• Otra vez el pueblo.
Como usted ya lo sabe mi estimado
lector, el proceso electoral federal, que es considerado como el más
grande y complejo de la historia de México, dio inicio formalmente el pasado 7
de septiembre, y en él se habrá de votar para renovar más de 21 mil
cargos de elección popular en todo el país.
Así es. Porque en estos comicios
de 2021 se elegirá nada más y nada menos que a 500 diputados federales, 15
gubernaturas, mil 063 diputados de 30 congresos locales, así como mil 926
ayuntamientos en 30 estados de la república, en donde por ende se ubicará
a Baja California Sur para elegir gobernador del estado, diputados locales en
16 distritos, dos diputados federales y cinco ayuntamientos.
Ahora bien, durante este proceso
tendrán derecho a participar los partidos: Movimiento de Regeneración Nacional
(Morena), Acción Nacional (PAN), Revolucionario Institucional (PRI), del
Trabajo (PT), Verde Ecologista de México (PVEM), Movimiento Ciudadano (MC) y
Encuentro Solidario (PES).
En esta ocasión, quise hacer esta
entrada informativa, para iniciar mi crítica de hoy, diciendo que a la par de
las próximas elecciones, los partidos y los candidatos ya se alistan para
nuevamente engrosar el mitin de los marginados, de los apestados, de los
jodidos. De aquellos seres a los que allá, en sus conversaciones coloquiales
con su risa franca y abierta los políticos llaman los muertos de hambre.
Que muy a pesar de lo que opinen
los políticos de nuevo cuño, ha llegado la hora de pasar lista de los
acarreados, como también de los muertos que no pueden descansar en paz porque
los obligan a votar.
Que ha llegado la hora de quienes
les tocó en suerte sobrevivir en la marginación y en el olvido justamente hasta
que se hace presente un nuevo proceso electoral como es el caso y que es cuando
se acuerdan de ellos.
Que ha llegado la hora de
aquellos hombres y mujeres que aun en contra de su voluntad, se verán
obligados a escuchar los asfixiantes y fingidos discursos de la engañosa
perorata y de la demagogia.
Que ha llegado el momento
propicio para que con su rostro amable y pleno de ingenuidad, los
candidatos engaratusen a los desposeídos, muy a sabiendas de que la necesidad
obliga al pueblo a disputar las tortas de la esperanza y a matar el hambre con
las despensas rellenas de falsas promesas.
De hecho pues, se acerca la hora
para que de nueva cuenta preparen al pueblo para que se convierta en el actor
principal de la tragicomedia. Y por supuesto para que sea la carne de cañón y
el conejillo de indias con el que cada tres años sueñan los candidatos. Aunque
después, esos mismos candidatos, ya colocados en sus nuevos cargos,
sufran de amnesia y hasta leviten perdiendo el piso.
Llegan los tiempos de la ofensiva
danza del dinero, donde el pueblo se transforma en simple observador al ver
cómo irremediablemente los millones se van por los laberintos de la
hipocresía y la falsedad, y finalmente se pierden por las coladeras del
disimulo, el encubrimiento y la inmunidad.
Tiempos donde los pobres pueden
acudir una vez más a medio llenar su estómago con ese gran banquete
cubierto con los divinos manteles de la democracia. A esa comilona en donde
justamente el pueblo habrá de ser el plato fuerte y el postre, en medio
de eso que será el inolvidable bacanal para los triunfadores.
En síntesis, ha iniciado el
agasajo de los lobos y el sacrificio de las ovejas, donde el pueblo se apresta
para formarse una vez más en esa larga fila del engaño, de la
indiferencia y de la ignominia; tal como lo hacen los condenados al patíbulo.
Tiempos donde una vez, con
su astucia y sagacidad, pero con sutileza e hipocresía los candidatos alistarán
al pueblo para que se encargue de condecorar la fiesta electorera; a sabiendas
del valor que justamente tiene el pueblo en tiempos de elecciones.
Y allá llevarán al pueblo, como
el cordero al matadero, como el verdugo al condenado, y como si se tratara de
simples marionetas pendiendo de los hilos asidos a las grotescas manos de
los candidatos, mientras tanto, los de arriba que se autonombran
directivos de los partidos políticos se debaten en sonoras carcajadas al tiempo
que levantan sus copas de licor para brindar por sus anticipadas victorias.
¡Vamos! ¿Qué son unos cuántos
meses para que de nueva cuenta uniendo sus manos los candidatos transformen sus
rostros en puritanos, en hermanitas de la caridad… en santos? Y todo para
conseguir el triunfo.
¿Qué son unos cuantos meses para
que una vez más el amasiato y la fornicación de los partidos políticos, en esa
convivencia de hermanos coaligados, hagan efectiva la orgía del
disimulo... de la falsedad… del engaño.
¡Qué tanto falta para eso?
Cuestión de tiempo.