• Con su nueva novela, Línea de fuego, el autor explora desde la ficción el horror de la Guerra Civil Española y construye un retrato coral e íntimo
CIUDAD DE MÉXICO.
Una guerra civil es el horror enfrentado a otro
horror, afirma Arturo Pérez-Reverte (España, 1951) en Línea de fuego, su más reciente novela, en la que se sitúa,
por primera vez, en la trinchera de la Guerra Civil Española para
contar testimonios directos de familias que quedaron divididas o que sufrieron
las consecuencias de luchar entre republicanos y franquistas.
El libro, publicado por Alfaguara, llegará a México en dos semanas y ayer tuvo
su primera presentación en el Hotel Palace de Madrid, donde Pérez-Reverte habló
sobre los motivos que lo llevaron a plasmar el registro humano de una guerra
que empieza a perder la memoria.
¿Por qué después de 35 años como escritor decidió
tocar el tema de la Guerra Civil Española?, se le preguntó.
“Siempre evité el tema. Lo usé alguna vez como telón de fondo de alguna
historia, pero nunca de una forma directa. Pero hay cosas que ahora han
cambiado”.
Yo conocí a la gente que hizo la guerra civil
porque nací en 1951 y me la contaron de viva voz los que la habían hecho.
Mi padre, mi tío, mi abuelo, los amigos de mi padre, los primos, quienes
estuvieron en distintos bandos. Así que tenía un testimonio directo de los dos
bandos y tenía esa versión de primera mano”, expresó.
Esa gente que después de hacer la guerra no quería
hablar del tema. Después supe que era porque no querían contaminarnos de
rencor, dolor, sufrimiento y la amargura de lo que fue la guerra en los dos
bandos”, rememoró el autor, quien había referido el tema sólo de forma
tangencial en El tango de la guardia vieja y en
la serie Falcó.
Todos esos personajes, abundó, se han ido muriendo
y el testimonio real, humano y directo ha ido desapareciendo con ellos. Esto ha
ocasionado que en el ambiente sólo quede el discurso ideológico que, en los
tiempos actuales, es utilizado de una manera política.
Pero cuando sólo queda la ideología y desaparece el
testimonio humano, la idea se vuelve fácilmente manipulable, porque ya no está
el testigo directo para confrontarla”, expresó.
El también autor de Los perros duros no bailan y El francotirador paciente reconoció que la idea
central de la guerra civil es clara.
Había un bando legítimo que era la República y otro
ilegítimo que era el bando franquista. Nadie lo discute. Pero cuando acercas el
zoom a la gente, a la trinchera y no a la retaguardia, todo es diferente”.
Porque ahí hay gente que participó obligada, que
actuó por casualidad o por voluntad propia, otra más que quedó atrapada. “Y
aunque no cambia el plano general, también te das cuenta de que no es una
guerra de cuatro generales, cuatro curas y banqueros contra el pueblo español,
sino algo más complejo”.
¿Qué hacer para entenderlo?, se preguntó el propio
autor español. “Hay que acercarse a las personas que hicieron esa guerra, a
quienes lucharon en el frente y no en la retaguardia, en los cafés o haciendo
mítines, sino a la gente que estuvo luchando y que de verdad pagó el precio
caro, duro y terrible de esa guerra”.
Ellos son nuestros abuelos, tíos, padres… creo que
era oportuno (escribir) una novela, no un libro de historia. Hay que
resaltarlo: yo no soy un historiador, sino un novelista y tengo el derecho de
utilizar el material como quiero”.
E insistió: “No pretendo historiar, sino acercar
testimonios humanos, de una forma narrativa y literaria para que veamos
cómo fueron (los combatientes) y que recordemos que nuestros padres y abuelos
estuvieron ahí y cómo lo pasaron de mal”.
De acuerdo con el autor, Línea de fuego transcurre
en los 10 primeros días de la batalla del Ebro, considerada la última gran
ofensiva de la República y el inicio de su caída definitiva.
En esencia es un retrato coral
que muestra lo mejor y lo peor de cada bando, a partir de dos elementos de
ficción: la XI Brigada Mixta del ejército republicano, y el pueblo de
Castellets del Segre, donde jóvenes combatientes luchan hasta la extenuación.
Al final, la idea central de este
libro, abundó Pérez-Reverte, “es devolver la conexión con el testimonio humano y
así desideologizar no a la historia, sino a la gente que estuvo luchando,
porque no todo combatiente era franquista ni el otro era republicano, sino que
fue algo mucho más complejo”.