• La escritora uruguaya charla de su ópera prima 'Debimos ser felices', donde habla de mujeres de tres generaciones
CIUDAD DE MÉXICO.
Conocer
la historia de la familia es posible gracias a las memorias o recuerdos
contados por los padres y abuelos. Pero a esos ejercicios memoriosos, casi
siempre, les nacen mitos, emergen leyendas, comienza a tejerse y destejerse la
ficción. En Debimos
ser felices (Montacerdos Editorial, 2020), ópera prima de
Rafaela Lahore (Montevideo, 1985), se hilvanan tres generaciones, abuela, madre
e hija, entre presente y pasado, en donde la autora reconstruye (o reinventa)
la relación con la madre.
Ganadora del premio Mejores Obras
Literarias del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, en la
categoría Mejor Novela Inédita, en Chile, Debimos ser felices tiene
como piedra angular el suicidio, la depresión y los conflictos familiares. En
entrevista, Rafaela Lahore charla sobre estos temas y su proceso creativo.
Debido a que estaba escribiendo
una novela inspirada en la vida de mi madre, fue la excusa perfecta para hacer
preguntas incómodas, pero que resultaban naturales. Quise saber por qué
había tomado ciertas decisiones, su relación con su profesión, con sus padres,
con los hombres. Me interesaba conocer también cuestiones muy concretas,
como qué quería ser de niña, cómo fue su primera casa, qué le había cautivado
de mi padre.
Mi novela partió como
autobiográfica, pero la ficción fue ganando espacio. Durante la primera etapa
de escritura yo estaba muy apegada a la historia de mi familia, pero me fui
soltando, lo que me permitió jugar más con las escenas y los personajes. Por
eso, aunque la novela está inspirada en mi familia y en situaciones reales, me
interesa que sea leída como ficción”, reconoce la autora.
SUICIDIO
La relación de la narradora con
su progenitora es el punto de encuentro de todas las historias de esta novela.
El descubrimiento, en cuadernos de apuntes, de la intención de suicidio de la
madre, cuando era joven, da pie a Lahore para que su protagonista indague para
conocer a la familia y reconocerse a sí misma.
El tema de la depresión es el
nudo central de la novela. Quise explorar ese tema desde lo íntimo, desde lo
cotidiano. Plantear la imposibilidad de una hija de entender a su madre con
depresión, y todos los conflictos que eso genera.
Si bien la novela está habitada
por la nostalgia y la pérdida, a veces irrumpen momentos tiernos o felices y
todo se ve más luminoso, se trata de un “debimos ser felices” como una sospecha
de que lo fuimos, pero no nos dimos cuenta. Creo que la felicidad es un poco
así y que, a diferencia de la tristeza, puede pasar desapercibida”.
ESQUIRLAS
DE LA MEMORIA
Entrar al universo de Debimos ser felices no
sólo impone un reto desde lo emocional, sino también una fascinación desde los
estilístico. Al inquirir a Lahore sobre la edificación narrativa fragmentada de
su novela, reconoce que su intención era crear un rompecabezas.
Lo fragmentario es el idioma del
recuerdo. Cuando uno recuerda va hacia atrás y hacia adelante, hay un asalto de
imágenes y muchos huecos. El libro trata de imitar eso. Es como un puzzle que se
va armando: a medida que las piezas se ponen en relación toman otro sentido.
Me interesaba que la narradora
fuera un testigo externo, que no juzgara. En los momentos más complicados es
bastante aséptica, no se lamenta, no se enoja, no cuestiona demasiado”, afirma.