• El caudillo mostró gran interés en la historia y fue un padre amoroso, pendiente del bienestar de sus hijas
CIUDAD DE MÉXICO.
“No
existen registros gráficos con la sonrisa de Venustiano Carranza. Sin embargo,
con la lectura de su correspondencia personal aparece una figura poco conocida:
un padre amoroso, protector y preocupado por sus hijas, un padre responsable
que, pese a no estar con ellas, sigue pendiente y preocupado por su salud y sus
ocupaciones, afirma el historiador Felipe Ávila, autor de Carranza. El constructor del
Estado mexicano.
En este mismo libro se revela a
un Carranza que nunca llegó a ser un hacendado, aunque fue el hijo de una
sociedad fronteriza en una región árida, quien se mantuvo interesado en la
historia y que estuvo inspirado por la figura de Benito Juárez, como revela su
correspondencia íntima y con los políticos de la época.
“Venustiano Carranza fue
conocedor, amante y apasionado de la historia de México. Siempre la tuvo como
referente y guía que lo orientó y le permitió tener fortaleza para superar esas
experiencias y, en particular, fue un gran admirador de Benito Juárez y la
época de Reforma, a quien siempre tomó como ejemplo”, explica Ávila.
Aunado a esto, “en el libro hice
un intento por entenderlo y por reflejarlo con su propia voz, así que hay
muchos testimonios directos, como la correspondencia, sus entrevistas y
decretos y disposiciones, discursos, porque creo que es importante cuando se
está haciendo una biografía, tratar de escuchar su propia voz y que sea ésta la
que nos transmita las circunstancias del momento”, explica el autor.
“Digamos que aparece un Carranza
poco conocido, porque a pesar de que es un personaje del que existen miles de
fotografías –era un hombre al que le gustaba que lo fotografiaran–, era un
personaje al que se le conocen poco sus afectos, ya que era introvertido,
serio, adusto y alguien que prácticamente no sonreía”.
¿Era así en realidad?, se le
pregunta. “Por lo menos no hay testimonios gráficos de la sonrisa de Carranza,
aunque era un ser humano que tenía sus emociones y afectos y preocupaciones, lo
cual se refleja en las pocas cartas que se conocen y que les escribió a sus
hijas, donde aparece un ser humano cálido, amoroso, cariñoso, comprensivo y
preocupado”.
En una de las misivas de 1900, se
lee lo siguiente: “Hijita Virginia. Recibí tus cartas de 1 y 4 del actual. No
te contesté luego la primera, esperando la contestación a la que te escribí el
29 del mes pasado (…). Como no recibieron carta mía en 15 días, me dices que ya
las habré olvidado. No hijita, ¿cómo he de olvidarlas, si a ustedes es lo que
más quiero? Por lo que me dices, sé con gusto que siguen aprovechando en la
clase de pintura. Ojalá y logren aprender regular. Creo que en el piano
adelantarán más pronto…”.
Y en otra misiva de 1911, enviada
a Julia y Virginia se lee: “Ayer te mandé por correo una tarjeta de
felicitación que espero recibirás el día de tu cumpleaños (…). El regalo que tu
mamá y yo les hacemos para ese día a ti y a Virginia, pues el de ella también
está próximo, es un traje para cada una, que les mandaré a hacer aquí. Díganme
de qué colores los quieren (…). Díganme también si los quieren de seda, lana y
seda, en estos días les mandaré unos dulces de Celaya”.
Pero también se incluyen
fragmentos de su correspondencia con Bernardo Reyes, Francisco I. Madero,
Porfirio Díaz, Álvaro Obregón y Francisco Villa. Además, están los telegramas
donde se da la ruptura por la toma de Zacatecas en 1914, así como los documentos
públicos como jefe de la Revolución y del Estado mexicano”, abunda.
CARRANCEAR
Ávila también habla sobre el
origen del término carrancear y por qué ha perdurado en el imaginario
histórico.
“Cuando los ejércitos de la
Revolución ocupaban una plaza y derrotaban al enemigo, generalmente se permitía
el saqueo de esas poblaciones y varios de los generales constitucionalistas se
caracterizaron por ser algunos de los principales saqueadores, quienes no sólo
las toleraban, sino que las alentaban y permitían”, comenta.
“Por esa razón, los enemigos de
Carranza comenzaron a identificar a los ejércitos constitucionalistas como
saqueadores, como gente que abusaba de su poder y de su fuerza y que causaba
fuertes daños a la población civil y les dieron este apelativo de carrancear como
sinónimo de robar. Esto así se quedó en el imaginario popular desde esos
tiempos y fue sostenido y alentado por sus enemigos”, reconoce.
¿Qué tanto marcaron a Carranza
sus primeras derrotas en la política? “Las primeras incursiones de Carranza en
la política fueron derrotas. Participó en el pueblo donde nació e intentó
influir en los procesos electorales locales, pero estaban dominados por la
clase política porfirista y las familias de terratenientes y mineros”.
Sin embargo, luego de esas
experiencias tempranas, “Carranza no se detuvo ni abandonó la lucha por los
principios en los que él creía, sino que le sirvieron de acicate y redobló
esfuerzos para comprender cómo funcionaba el sistema político. Ahí se dio
cuenta de que para tener éxito en la política local necesitaba de aliados
externos y el apoyo de los personajes centrales de la política nacional”.
Esto lo llevó a acercarse y a
formar parte del grupo político de Bernardo Reyes y así consiguió ser
presidente municipal de Cuatro Ciénegas, diputado local, senador y compitió por
la gubernatura de Coahuila.
“Pero cuando notó que el reyismo
se agotó, tuvo la capacidad de cambiar de bando y afiliarse al maderismo
antirreeleccionista, con lo cual empezó la segunda etapa de Carranza, donde fue
uno de los principales líderes de la revolución maderista”, aunque siempre
mantuvo sus diferencias con él, debido a su pasado reyista”, concluye.