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Hoy es sábado, 23 de noviembre de 2024

Fischer y Prohaska confirman el poder sanador de la música

• El segundo concierto se transmitió por primera vez en línea y en el canal de YouTube de Audi, donde permanecerá una temporada.

Fischer y Prohaska confirman el poder sanador de la música

Ciudad de México

 

La música tiene un poder sanador, que es muy importante ante la crisis producida por la pandemia de coronavirus, expresó el húngaro Iván Fischer, quien en Ingolstadt dirigió este viernes la Orquesta del Festival de Budapest en el concierto Música imprescindible, con obras de Richard Wagner, Benjamin Britten y Joseph Haydn.

La salud es primero pero la música sana. Es extremadamente importante recomenzar a hacer música, a escucharla, porque es esencial para la salud y la armonía de las personas, mencionó en su participación en Conciertos de Verano Audi, donde dirigió a la reconocida soprano austriaca Anna Prohaska.

Durante casi hora y media, se desarrolló el segundo recital del festival que con el tema Juntos por la música, por primera vez se transmite en línea en la página www.audi.com/sommerkonzerte y en el canal de YouTube de Audi, donde permanecerá una temporada.

Las actividades de la edición 30 de Conciertos de Verano continuarán este sábado con la emisión en vivo del programa Beethoven alrededor del mundo, a las 14 horas. El domingo concluye, a las 13 horas, con Juntos por la música. Ambas presentaciones se pueden visualizar en los mismos sitios web.

El concierto de este viernes pasó de la conversación amorosa del wagneriano Idilio de Sigfrido, a la inspiración mística del poeta francés en Las iluminaciones, compuesta por Benjamin Britten y la suntuosidad y exuberancia plasmada por el también húngaro Joseph Haydn en la Sinfonía número 104.

Sobre la primera obra interpretada, Idilio de Sigfrido, Fischer mencionó que es amable y armoniosa, lo que necesitamos ahora. Al frente de la agrupación que fundó y siempre ha dirigido, mostró una pieza con una cauda de sentimientos desde la introspección y algunas nubes sombrías, hasta una esperanzadora y emotiva conclusión.

Ante poco más de una treintena de músicos y un reducido público, que guardaban distancia, el director desarrolló la conocida pieza de Wagner como si fuera una conversación serena la mayor parte del tiempo, hasta la exaltación de una fe cumplida a través de cadencia lenta que involucraba a sus escuchas y la expresividad de los violines que mostraban la felicidad del amor.

En la segunda parte, Las iluminaciones, de Benjamin Britten, conjuntaron la belleza de la palabra, la música y el canto, en voz de Anna Prohaska. Los poemas del poeta francés se conjuntaron con la escritura del compositor británico y la voz de la austriaca en un ciclo de canciones estrenadas originalmente en 1940, durante la Segunda Guerra Mundial.

No se puede organizar la belleza

Iván Fischer destacó que se trata de una celebración salvaje. Muy sensual, plena de color, muy hermosa. Como es la vida, como somos nosotros, como son las personas. No se puede organizar la belleza, e hizo hincapié en que la llave está en la música y en la poesía. La sociedad y la humanidad en crisis puede ser hermosa al describirla con la poesía y la música. Por eso estamos aquí.

Enseguida, el canto de Prohaska, que respeta el sentido original de la obra de Britten, con una soprano en vez de un tenor, mostró un mundo místico y vital a través de una serie de canciones en francés.

La variedad de sensaciones, desde la alegría, el ensimismamiento, la reflexión, los encuentros con lo trascendente, marcaron esta conjunción de instrumentos de cuerda en una época que, como durante su creación, vivía momentos aciagos.

Esta segunda parte estuvo marcada por el cambio de intensidad musical, que ahora recurría al dinamismo y la exaltación, para regresar a un espíritu reflexivo y bohemio. Un recorrido por un mundo en su complejidad, mientras explora-ba la vida desde sus oscuridades hasta la expansión del placer.

La parte conclusiva consistió en la Sinfonía 104 en re mayor, la última escrita por el compositor austriaco y final de las 12 Sinfonías de Londres, estrenada en 1795. Iván Fischer comparó la grandeza de Haydn con los otros dos creadores, pero lo describió como un ser modesto. En la Sinfonía 104 hace evidente el deseo de volver a su hogar.

En la ejecución de este viernes, la obra está tocada por un hado que la vuelve expansiva, absorbente, que muestra la cantidad de recursos del artista mientras enuncia musicalmente una época y sus pensamientos vitales.