• El escritor narra la historia de un niño tartamudo que quiere ser escritor y aprende a sortear el bullying
CIUDAD DE MÉXICO.
El escritor Jordi Sierra i Fabra (Barcelona, 1947)
era un niño tartamudo que gran parte de su vida padeció bullying en la escuela.
Pero mantuvo a flote un sueño: ser escritor y ser famoso. Esa idea le permitió
sobrevivir y muchos años después construiría una novela en torno a un niño
tartamudo que creó un club de niños raros para hacer frente a las injusticias.
En mi tiempo, aquel matón de la clase era mayor que
yo y aunque me golpeaba, imaginaba que dentro de unos años yo sería famoso y
escribiría novelas, mientras él seguiría siendo un idiota, porque el que es violento
de niño, lo será de mayor”, recuerda el autor que publica El club de los raros
se va de vacaciones.
Sí, yo era tartamudo y mi padre me decía que éramos
pobres y que yo nunca podría trabajar en algo que diera la cara al público.
Pero el día que aquello dejó de importarme, pude superarlo y dejé de ser
tartamudo. Lo cierto es que en el mundo hay gente que es idiota y no lo sabe,
pero yo era tartamudo y sí lo sabía, y eso era una ventaja, afirma el también
autor de El último set, Una bolsa de patatas fritas en la polinesia y La
princesa y el pez rey.
A partir de aquel momento, empecé a reírme de mí
mismo y me di cuenta que, cuando uno lo hace, es posible desarmar al chico
matón de la clase. Sí, yo era tartamudo, pero llegué a ser locutor de radio. Así
que el mundo necesita más clubes con niños y personas raras”, dice a
Excélsior.
El origen de El club de los raros surgió hace cinco
años, cuando el autor recibió el IX Premio Iberoamericano de Literatura
Infantil y Juvenil en la FIL de Guadalajara.
Aquel día que lo recibí, mi
editora mexicana me preguntó si aún no había hecho un libro sobre mí mismo
cuando era un niño tartamudo. Y pensé que era verdad, que nunca había contado
esa parte de mi infancia y ahí nació El club de los raros. Pero luego, en plena
pandemia, escribí El club de los raros se va de vacaciones, que es el segundo y
ahora aparece en México”, comenta.
¿Este libro muestra que los seres
humanos se agrupan para sobrevivir? “Claro y es importante, porque yo estaba
solo cuando me pegaban en el colegio. No tenía a nadie. Y me tuve que tragar
todo, pero hoy en día la unión hace la fuerza. En el primer libro, Hugo (el
tartamudo) se encuentra con Bernabé (quien es disléxico, como mi hija), y ambos
se alían para enfrentar al matón de la clase. Pero al juntarse, se percataron
de que en la clase había más gente rara o que se sentía rara, como el chico
gordito, el miope, la pecosa, el orejón y poco a poco todos formaron parte del
club de los raros”.
¿Hay personajes más complejos en
esta segunda parte? “En este libro, Hugo y Bernabé se van de vacaciones, pero
encuentran a una chica guapa que va a las fiestas, quien al final confiesa que
también se siente rara porque, como es guapa, tiene que ejercer ese papel que
su madre le ha impuesto y eso también es una rareza”.
Jordi Sierra i Fabra también
habla sobre la pandemia y reconoce que le ha afectado la falta de movilidad,
dado que es un autor que viaja en beneficio de su literatura.
El año pasado crucé el Atlántico
seis veces, visité México, Colombia, Argentina, República Dominicana y, de
pronto, nada. Para mí viajar es importante, porque me ayuda a pensar, así que
ha sido un cambio de vida radical y esperemos que pase el próximo año pronto”.
¿De qué alimenta su imaginación
en la pandemia? “Me alimento de lo que dicen los periódicos y con lo que se me
ocurre. Este libro lo escribí en los primeros días de la pandemia, es decir,
cuando me quedé en casa, encerrado”.
¿Ha imaginado un mundo distópico?
“No, pero en el fondo nos adaptaríamos. El ser humano, con tal respirar, vivir
y sentir que el corazón le late, en el fondo, si está vivo, haría lo necesario.
No quiero ni pensarlo, aunque dudo que nos fundiéramos en la miseria o nos
suicidáramos colectivamente, porque hay algo en el ser humano que nos impulsa a
seguir. Somos más fuertes de lo que pensamos. Bueno, tú eres mexicano, tío, y
siempre tienen terremotos en México”.
¿Considera que la tecnología ha
empeorado el bullying? “Hoy el bullying es peor. Cuando yo iba a la escuela
sabía que eso duraría unas horas, pero me iba a casa y me desconectaba. Ahora,
no sólo es en la escuela, porque al salir tienes el móvil en la mano y te
machacan con internet. Por desgracia, los niños también son crueles, en
particular ese niño que aún no se ha pulido, que no tiene cultura y que no
diferencia entre una broma y un daño emocional. De ahí que un niño
influenciable, en lugar de protestar e impedir que el matón de la clase
machaque a otro, le aplaude y ríe. Sin embargo, la cultura le permitirá superar
todo esto”.
¿Faltan más clubes para raros?
“Estoy de acuerdo. Uno piensa que los niños se sienten raros por ser miopes y
tener pecas, estar gorditos o bajitas, pero no siempre es así. En una escuela
de Italia descubrí que un niño tenía un pulmón, otro era diabético y otro más
tenía dos pies tan planos que no podía andar. Así que hay muchas cosas que te
hacen la vida imposible y si no luchas contra eso cuando eres niño, los demás
se ríen de ti y se convierte en un problema”.
¿El mensaje final es que todos
deberíamos reconocer nuestras rarezas? “Estoy de acuerdo y a los adultos les
digo que piensen en cómo eran de niños. Porque la niñez, en el fondo, es un
reflejo de cómo seremos de mayores. La gente puede aprender, evolucionar,
madurar, pero muchos están repitiendo, sin darse cuenta, lo que hacían en la
infancia. Por eso es importante apoyar a los niños para enfrentar miedos y
fantasmas, porque de mayores repetiremos esos roles”, concluye.