• Reflexionar no está de más
Muy buenos días estimable
lector gracias, muchas gracias por continuar prefiriendo este su Diario El Independiente. “Cuídate y pon mucha
atención, porque caminas en compañía de tu propia desgracia”.
Inicio esta columna comentando
a Usted; tal vez el Eclesiastés resumió lo esencial de su pensamiento en este
versículo del Capítulo 3,” Dios hace que cada cosa llegue a su tiempo, pero
también nos invita a mirar el conjunto; y nosotros no somos capaces de
descubrir el sentido global de la obra de Dios”
Pensé para mí y para Usted,
todo a su tiempo, hay un tiempo para cada cosa, y un momento para hacerla bajo
el cielo; hay tiempo para nacer, y tiempo para morir; tiempo para sembrar, y
tiempo para cosechar lo sembrado; un tiempo para dar muerte, y un tiempo para
sanar; un tiempo para destruir, y un tiempo para construir; un tiempo para
llorar y otro para reír; un tiempo para los lamentos, y otro para las danzas; n
tiempo para lanzar piedras, y otro para recogerlas; un tiempo para abrazar, y
otro para abstenerse de hacerlo; un tiempo para buscar, y otro para perder; un
tiempo para guardar, y otro para tirar fuera; un tiempo para rasgar, y otro
para coser; un tiempo para callar, y otro para hablar; un tiempo para amar, y
otro para odiar; un tiempo para la guerra, y otro para la paz. Finalmente ¿Qué
le queda al hombre de todos sus afanes?
Me puse a considerar los
varios centros de interés que Dios presenta a los hombres, y note lo siguiente:
El hace que cada cosa llegue a su tiempo, pero también invita a mirar el conjunto.
Y nosotros no somos capaces de descubrir el sentido global de la obra de Dios
desde el comienzo hasta el final. Comprendo que para el hombre el único bien es
gozar la vida y tener el bienestar. Que uno coma y beba y goce de felicidad,
“eso es un don de Dios”. Yo sé que Dios actúa con miras a toda duración del
tiempo; a esto nada se le puede agregar ni quitar; solamente nos corresponde
respetar su designio. Ya fue lo que es, y lo que será ya fue, y Dios recuperara
lo que se ha ido.
Seguí reflexionando sobre lo
que sucede bajo el sol; en el lugar del Derecho, está el mal; en el lugar de la
justicia, está la maldad. Pensé, Dios juzgara al justo y al criminal, porque
hay un tiempo para cada cosa, y Dios juzgara las obras de cada uno.
Ahora bien; el libro de
Eclesiastés resalta numerosas diferencias de la condición humana. No lo hace
como para decir: miren que la vida es engañosa, piensen pues en las cosas de
Dios. Más bien nos enseña que todas estas diferencias son la consecuencia de
otra más fundamental, el hombre es un ser mortal y limitado, no nos lleva a la
posibilidad; más bien nos invita a no perder tiempo ni gastar energías en
ilusiones, sino a vivir plenamente el momento presente, solucionando día tras
día los problemas que están a nuestro alcance y gozando hoy mismo la felicidad
que Dios Nuestro Señor reservo para estos días, y lo demás se deja a Dios.
Concluyo “no hay nada nuevo
bajo el Sol”. El mundo dirigido por Dios hacia un porvenir feliz y una
reconciliación de la humanidad, es repetir sin cesar los mismos
acontecimientos, sucediéndose reinos, guerras, éxitos y fracasos. Nada ocurre
realmente nuevo para el cumplimiento de la humanidad, el “Coronavirus” es una
realidad y con la muerte se termina todo.