La Paz, Baja California Sur. Lleno de desechos humanos, sin puerta, vandalizada, el sitio de la capilla de “La Animita del Camino Real”, tradicional sitio de devoción local, se encuentra al borde de la ruina.

Acudimos a la zona donde, en la esquina del boulevard Agustín Olachea y 5 de Febrero, trabajadores, con la ayuda de maquinaria pesada, se encuentran en proceso de demolición de los locales contiguos a la capilla construida a principios del siglo pasado, donde se ha encontrado un sitio de particular devoción desde los orígenes de la ciudad de La Paz.

Mientras los maestros de las obras de demolición en la vecindad de la capilla indicaron que la destrucción de “La Animita” no forma parte de su proyecto, Diario El Independiente constató el marcado estado de abandono del espacio.

La maleza crece sin control, las ventanas están rotas, la puerta ya no existe y las tradicionales ofrendas han desaparecido. Uno sobre otro, capas y capas de grafiti dejan el lugar a un aspecto francamente espeluznante.

Algunas administraciones municipales han tratado de iniciar proyectos de rescate del céntrico espacio público, sin embargo ninguno ha fructificado más allá de una “manita de gato”. El sitio se mantenía con relativo aseo y decoro gracias a la visita de estudiantes de las escuelas vecinas y la comunidad, que acostumbraban visitar el espacio para dejar muestras de devoción por distintas razones.

Sin embargo, y al parecer a raíz de la disminución general de la movilidad, la falta de actividades escolares o deportivas en las inmediaciones, así como el cierre de negocios en la vecindad, la capilla vive hoy uno de sus peores momentos.

Gilberto Ortega, quien labora en el Archivo Histórico Pablo L. Martínez, dijo que el espacio tiene valor histórico y, bien manejado, quizá hasta cierto atractivo turístico. La capilla conocida como de “La Animita del Camino Real” lleva ese nombre, relató, debido a que la gente de La Paz tiende a recordarla como el sitio a orillas del antiguo “Camino Real” donde un niño falleció en condiciones violentas en el siglo XIX, al parecer al ser “pasado por las armas” al verse inmiscuido en una disputa familiar por un asunto de tierras.

Mientras las causas requieren de una investigación de mayor profundidad, el historiador confirmó que es un espacio de devoción con valor histórico pues se tiene registro de que ésta no es la primera construcción para marcar el lugar.

“Existen historias de apariciones en el lugar y con un grupo de aficionados hemos ido a buscar evidencia de actividad paranormal con la ayuda de equipo especializado”, expresó, al indicar que lograron reunir “evidencia de psicofonía” durante una visita nocturna, pero también se encontraron con personas que invadían el lugar con fines poco claros.

“La capillita de La Animita, en su tiempo, fue un lugar de adoración, lleno de objetos dejados por personas agradecidas, ya que se les había concedido un milagro, ahora es sólo un hogar de vagabundos y pocos conocen su historia: la historia de La Animita del Camino Real, el niño José Lino de Jesús Manríquez Martínez”, expresó.

El lugar es un sitio de importancia literaria: Leonardo Reyes Silva, Dominga G. Amao y más recientemente Mirza Martínez, han publicado relatos que hablan del espacio y su historia. Gilberto Ortega dijo que “el lugar tiene el potencial como para sumarse a un recorrido de historia urbana, y bien manejado, pudiera ser hasta una atracción turística más”. ¿Será este el último capítulo de la historia de la emblemática capilla?