La Paz, Baja California Sur. Mientras se daba el arranque de “El Buen Fin” en el centro de la ciudad, a la vuelta de la esquina el panorama no era festivo, los anaqueles vacíos, los signos de “se renta” y el desánimo general permeaba entre los comerciantes de la vieja “zona dorada” de la capital del estado, la debacle comercial del centro de La Paz no dejaba de avanzar.

Con tenso optimismo, el líder de la Cámara Nacional de Comercios Servicios y Turismo (Canaco) en La Paz, Alonso Gutiérrez Martínez, daba el banderazo de salida del “El Buen Fin” en lunes, mientras los negocios tradicionales de La Paz, con timidez apenas abrían sus puertas a las 10 de la mañana.

“Con el simple hecho de darse un vuelta por el centro comercial y turístico de la ciudad se puede ver que varios negocios siguen cerrados o han tenido que cerrar definitivamente”, lamentó el líder empresarial, cuestionado por los medios de comunicación.

El impacto fue incalculable, “no traigo el número exacto”, lamentó el hombre de negocios que encabeza la Canaco, cámara que agrupa a la mayoría de los negocios en el centro de La Paz. Sin embargo, sí confirmó que “la tendencia es que siguen cerrando negocios”.

Interesado en promover la tendencia nacional: “El Buen Fin” es una estrategia que invita a los clientes a gastar generalmente en la compra de “blancos” y artículos de importación, cuyas ofertas se localizan principalmente en las grandes tiendas de autoservicio.

Inversiones importante en la remodelación de espacios en el centro de La Paz, como el Jardín Velasco, o el propio malecón costero, o la destrucción de escuelas para generar espacios de estacionamiento, no han ayudado a salvar al centro de su debacle, todos los días hay un nuevo signo de “se renta”, un nuevo espacio vaciado.

“No alcanzó ni para la renta, los aguinaldos van a ser mi final”, confesó una de las dueñas de las “tiendas chinas”, en el andador comercial, a metros de “La Perla”, donde se daba el banderazo de “El Buen Fin”.

Una arrendadora de una de las primeras manzanas del centro dijo que tiene la mitad de sus locales vacantes.

“Les condoné la renta durante el cierre (semáforo rojo), pero cuando abrimos de nuevo muchos ya no podían con el gasto”, confesó la mujer de una vieja familia de la capital del estado que pidió no dar a conocer su nombre, porque “me van a asociar a un político de aquí, aunque él no tiene nada que ver conmigo”.

La señora Margarita dijo que cada local lo rentaba “en 900 dólares”, pero ahora está pensando que tal vez deba disminuir su tarifa: “nadie quiere venirse al centro”.

Otros no pierden la esperanza: “tengo 10 años aquí”, dijo don Geovani, el bolero de la calle Degollado y Revolución. “No me ha dado el Covid, y aquí andamos en el mero centro. Si usted viera las cosas que me ha tocado ver. No nos vamos a ir de aquí. A lo mejor no hay dinero para lujos, pero la gente siempre va a tener zapatos”, expresó el resiliente lustrador de zapatos, en cuyo local, orgulloso, se lee: “Dios nunca muere”.