• El segundo concierto se transmitió por primera vez en línea y en el canal de YouTube de Audi, donde permanecerá una temporada.
Ciudad de México
La música tiene un poder sanador, que es muy
importante ante la crisis producida por la pandemia de coronavirus, expresó el
húngaro Iván Fischer, quien en Ingolstadt dirigió este viernes la Orquesta del
Festival de Budapest en el concierto Música imprescindible, con obras de Richard
Wagner, Benjamin Britten y Joseph Haydn.
La salud es primero pero la música sana. Es
extremadamente importante recomenzar a hacer música, a escucharla, porque es
esencial para la salud y la armonía de las personas, mencionó en su
participación en Conciertos de Verano Audi, donde dirigió a la reconocida
soprano austriaca Anna Prohaska.
Durante casi hora y media, se desarrolló el
segundo recital del festival que con el tema Juntos por la música, por
primera vez se transmite en línea en la página www.audi.com/sommerkonzerte y en el canal de YouTube de Audi, donde
permanecerá una temporada.
Las actividades de la edición 30 de
Conciertos de Verano continuarán este sábado con la emisión en vivo del
programa Beethoven
alrededor del mundo, a las 14 horas. El domingo concluye, a
las 13 horas, con Juntos por la música. Ambas presentaciones se
pueden visualizar en los mismos sitios web.
El concierto de este viernes pasó de la
conversación amorosa del wagneriano Idilio de Sigfrido, a la inspiración mística del
poeta francés en Las iluminaciones, compuesta por Benjamin Britten
y la suntuosidad y exuberancia plasmada por el también húngaro Joseph Haydn en
la Sinfonía número 104.
Sobre la primera obra interpretada, Idilio de
Sigfrido, Fischer mencionó que es amable y armoniosa, lo
que necesitamos ahora. Al frente de la agrupación que fundó y siempre ha
dirigido, mostró una pieza con una cauda de sentimientos desde la introspección
y algunas nubes sombrías, hasta una esperanzadora y emotiva conclusión.
Ante poco más de una treintena de músicos y
un reducido público, que guardaban distancia, el director desarrolló la
conocida pieza de Wagner como si fuera una conversación serena la mayor parte
del tiempo, hasta la exaltación de una fe cumplida a través de cadencia lenta
que involucraba a sus escuchas y la expresividad de los violines que mostraban
la felicidad del amor.
En la segunda parte, Las
iluminaciones, de Benjamin Britten, conjuntaron la belleza de
la palabra, la música y el canto, en voz de Anna Prohaska. Los poemas del poeta
francés se conjuntaron con la escritura del compositor británico y la voz de la
austriaca en un ciclo de canciones estrenadas originalmente en 1940, durante la
Segunda Guerra Mundial.
No se puede organizar la belleza
Iván Fischer destacó que se trata de una
celebración salvaje. Muy sensual, plena de color, muy hermosa. Como es la
vida, como somos nosotros, como son las personas. No se puede organizar la
belleza, e hizo hincapié en que la llave está en la música y en la
poesía. La sociedad y la humanidad en crisis puede ser hermosa al
describirla con la poesía y la música. Por eso estamos aquí.
Enseguida, el canto de Prohaska, que respeta
el sentido original de la obra de Britten, con una soprano en vez de un tenor,
mostró un mundo místico y vital a través de una serie de canciones en francés.
La variedad de sensaciones, desde la alegría,
el ensimismamiento, la reflexión, los encuentros con lo trascendente, marcaron
esta conjunción de instrumentos de cuerda en una época que, como durante su
creación, vivía momentos aciagos.
Esta segunda parte estuvo marcada por el
cambio de intensidad musical, que ahora recurría al dinamismo y la exaltación,
para regresar a un espíritu reflexivo y bohemio. Un recorrido por un mundo en
su complejidad, mientras explora-ba la vida desde sus oscuridades hasta la
expansión del placer.
La parte conclusiva consistió en la Sinfonía
104 en re mayor, la última escrita por el compositor austriaco y final de las
12 Sinfonías de Londres, estrenada en 1795. Iván Fischer comparó la grandeza de
Haydn con los otros dos creadores, pero lo describió como un ser modesto. En la
Sinfonía 104 hace evidente el deseo de volver a su hogar.
En la ejecución de este viernes, la obra está
tocada por un hado que la vuelve expansiva, absorbente, que muestra la cantidad
de recursos del artista mientras enuncia musicalmente una época y sus
pensamientos vitales.