• Coaligados • Tiempos de Unidad
Si las dirigencias priistas
sudcalifornianas piensan realmente con inteligencia, deberán llegar a la
conclusión que los inobjetables triunfos que se obtuvieron recientemente en
Hidalgo y Coahuila, de ninguna manera les recomiendan que echen las campanas al
vuelo. Y mucho menos que se avienten la cola al hombro para esperar sentados
las mieles del triunfo que pudiera traerles el 2021.
Por el contrario, habrán de
llegar a la conclusión de que son tiempos de mayor responsabilidad, y que ha
llegado el momento de proclamar ya no tanto unidad, sino concordancia, para
llegar fortalecidos al 6 de junio, y para ello deberán hacer un alto en el
camino a fin de reflexionar sobre lo que ha pasado y lo que vendrá.
Y no es para menos, cuando
esa coalición integrada aquí por el PAN, el PRI, el PRD, el PRS y el PH,
hasta el momento, no es propiamente una garantía de triunfo, Y para ello en lo
´particular les he de reiterar que de frente, tienen ante sí un monstruo
de mil cabezas llamado Morena, que de cualquier manera es su enemigo a vencer.
Y es que, muy a pesar de lo que
digan sus oponentes en su intento de minimizar los hechos, el triunfo,
--también inobjetable-- obtenido por Morena en Baja California Sur aquel
domingo 1 de julio de 2018, aún pesa en el ánimo de dirigentes y afiliados a
todos esos partidos, e inclusive, ese proceso sigue invadiendo el
ambiente de toda sudcaliforniana. Por lo cual –Morena--, hasta el momento no
deja de ser considerado un partido incuestionablemente duro, y muy
difícil de combatir.
Por tanto, para simpatizantes,
afiliados y sobre todo quienes ya fungieron como candidatos aquí en nuestro
estado de los tres Partidos nacionales que forman esa alianza, les ha llegado
el tiempo de dejar atrás revanchismos, roces, diferencias, inconformidades. Y
les ha llegado el momento de olvidar denuestos,
agravios, descréditos, injurias, afrentas. Y en el caso concreto de
aquellos que aspiran a la gubernatura, entre todos, deberán pronunciarse por
uno solo, que por consecuencia habrá de ser el candidato común.
De la misma manera, deben saber
que es momento de pensar que la verdadera batalla está por comenzar, sin
descartar que en esta contienda interna los oponentes han de estar y permanecer
afuera, y que por consiguiente al interior, --al menos entre ellos
mismos--, no debe haber ni vencedores ni vencidos.
Ahora bien, deben saber tanto los
dirigentes de partidos como los candidatos ---sean quienes sean-- , que el
pueblo aún está allí, de pie, firme, esperando la semilla del
progreso para sembrar en los surcos de la esperanza. Que el pueblo aún
está allí en espera de consuelo a sus dolencias, en espera de respuestas a sus
preguntas, y que aún sigue allí sosteniendo estoicamente el ataúd de
aquel ser querido que murió de inanición en la espera de un mañana mejor.
Vamos, en un intento de
esclarecer un poco mi comentario de hoy, he de recomendar que en el caso
de los aspirantes a la gubernatura, mucho antes de dar inicio a
esas campañas proselitistas que ya están provocando desencuentros entre algunos
de los afiliados panistas, lo mismo que de priistas y perredistas, deben
sentarse primero a dialogar serenamente, tomando en cuenta que todos y cada uno
de ellos creen ser los que tienen el derecho a la candidatura, y la
realidad es que no es así.
Luego entonces, sin que
sobre la mesa haya diferencias, disconformidades, reyertas, o
sentimientos encontrados, tanto Carlos Rochín Álvarez, del PAN, como
Gabriela Cisneros, del PRI, y Noé de la Rosa Escalante del
PRD, lo mismo que Jesús Montoya Turrillas, del PH, y Pilar Eduardo
Carballo Ruiz del PRS, deben sentarse a intercambiar impresiones, ya no tanto
sobre las estrategias a seguir desde ese bloque opositor, sino para que previamente
formalicen una carta compromiso tendiente a realizar una encuesta ciudadana con
respecto a quién será el candidato a la gubernatura. Porque quiérase o no, allí
está, y allí estará lo mayormente cuestionable para que esa alianza tenga
buen fin.
Claro que todo esto se debe hacer
con la anuencia y la firma de los cinco aspirantes, y ya una vez que se
hayan obtenido los resultados de esa encuesta previa, tanto Francisco Pelayo
Covarrubias, como Ricardo Barroso Agramont, Isidro Jordán Moyron, Isaías
González Cuevas, y Álvaro de la Peña Angulo, deben aceptar, por un lado
los acuerdos formalizados, y por otro lado aceptar la decisión de la
ciudadanía.
Así, una vez llenados estos
requisitos, entre todos, ya sean dirigentes de partidos y aspirantes, deberán
acuerpar a quien resulte candidato y otorgarle todo su apoyo. Porque de lo
contrario, al provocar desconciertos y rivalidades, estarán abonando al
divisionismo, lo que –por consecuencia- no es nada aconsejable, y
lo único que estarían haciendo es quitar escollos en el camino para
que transiten libremente los candidatos de enfrente. En este caso el candidato
de Morena.
Además, es del todo indiscutible
que si lo analizan inteligentemente, con actuaciones o decisiones erróneas,
estarán conduciendo irremediablemente a la alianza a la derrota. Lo que
por consiguiente, ninguno de ellos quiere.
En síntesis, tanto a los
dirigentes de los cinco partidos coaligados, lo mimo que a los cinco
aspirantes a la gubernatura, les ha llegado el momento de actuar con serenidad
y criterio, de pensar con la cabeza y no con las vísceras.
En pocas palabras, les ha llegado
el momento de actuar con mucha madurez y mucha civilidad.
Pero sobre todo, --repito--, con
profunda inteligencia.
Cuestión de tiempo.