• La coreógrafa Lidya Romero lidera un movimiento para exigir pensiones dignas para bailarines y creadores
CIUDAD DE MÉXICO.
La
danza es una carrera feroz. Los bailarines pierden condiciones
físicas al llegar a los 40 años y aunque en la danza
contemporánea modifican sus acciones para tratar de permanecer en forma, el
foro, sin dudarlo, es implacable.
¿Qué hacen los bailarines cuando ven terminada su carrera como
intérpretes? Una buena parte labora como maestros, otros optan por la
coreografía, los más quedan en el más triste desempleo y sin derecho a una
pensión.
Con la reconocida coreógrafa y
bailarina Lidya Romero como líder, ha surgido un movimiento dentro de la danza
contemporánea para exigir al gobierno la posibilidad de que se otorgue pensiones dignas a
personas dedicadas de una u otra forma a la danza.
Nadie en su sano juicio, dudaría
sobre esa necesidad vital para quienes han dejado su vida en una actividad muy
poco reconocida en México, pero es crucial evaluar qué ha sucedido dentro del
gremio para que esté en tan precaria situación.
Lo primero que hay que decir que
el de la danza, es un gremio voraz y poco eficiente en su organización. En todo
caso habría que establecer asociaciones que velen por: derechos de autor,
seguridad social, entendida ésta en su concepto más amplio.
Enemigos inútiles, coreógrafos,
bailarines y grupos nunca han logrado una unión sistemática y permanente, vamos
un sindicato o sociedad. Pelean por derechos de forma individual y jamás como
un verdadero equipo.
Es vital apoyar a aquellos
bailarines que viven en situaciones precarias, pero es incorrecto que se les otorgue
becas de creadores a los que no lo son y que múltiples apoyos sean arreglados
“en corto”, y aunque merecidos, no son sometidos a concurso ni son
transparentes.
Es obligatorio que los estímulos
se den con base en la ley y en trayectorias probadas y así, asignar los
recursos de forma más eficiente. No se trata de que porque bailaste o hiciste
ciertas piezas y eres mayor de 65 años te toque un estímulo especial, existen
otras profesiones que también están en áreas de gran informalidad y que no
reciben ningún tipo de ayuda y es claro que los apoyos son limitados.
Hay que poner fin a perpetuar la
opresión laboral que conlleva a la informalidad y falta de derechos en la
danza.