• El relator de la ONU, José Francisco Calí Tzay, calcula que unos 370 millones de personas pertenecen a etnias, las que no reportan a sus enfermos
MADRID.
Los pueblos indígenas constituyen alrededor
del 5 por ciento de la población mundial, una proporción pequeña que, sin
embargo, no se corresponde con el impacto que la pandemia de coronavirus ha tenido y puede llegar a tener sobre
ellos. El choque cultural, la marginación y el racismo les colocan en el camino
de un “etnocidio por omisión”.
La covid-19 ha afectado ya a más de cinco
millones de personas en todo el mundo, de las cuales más de 300 mil han perdido
la vida. De momento, se desconoce cuántas víctimas hay entre los 370 millones
de indígenas que, según cálculos de Naciones Unidas, habitan el planeta.
Desafortunadamente ese es uno de los
problemas que nos encontramos, porque los estados donde habitan los indígenas
no tienen una estadística desglosada”, comenta el nuevo relator especial de la
ONU para pueblos indígenas, José Francisco Calí Tzay.
Una de las razones por las que no hay datos
precisos es la desconfianza. “Muchas comunidades no están dando aviso a las
autoridades si hay algún contagiado, porque (...) se llevan al enfermo, lo
hospitalizan y luego sólo informan de que se murió”, dice Calí Tzay.
Aunque no es posible cuantificar la
incidencia del coronavirus entre los pueblos indígenas, Survival International
asegura que “podría ser devastador”. De hecho, recalca que “en muchas regiones
habitadas por indígenas, la pandemia todavía está en sus primeras fases y ya
está causando estragos”.
La asociación explica que el virus supone una
especial amenaza para ellos, porque “su forma de vida comunal podría conllevar
una propagación rápida. Sus sociedades no son individualistas”.
Calí Tzay, indígena maya de Guatemala, hace
hincapié en que la “vida comunitaria” es una característica definitoria de las
poblaciones originarias. “Culturalmente, tienden a afrontar las cosas positivas
y negativas de forma comunitaria”, señala.
Este rasgo esencial de los indígenas propicia
asimismo que los efectos del coronavirus sean más brutales en sus pueblos. Cali
Tzay llama la atención sobre las medidas de confinamiento, que dejan “completamente
aislados” al colectivo y a sus miembros, rompiendo la “solidaridad
comunitaria”, que es la base de sus sociedades.
El coronavirus también pone en peligro su acervo
cultural. La covid-19 ha castigado con especial virulencia a los ancianos, que
ocupan un lugar destacado en la idiosincrasia indígena. “Cuando se pierde un
mayor, se pierde el conocimiento ancestral”, subraya. “Por eso, (...) ellos
dicen: ‘Cuiden a los ancianos y a los niños, son los guardianes de nuestro
conocimiento y el futuro de nuestros pueblos’”