• El autor de Liberar el aprendizaje, Santiago Rincón-Gallardo, perfila un análisis sobre la historia de la escolarización masiva y el aprendizaje en libertad
CIUDAD DE MÈXICO.
“No tengo duda de
que la escuela convencional —de un modo no deliberado— ha hecho más daño que
bien al cultivo de mentalidades y hábitos que se requieren para aprender en
profundidad”, dice a Excélsior el escritor y
ensayista Santiago Rincón-Gallardo, autor del ensayo Liberar el aprendizaje, que perfila un análisis sobre
la historia de la escolarización masiva y el aprendizaje en libertad.
“Lo primero que
debemos comprender es que aprendemos mejor en entornos de libertad, es decir, aprendemos
muy bien lo que nos interesa y que lo hacemos mejor en entornos de autonomía,
donde intentamos cosas, nos equivocarnos e intentamos de nuevo, porque aprender
es una práctica en libertad”, expresa el autor que encabeza el área de
investigación del equipo de consultoría de Michael Fullan y que publica este
trabajo en la editorial Grano de Sal.
Rincón-Gallardo
recordó que en su infancia él fue un alumno destacado, pero
incompleto. “Fui un alumno con las mejores calificaciones de mi grupo,
siempre estuve en el cuadro de honor, fui abanderado de la escolta y
representante de mi escuela, desde la primaria. Y, según mis maestros, yo era
un estudiante excelente que debía ser emulado por mis compañeros, pero al salir
de la preparatoria me di cuenta que no podía aprender por mi cuenta”.
“En ese momento yo podía memorizar grandes
piezas de información y ponerlas en un examen, escribir textos con bonita letra
y gramática y ortografía perfecta; y podía repetir información de un texto,
pero no podría definir el argumento fundamental de un libro, pues lo que hacía
era copiar las palabras que otros decían, pero era incapaz de expresar mis
propias ideas por escrito. Y ésa es la tragedia”, abunda el experto en política
educacional.
Y aunque una persona puede obtener buenas
calificaciones, “lo trágico es que la escuela, a final de cuentas, perjudica no
sólo a los niños que van mal, sino a los que también van bien, porque nos hacen
creer que lo más importante es satisfacer las expectativas de otros y con eso abandonamos
nuestra propia voz, nuestra manera de ver el mundo y la confianza de aprender
por nuestra cuenta”, explica.
El
autor reconoce que ese daño no es intencional, aunque sí se ejercita a través
de esa cultura escolar que mantenemos, donde se enfatiza la obediencia y la
disciplina por encima del aprendizaje. “Y ese daño no es sólo individual, sino
social, porque nos
estamos deshumanizando. Y si quisiéramos recuperar el proyecto
humano, tendríamos que empezar por cambiar cómo hacemos el trabajo diario en
nuestros salones de clase, para que el centro de nuestro trabajo sea liberar el
aprendizaje”.
Así que ése es uno de los principales
desafíos de la escuela mexicana, abunda, al igual que muchos sistemas
educativos del mundo.
“Aprender es una práctica en libertad y si
uno reflexiona sobre la manera como aprendemos lo que sabemos hacer bien —como
cantar, jugar futbol, tocar un instrumento, cocinar, hacer carpintería o contar
buenos chistes— notaríamos que ha sido en entornos de libertad, es decir, aprendemos
bien lo que nos interesa aprender y lo hacemos mejor en entornos de autonomía y
libertad, donde podemos intentar las cosas y equivocarnos, tratar de nuevo y
seguir practicando y sólo en esos entornos uno aprende de la mejor manera”,
afirma.