• Aunque en la icónica escultura mexica —que desde hace 230 años es un símbolo nacional— se observan los signos de los días, no se trata de un calendario, explica Carlos González González, arqueólogo del INAH
CIUDAD DE MÉXICO.
Aunque muchas personas aún creen que el
grabado que aparece en una cara de las monedas de diez pesos es el Calendario Azteca,
se trata de un mito arraigado en la memoria del mexicano, pese a que
investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) insisten
en que su nombre correcto es la Piedra del Sol.
La escultura original tiene un diámetro de
3.60 metros, una base de 20 centímetros de altura, se exhibe en el Museo
Nacional de Antropología y es considerada una obra maestra de la escultórica
mexica.
Fue elaborada hace más de 800
años, alrededor de 1200 y, con la llegada de los conquistadores a
Tenochtitlan, ésta permaneció a la intemperie hasta 1560, cuando el obispo
Alonso de Montúfar la mandó sepultar, debido a numerosos delitos en su nombre.
Casi dos siglos después, la piedra fue
recuperada durante una serie de obras en la Plaza Mayor y en este año se
celebra el 230 aniversario de su recuperación.
El
arqueólogo Carlos González González, dice en entrevista , que “la escultura fue
nombrada Calendario Azteca a finales del siglo XVIII por Antonio de León y
Gama, quien escribió el primer texto dedicado a estudiar y a presentar las
esculturas que se fueron recuperadas en 1790”.
Una
de ellas es esta piedra que habitualmente permanece expuesta en la Sala Mexica del
museo.
“León y Gama atribuyó a esta escultura
funciones relacionadas con la medición del tiempo y del curso solar, las cuales
no tiene”, comenta el experto.
Sí tiene, como parte de su iconografía, los
símbolos de los días con los cuales los mexicas llevaban la cuenta, que eran 20
signos, y están ligados al Quinto Sol, explica.
Así que debido a esta representación de don
Antonio es que se le conoció como Calendario Azteca y muchos años después
cuando se realizó el estudio de su verdadero simbolismo se supo que representa
la creación del Quinto sol, este momento importantísimo para los mexicas y de
ahí viene su nombre correcto.
En el centro de la escultura está el rostro
de Tonatiuh, que era el dios del Sol, enmarcado por el glifo del
movimiento –que es el símbolo del INAH–, con cuatro aspas.
En cada una de éstas se colocaron los
símbolos de las eras que precedieron al Quinto Sol, ya que en la cosmovisión de
los antiguos nahuas habían pasado cuatro eras que terminaron con algún
cataclismo. Y aunque se observan los signos de los días en el contorno, no se
trata de un calendario, añade.
Sobre la Piedra del Sol se ha escrito
mucho, pero aún quedan dos enigmas difíciles de resolver.
Uno es la ubicación original de la escultura
y su utilización precisa.
La iconografía ya está bastante estudiada,
pero quedan dudas que no podrán ser resueltas, dice, “por ejemplo, su ubicación
original exacta en el recinto sagrado de
Tenochtitlan, porque esta escultura, como la mayoría de las grandes
esculturas mexicas que han sido localizadas, fueron removidas durante la
Conquista y la construcción de la primera ciudad del México colonial”.
Otro aspecto difícil de resolver es
su utilización exacta. “Ha sido interpretada muchas veces como un
cuauhxicalli que, en náhuatl significa vasija de águilas o vasija de corazones,
es decir, un recipiente donde se colocaban ofrendas de sacrificio, entre otras,
corazones humanos.
“Lo cierto es que la piedra del Sol no tiene
ninguna cavidad, aunque personalmente no descarto la posibilidad de que haya
sido utilizada como malacate de piedra o gran altar de sacrificios durante la
fiesta de Tlacaxipehualiztli, dedicada al dios Xipe Topec, sobre la cual se
celebraba el famosísimo sacrificio gladiatorio, que es uno de los más
identificados porque la víctima era atada a un pie a una gran piedra circular y
tenía que enfrentarse a cuatro sacrificadores mexicas perfectamente armados”.
Y
esta ceremonia, añade, conmemoraba el evento mítico con la creación del Quinto
Sol. De ahí que no sea nada remoto que se hubiera utilizado como gran altar de sacrificios,
pero en este caso aún no tenemos la última palabra.