• Valeria Correa Fiz, Fernanda Trías y Analía Ferreyra hablan sobre el trabajo del escritor uruguayo
CIUDAD DE MÉXICO.
En el marco del 80
aniversario del nacimiento del escritor uruguayo Mario Levrero (1940-2004),
novelista de culto, dueño de una de las sumas literarias más ambiciosas en
Latinoamérica, tres escritoras e investigadoras charlaron con Excélsior acerca de la figura y obra del también
guionista de cómics, ensayista, cuentista y humorista nacido en Montevideo.
Valeria Correa Fiz
(Argentina, 1971), poeta y cuentista, creadora del libro de relatos La condición animal; Fernanda Trías (Uruguay, 1976), autora
de la novela La azotea y Analía Ferreyra (México, 1982),
escritora e investigadora méxico/uruguaya, quien realiza la maestría en la
Universidad de Lunds, en Suecia, y cuyo proyecto de titulación, Escribir(se):
la emergencia del sujeto múltiple en Diario de un canalla de
Mario Levrero, dieron su parecer respecto de novelista.
Ante la pregunta de cuál fue su primer acercamiento al universo levrero,
Fernanda Trías, alumna directa de Mario, asegura que lo conoció gracias al
escritor uruguayo Daniel Mella. “Recuerdo, lo llamé y le dije que
necesitaba una guía pues ya sentía que no podía avanzar más sola. Me dijo que
el enviara un fragmento de algo que yo hubiera escrito y lo hice.
A partir de ese momento comenzamos a reunirnos una vez a la semana para
discutir textos (gratis, él era tremendamente generoso con los jóvenes).
Así nos hicimos amigos y charlábamos de cualquier cosa. Para ese
entonces él ya tenía los talleres, pero yo no asistía. Un tiempo después él me
dijo si quería asistir cada tanto a sus talleres.
Mi relación con él era como si fuera un tío. A veces hablábamos de
cualquier cosa (quesos, fenómenos paranormales, enfermedades, me prestaba
libros, nos contábamos anécdotas)”, recuerda Trías.
Por su parte,
tanto Correa Fiz como Ferreyra tuvieron un acercamiento literario al autor. “Lo
primero que leí fue La máquina de pensar en Gladys. Es su
segundo libro de relatos, si no me equivoco, y es imaginativo e inquietante.
Algunos de esos cuentos breves me recordaron a Kafka”, reconoce Valeria.
Hace más o menos
10 años, recorriendo una librería en Montevideo me encontré con su libro de
cuentos Todo el tiempo. No sabía quién era Levrero, no sabía si me
gustaría, pero el libro me llamó, me pidió ser comprado y después de leerlo
quedé fascinada con ese encuentro y desde ese momento, me hice de todos los
libros de Levrero que pude.
EL HUMOR NEGRO
Sin duda, la ironía y el humor negro son dos tonos representativos de la
atmósfera de Mario Levrero.
“Levrero es un
escritor inclasificable. Su sentido del humor era genial: siempre encontraba el
lado divertido de la tragedia; destaco no sólo el humor negro, sino también el
absurdo que empleó con frecuencia en su obra. Es un humor ‘involuntario’, que
deriva de la inadaptación de sus personajes al mundo”, afirma Correa Fiz.
Por su parte, Analía
Ferreyra reconoce que “el hilo del humor es muy notable, sin embargo, no en
términos objetivos, sino personales. Con la lectura de sus libros me ocurre
aquello que Hans Ulrich Gumbrecht llama la producción de la presencia, me
siento partícipe de un evento que aparentemente emerge de la nada, en el que
percibo esta tensión oscilante entre presencia y significado, un evento que es
parte del mundo y está aparte del mundo en el que me sumerjo por completo”.
LEVRERO, EL INCLASIFICABLE
La novela luminosa,
El discurso vacío, El lugar, París, La ciudad, Dejen todo en mis manos, Diario
de un canalla, por parte de las
novelas; La máquina de pensar de Gladys, Nick Carter se divierte mientras
el lector es asesinado y yo agonizo, Caza de conejos, Los carros de fuego,
por los cuentos, son algunas de las obras de Levrero.
Autor que puede estar junto a nombres como Juan Carlos Onetti, Armonía
Somers o Felisberto Hernández, Mario Levrero es, en esencia, uno de los raros,
de los inclasificables. “A Mario lo incluiría dentro de los ‘raros’, que
definió Ángel Rama, por lo marginal. En toda América Latina siempre ha habido
escritores raros, marginales, únicos, auténticos. Despreocupados por el afuera,
por conformar a ciertos gustos o modas literarias del momento. Levrero es una
de esas voces”, asegura Fernanda Trías.
En lo personal,
creo que Levrero es un autor inclasificable, su obra puede estar junto a la de
Felisberto o Armonía, tanto como junto a la de Piglia o Saer. Creo que lo que a
mí más me ha aportado es una filosofía de vida en cuanto a la creación y a una
‘lectura’; literaria de la realidad”, asegura Ferreyra.
LA ESENCIA DEL
UNIVERSO LEVRERIANO
Puedo confesar que
mis obras preferidas de Mario son La novela luminosa, Nick
Carter… y La banda del ciempiés. Considero que uno de sus aportes a la
literatura es la falta de impostura, su autenticidad a la hora de escribir que
son palpables en la tercera etapa de su obra, la más autobiográfica”, afirma
Correa Fiz.
“Desde que conocí
a Levrero lo sentí como un interlocutor muy especial, sentí que él y yo
estábamos teniendo una conversación en un nivel más profundo y significativo
que con otros autores. Cuando me venía a Suecia, tuve que decidir qué libros me
traía. Me decidí por Diario de un canalla/Burdeos, 1972 porque yo a Levrero lo leo también como
una especie de salvavidas. Ir a sus libros es refugiarme en una noción de hogar
afectivo/intelectual.
Por su parte, Trías destaca el gran trabajo de la imaginación por parte
de Levrero. “Sin duda, el trabajo con la imaginación, con las imágenes
provenientes del inconsciente, sin duda el humor, son las cualidades de su
obra. Tenía una gran pericia en el manejo de la forma, pero decía que no le
interesaba pensar en eso”.