• De uno de los artistas más celebrados y expuestos de todos los tiempos, todavía quedan paradójicamente facetas por explorar
CIUDAD DE MÉXICO
"No me gusta la música", habría declarado en su día Pablo Picasso. Pero una inédita muestra en París revela
que el genio español era
un apasionado de los ritmos populares, un minucioso explorador de instrumentos y ante todo
el creador de una genuina música
pictórica.
De uno de los artistas más
celebrados y expuestos de todos los tiempos, todavía quedan paradójicamente
facetas por explorar. Y es que su enigmática personalidad -- ¿qué pensaba
Picasso mientras pintaba? ¿qué opiniones le merecía el periodo que le había
tocado vivir?--, atrae a la par con su prolífica obra.
A Picasso le escribían mucho,
pero se expresaba poco", explica a la AFP Cécile Godefroy, comisaria de la
exposición "Las músicas de Picasso" que se abre el martes en la
Filarmónica de París, con cinco meses de retraso debido a la epidemia del covid-19.
Hace cuatro años, Godefroy
decidió estudiar qué había detrás de esta cita, "No me gusta la
música", la única atribuida a Picasso sobre el tema por parte de una
periodista francesa, Hélène Parmelin, en los años 1960.
No era melómano, a priori no sabía
leer una partitura y a diferencia de artistas como Chagall, no necesitaba
escuchar música para trabajar", explica esta historiadora del arte.
Sin embargo, su obra desborda de
instrumentos, músicos y danzas".
Explorar esta paradoja es pues el
objetivo de esta muestra, que se abre con tres esculturas de terracota blanca
que representan a músicos tocando la flauta y que Picasso (1881-1973) creó para
el jardín de su villa "La California", en la Costa Azul francesa,
donde vivió en los años 1950.
Pero rápidamente el recorrido
remite a sus orígenes, con un óleo de su padre, José Ruiz Blasco, devoto del
flamenco. En su infancia, "Picasso paseaba con él por los barrios gitanos
de Málaga", su ciudad natal, según la comisaria.
"Eso le marcó" y
determinó su gusto por la música popular, como la que años más tarde escuchó
tocar a artistas ambulantes de Barcelona, en las corridas, el circo y los
cabarets del animado barrio de Montmartre de París, donde se instaló en 1909.
"Es esta música de fondo de
sala, ruidosa y que se comparte" la que Picasso refleja en sus primeras
etapas, especialmente mediante la figura del arlequín, como el que toca con la
mirada triste una pequeña guitarra en el centro de un óleo sobre madera.
La guitarra era su
"instrumento favorito", un símbolo más de su apego a su España natal,
según Godefroy.