• El historiador fallecio el pasado viernes tras una larga batalla con el cáncer.
Ciudad de México
Algo se muere en el alma cuando un amigo se
va...
Manuel Garrido
Se fue un gran hombre, el hombre que devolvió
a La Habana Vieja su antiguo resplandor y potestad, que conoció su historia a
profundidad y la cantó con elegante elocuencia en cada discurso y ponencia; el
titán renacentista que nos enseñó la mística de su calles, edificios, iglesias,
museos y plazas… El hombre que dedicó gran parte de su vida a engrandecer la
memoria histórica y que demostró una preocupación constante por el entorno
social.
Como humilde homenaje a mi entrañable amigo,
les comparto un texto publicado en el libro Nuestro amigo Leal, en
el que Mario Cremata Ferrán invita a amigos cercanos del historiador a escribir
sobre Eusebio desde el corazón.
A mi hermana Germaine y a mí, nos invitaron a
participar, y fue todo un honor y alegría, ya que ese 2017 era un año
significativo para este protagonista de la historia cubana; el 11 de septiembre
arribaría a sus 75 años de vida y el 11 de diciembre cumpliría medio siglo al
frente de la Oficina del Historiador de la Ciudad, institución que fue eje
rector de su existencia y depositaria de su legado.
Nuestro amigo Leal
En 1997 visité por primera vez La Habana.
Como historiadora del arte, mi interés se centraba en el arte latinoamericano y
decidí hacer un doctorado en arte cubano; así es como la brújula de mi destino
me lleva a conocer la Perla de las Antillas…
Días previos al viaje, charlando con mi amigo
Guillermo Tovar de Teresa, notable historiador, conocedor y cronista del
patrimonio de nuestro casco histórico, quien acababa de regresar de Cuba, me
comenta: “ahora que vayas a La Habana debes conocer a Eusebio Leal Spengler,
personaje clave en el proceso de conservación del Centro Histórico…”
Llego a La Habana y lo primero que hago es
dirigirme al casco histórico y preguntar por la oficina del historiador con la
finalidad de solicitar una cita y hacerle una entrevista para el
periódico La
Jornada. Para mi sorpresa, Eusebio estaba en su oficina e
inmediatamente me recibe. Me invita a recorrer las plazas, calles, callejones y
rincones relatándome su historia y los procesos de restauración que se venían
llevando a cabo. Quedé maravillada ante el esplendor barroco de los palacios,
casas, hostales, iglesias… y extasiada frente a la pasión desbordada,
conocimiento y entrega de este hidalgo por la ciudad y su historia...
A partir de 1997 regresé cada año a La
Habana, no sólo por motivos de mi investigación doctoral, sino también por el
amor que en ese primer afortunado encuentro la ciudad despertó en mí gracias a
Eusebio.
En todos estos ires y venires, se fue
construyendo un fuerte lazo de amistad, cariño, admiración y respeto hacia este
hombre que con profunda raíz martiana ha sido y será ejemplo a seguir.
Comprendí que sólo cuando hay talento,
conocimiento, ética, amor y utopía se puede lograr una restauración integral de
esa magnitud y belleza, y comprendí al historiador cuando dijo: El
sentimiento de amar a nuestra tierra sólo florecería mediante el cultivo
constante de la memoria, fuente de la verdadera identidad. Por eso afirmo, sin
temor a equivocarme que, en este sentido, dentro del contexto internacional del
patrimonio histórico y monumental, La Habana Vieja es una joya única y
peculiar.
Leal Spengler, como historiador y conservador
de La Habana Vieja, ha trabajado incansablemente por más de 50 años en su
rescate integral. Formado en la escuela de historia, arqueología y
antropología, enfocó sus esfuerzos, al inicio, desde la óptica limitada de
conservar sólo el patrimonio cultural. Sin embargo, hubo un momento en que la
situación social y la crisis económica requirió un nuevo enfoque, y es ahí
precisamente que adquiere su verdadera dimensión: “No puede haber restauración
de patrimonio en nuestras ciudades latinoamericanas si ello no va unido a un
enfoque de desarrollo social, de la familia, de las personas que habitan los
centros históricos…”
Una postura tan altamente ética debiera ser
ejemplo para todas nuestras sociedades, ya que conjunta dos virtudes necesarias
y pocas veces compatibles: eficacia y conciencia social. Sabemos que conservar
el patrimonio cultural es altamente costoso desde el punto de vista económico,
a tal extremo que muchos estados lo ven sólo como un gasto y no como una
inversión. Sin embargo, el trabajo de Eusebio Leal ha demostrado que puede
realizarse una inversión sin vender, sin privatizar; una inversión de carácter
espiritual, moral, a largo plazo. De ahí surgieron programas tan ambiciosos
como aulas para niños en los museos, casas para los ancianos: búsqueda de la
creación de puestos de trabajo, la necesidad de levantar junto al museo la
escuela primaria, el hogar de la mujer y del niño… Y esto significa que hoy
podemos hablar un lenguaje más amplio, más plural y más humano en cuanto a
rescate, restauración y conservación se refiera.
Todos los que hemos conocido a Eusebio Leal
quedamos deslumbrados por su capacidad creadora e intelectual. Orgullo y
agradecimiento profesan los cubanos por el hombre que durante 40 años ha
salvaguardado el patrimonio y la memoria histórica y cultural de su capital,
patrimonio de la humanidad. En su obra como líder de la restauración del Centro
Histórico de La Habana ha demostrado una preocupación constante por el entorno
social.
Así es que me uní al empeño personal de la
productora del documental Leal al tiempo, la mexicana Alejandra Ochoa, gran
admiradora del talento y la obra del historiador.
Este documental no pretendió ser una
biografía ni un relato de su impresionante trayectoria académica y profesional,
sino un retrato íntimo del Eusebio Leal soñador, sin cuyos sueños nada de lo
que hoy forma parte del proyecto de La Habana Vieja se habría hecho realidad,
destacando su lado humano más que el de gran Historiador de la Ciudad de La
Habana, mucho más conocido y difundido.
El documental recoge el testimonio de
diversas personalidades de la cultura en Cuba, como Alicia Alonso, Alfredo
Guevara, Roberto Fabelo, Eduardo Roca (Choco), Monseñor Carlos Manuel de Céspedes,
Silvio Rodríguez… y de los habitantes y trabajadores de La Habana Antigua,
amigos, familiares y admiradores de Eusebio. Junto a la cámara seguimos al
hombre que fue motor impulsor de una colosal obra para registrar, además, su altruismo,
su filosofía de vida, sus pasiones y sufrimientos, sus alegrías y sus luchas,
sus esperanzas, para desdibujar la imponente imagen pública de esta figura,
admirada por muchos en tantos rincones del planeta, y descubrirlo en su
dimensión de ser humano, de carne y hueso, de cubano auténtico, que no dejó un
solo día de ser leal a sus sueños.
A través de estas breves reflexiones comparto
con ustedes mi admiración por el trabajo del rescate integral de La Habana
Vieja, y por la figura universal de este titán renacentista que ahora nos deja.
Para terminar, quisiera citar a Fina García
Marruz, quien dice sobre Eusebio: En su sacrificio humilde, en la entrega
tenaz de sus horas, en la vehemencia prometeica con que ama a La Habana, es
donde está su huella. Cuando lo olviden los hombres, todavía lo recordarán las
piedras.
Y yo, querido amigo, te digo: “Los hombres te
recordarán y amarán siempre, y las piedras estarán ahí para contar y cantar su
historia en una eterna danza de agradecimiento ante el asombro de la humanidad…”
Buen camino, querido Eusebio.