• El furor por las clases, talleres, conferencias, registros de funciones, videoconferencias, ha venido a la baja
CIUDAD DE MÉXICO.
En
confinamiento por la pandemia de covid-19, sin posibilidad remota de regresar a
foros y espacios alternativos, pasan las semanas y los artistas de la danza no
ven cerca su regreso a sus actividades fundamentales para sobrevivir el día a
día.
El furor por las clases,
talleres, conferencias, registros de funciones, videoconferencias, ha venido a
la baja y los que bailan empiezan a perder la paciencia ante la imposibilidad
de tener acceso siquiera al entrenamiento básico para no quedar totalmente
fuera de forma y perder en unos meses lo ganado en años.
Ante la debacle, los creadores y
ejecutantes han optado por recurrir a diversas plataformas,
con la idea de incursionar de manera formal en el terreno de la videodanza y se
han iniciado hacia un campo, que en muchas latitudes es de tal complejidad que
resulta temerario su esfuerzo.
En México existen festivales y
sin duda especialistas en el tema, pero hay que tener en cuenta que el video y
el cine son lenguajes que exigen conocimiento profesional que no cualquiera
tiene. Hace
cerca de veinte años los grandes eventos de videodanza –como los grandes
festivales de cine– tenían diversas categorías como: ficción, registro,
animación y documental, entre otras.
Grandes artistas incursionaron en
el género durante los años ochenta y noventa cuando se dio el boom del
género de la creación para la cámara. Pero no es lo mismo contar con recursos
para camarógrafos, editores, sonidistas, compositores, escenógrafos e
iluminadores para la cámara, que partir de cero.
En México, los presupuestos están
castigados de forma severa, la mayor parte de los grupos independientes ni
siquiera cuentan con espacios propios, sino que rentan y no es poco lo que
deben de gastar. Los artistas que trabajan en compañías estatales y federales
tampoco ven fácil la situación.
Y lo peor, al ser el cuerpo el
instrumento clave de todos, sin entrenamiento riguroso viven contra reloj,
porque al envejecer se requiere cada vez mayor esfuerzo y los jóvenes también
quieren un lugar.