• El ilustrador habló del trabajo para niños migrantes en el Foro Leemigramos, historias que cruzan
CIUDAD DE MÉXICO.
Para el ilustrador mexicano Gabriel Pacheco (Ciudad
de México, 1973), la literatura y la ilustración tienen la capacidad de incidir
en la memoria de los niños migrantes, de aquellos niños que no pertenecen a un
lugar. Además, afirmó que cada libro y cada ilustración asumen las propiedades
de una habitación donde es posible descansar de las malas noticias y de la
crisis que hoy prevalece.
Así lo expresó durante la charla “Historias que
cruzan: una mirada al desarraigo”, que sostuvo con el escritor Gonzalo Moure,
en el marco del foro Leemigramos, historias que cruzan, organizado por la
Fundación SM, IBBY México, el Centro Cultural España en México (CCEMx) y el
Comité de Libros Infantiles y Juveniles de Caniem.
Ilustrador de libros de Octavio Paz, Antonio
Machado, Hans Christian Andersen, Víctor Hugo, Herman Melville, Rudyard Kipling
y Federico García Lorca, por mencionar algunos, aseguró que el trabajo creativo
es un lugar que mantiene a salvo a los creadores que, por su naturaleza, son
trashumantes sin descanso.
La creación es el lugar más seguro que existe,
porque no sólo registra una separación entre esa realidad que padecen los que
migran dentro y fuera de cada país”, sino que tiene la capacidad de crear
habitaciones a partir de historias e imágenes.
Por eso es importante que los libros sigan siendo
columnas que construyen una sociedad, porque si algo tiene el libro es que es
una habitación donde uno no corre riesgos, sino que es un lugar seguro”,
advirtió.
Para el creador, que actualmente reside en Italia,
“la migración es muy parecida a la creación y está asociado a un verbo que me
gusta mucho: ‘trashumar’, que es lo que las vacas hacen cuando pastan y,
después del verano, se trasladan a otro lugar para buscar otro pasto”, detalló.
Los creadores somos eternos trashumantes, así que
migrar nos pertenece a todos y por eso siento que ahora la migración depende de
reglas y de países que han complicado un acto natural y necesario y, de alguna
forma, nos ha hecho olvidar la sustancia que somos”.
Esto se debe a que la creación misma tiene un
sentido migrante o trashumante, “no sólo por el hecho de buscar una imagen,
sino porque un creador siempre tiene la esperanza de que algo cambie y se
reestablezca una especie de tranquilidad”.
Pacheco también habló sobre el
papel del artista en nuestra sociedad.
El artista se vuelve en un
mendigo que busca un poco de comida y, sobre todo, un poco de calma. Y tenemos
tantos ejemplos en la literatura del viaje, como el clásico mexicano Pedro
Páramo, de Juan Rulfo, pero siempre en todo individuo hay una orfandad y una
búsqueda de pertenencia, al igual que en la creación, con el deseo de una señal
y con la esperanza de decir: aquí estuve”.
También recordó que, al pensar en
los primeros lectores, imagina El libro de la jungla, de Kipling, cuando Mowgli
llora y le expresa a Bagheera, que no sabe qué es eso. “Digamos que estaba
siendo consciente de sí mismo y eso sucede con los primeros lectores en este
mundo despedazado y fragmentado, donde (con ayuda de los libros) pueden
restituir la pertenencia y brindarle la posibilidad de identidad, que es
fundamental, porque sin eso terminaríamos por completo abandonados a una
migración errabunda”, comentó.
Para Pacheco, literatura,
ilustración y arte están hechos para indagar en los lugares más profundos del
ser humano y, en su opinión, una imagen sí puede decir cosas que las palabras
no alcanzan.
Hay imágenes que dicen de una
forma distinta lo que el texto o la palabra no puede, porque son ámbitos que se
tocan, son parecidos, pero en este mundo donde hemos desgastado las palabras al
máximo y sólo utilizamos tres o cinco, sabemos que esa complejidad de
sentimientos que cruzan entre odio y amor, alegría y tristeza, no pueden
limitarse a las palabras”.
En ese sentido, la imagen conecta
donde las palabras no llegan y donde se intuye lo que no se dice, aunque se
visualiza de una forma distinta “y cuando se llega a figurar algo que tememos
decir, confirmarnos que existimos y en esas profundidades imagínense cuántas
cosas tenemos que no se han dicho ni visto”.
Por tanto, concluyó, se debe
insistir en la diversidad y en los múltiples temas que pueda tocar el libro,
apoyando en las editoriales periféricas.
Los adultos tenemos una tendencia
a que los libros se entiendan y eso puede destruir muchas veces la hospitalidad
al lector. Además, he descubierto que los niños no lo entienden todo, pero lo
intuyen, e intuir es una forma de verse hacia adentro. Así que podríamos pensar
en que los libros no es que no sólo se tienen que comprender del todo, sino que
también se deben intuir. Por suerte, para intuir los niños son esponjas… Ojalá
nos comprometamos con esto, para permitirles esa profundidad a los primeros
lectores”, aseveró.
Por último, el ilustrador
mexicano, recordó que en algún momento de su carrera creó una imagen sobre la
migración en la cual retrataba el viaje de la provincia y de la periferia hacia
la ciudad. “Entonces yo vivía en la periferia de la Ciudad de México y era
común ver a gente que llegaba con vasijas, verduras y música, que iba a pedir o
a mendigar cualquier cosa”.
Aquel encuentro, dijo, se ha
mantenido vívido. “Así que diseñé una serie de músicos ‘provincianos’ alrededor
de un niño que estaba leyendo, quienes arropaban a ese primer lector. Esa
imagen la propuse (para un cartel) y no fue aceptada. Sin embargo, yo soy así,
en el sentido de que intento ser franco y honesto con lo que me toca decir”,
concluyó.