumática crónica, un padecimiento consecuencia de la
acumulación de golpes, que se presenta no sólo en boxeadores, sino también en
jugadores de futbol americano y hockey.
La creencia antigua de que los
golpes violentos del nocaut eran los que provocaban más daño cerebral ya no es
firme, agrega el doctor Guzmán; sabemos que es la acumulación de golpes,
constante y por tiempo prolongado, lo que ocasiona este daño.
En el estudio realizado por el
doctor Guzmán en boxeadores amateurs reconocieron algunos patrones de
alteraciones relacionadas con las funciones neuronales. No como una patología,
aclara, sino indicios que pueden manifestarse con mayor severidad en el futuro.
Encontramos dos funciones con
diferencias mínimas, pero que ya registraban cambios, expone el
investigador; una era el control inhibitorio, la capacidad de frenar
respuestas impulsivas, y la otra en la toma de decisiones de riesgo, esas donde
la gente evalúa y actúa con precaución, pero cuando está alterada esta función
no se mide y se ejecutan acciones sin ese cálculo.
Uno de los casos más
dramáticos relacionados con la encefalopatía traumática crónica fue la del
jugador de NFL Aaron Hernandez, quien se suicidó en la cárcel, donde cumplía
cadena perpetua por el asesinato de un amigo. Poco después surgió la hipótesis
de que su comportamiento criminal pudo estar relacionado con ese padecimiento
que le provocaron años de golpes que afectaron tanto su cerebro como sus
funciones cognitivas.
El boxeo no es una sentencia
de muerte, advierte el investigador; pero esta evidencia puede servir para
disminuir los daños neurológicos y aumentar las medidas preventivas de los
deportistas.
El especialista describe una
serie de prácticas que pueden limitarse para evitar este daño. Desde luego, no
permitir combates en menores de edad donde se golpee la cabeza. El uso de la
careta, un dispositivo cuya seguridad se discute, pero que puede contribuir a
la protección y sobre todo capacitar a los entrenadores sobre las lesiones.
Tienen que aprender a
reconocer algunas señales de riesgo, indica Guzmán Cortés; “hay conmociones en
las que el deportista puede estar aparentemente bien, pero que debe atenderse.
“También poner atención en el
trabajo del sparring, porque aunque se trata de un entrenamiento, reciben
golpes y, como se sabe hoy, es la acumulación de impactos en la cabeza a largo
plazo lo que repercute en el daño neurológico.”