Ciudad de México

Los dirigentes del futbol se quitaron la careta y actúan indiferentes, casi omisos ante la pandemia, sólo cubren las formas, ocupados ya solamente en la supervivencia del negocio. A la Liga Mx y a la Federación Mexicana de Futbol (FMF) dejó de importarles la situación de sus agremiados más vulnerables. En los equipos los casos de coronavirus brotan como hongos, sin embargo, el balón no puede dejar de rodar ante el riesgo de colapsar económicamente.

A tono con esa actitud, un velo de inconsciencia ciega a muchos jugadores que, tras darse cuenta de que si dan positivo sólo tienen síntomas menores, siguen ansiosos por ir a fiestas; eso sí, ciertos de que ahora deben extremar precauciones, no para cuidar su salud, sino para no ser descubiertos. Dice José Guadalupe Cruz, nuevo técnico del Necaxa, es la cultura del mexicano: desafiar a la autoridad, las normas, y burlarse de la muerte.

Otros agremiados, supuestamente cobijados por la FMF, como son los árbitros están a la deriva, ya que de acuerdo con lo dicho por Arturo Ángeles, jefe de capacitación y responsable del VAR, serán ellos –en las paupérrimas Liga de Expansión y del futbol femenil– quienes deberán financiar sus exámenes anti-Covid previos a cada partido, quizás cada 15 días o cada que puedan, porque no hay dinero.

Ciertamente el potencial de nuestro deporte siempre ha estado muy por debajo del estadunidense. En México se tuvo el sueño guajiro de que en el futbol había indiscutida superioridad, y que generosamente se les podía echar la mano para caminar hermanadamente rumbo al Mundial 2026. Pero llegó la pandemia y he aquí lo que quedó: una liga sin capacidad para ser autosustentable.

Desprovista del flujo de recursos que significaban los partidos tanto del Tri como de los equipos de primera división en el vecino país del norte, la casa se cimbra, la Liga está tocada, los sueldos van a la baja y en este momento depende en exclusiva de sus cada vez más escasos mecenas, de las empresas o personas multimillonarias con ánimo de dilapidar su capital, tipo cementeras, cerveceras o como Valentín Diez Morodo, dueño del Toluca.

Cuando es Tigres el afectado por el coronavirus, no hay problema, la directiva regia hace una contratación y listo, pero si se trata del Puebla, sólo queda tragar camote y seguir por el viacrucis, porque, para colmo, la pésima programación del calendario le complica la vida, pues tras jugar el sábado, tendrá rigurosas 48 horas de descanso –sin tiempo para recuperar a los contagiados–, ya que el martes recibe al América.

En semana de fecha doble no sólo la franja tuvo mala suerte, también Atlas y Chivas deberán descansar el tiempo mínimo que exige el reglamento, para enseguida reactivarse, con la pequeña ventaja de que ellos llegarán a la jornada 9 motivados, después de sendos triunfos sobre Cruz Azul y Tigres. Tienen razón para estar felices, le pegaron a los favoritos y rompieron las quinielas.

La Máquina nunca supo descifrar el crucigrama defensivo de los rojinegros. Tigres sigue dormido, da pena ajena, y deja la impresión de que estamos ante el ocaso de Ricardo Tuca Ferretti, quien presume jamás haber sido echado de un equipo, pero hoy se niega a ceder el timón. Del plantel felino sólo se salva André-Pierre Gignac con 8 goles en ocho partidos. La paciencia de la exigente afición regia está al límite.

Necaxa debería definirse, se da vuelo lucrando con jugadores, se deshace en jugosas ventas de sus figuras, y luego, ya desplumado ¡exige triunfos!... La víctima en turno de ese modus vivendi y de sus propias fallas fue Alfonso Sosa, técnico cesado. En la mira está también Memo Vázquez, del cabizbajo San Luis, el Turco Mohamed de Rayados y José Manuel de la Torre; Diablos tiene la peor defensa y el público ya le dedica el “¡Fuera Chepo!”

América no va mal, suma 16 puntos, pero no enamora, sólo Miguel Piojo Herrera celebra su marca de 134 triunfos. Pumas está de plácemes porque marcha invicto, las Chivas reaccionan, sin embargo, el León de Ignacio Ambriz es el nuevo líder y se lleva los honores… Varios clubes, ya presionan para abrir, aunque sea de forma parcial, los estadios al público, pues vienen juegos atractivos como el clásico América-Chivas y el Monterrey-Tigres.