• “Me di cuenta de que o vendía libros o tendría que cerrar la librería y buscar otra manera de vivir y darle de comer a mi hija”, Elena Martínez Blanco
Madrid. Elena Martínez Blanco es escritora de
literatura infantil y juvenil, pero también es una librera convencida de que
ese espacio –la librería– es un páramo de conocimiento y esperanza para un
mundo mejor. Su vida cambió radicalmente con la llegada de la pandemia del
Covid-19, que la obligó a cerrar de un día para otro las puertas de su local,
Serendipias, y preguntarse junto a su hija adolescente: ¿De qué vamos a
comer mañana?
Después de unos minutos de
tribulación y de vértigo tomó una decisión: preparar su bicicleta, un buen
equipo de protección con guantes, mascarilla y pantalla protectora y una buena
mochila para meter los pedidos que ella misma tenía pensado entregar a sus
vecinos. Así ha logrado no sólo vender más libros que otros meses, sino también
mantener viva el único local de este tipo en su localidad, llamada Tres Cantos,
y seguir llevando a diario un plato de comida a su mesa.
Martínez Blanco fundó
Serendipias hace un par de años en Tres Cantos, que se ubica a unos 25
kilómetros de Madrid. La ciudad tiene alrededor de 50 mil habitantes y es
ejemplo de planificación urbana, con parques, áreas verdes y deportivas y
escuelas suficientes para la población de parejas jóvenes con hijos pequeños.
Ella misma es madre divorciada de una niña adolescente, cuyo padre no colabora
en la manutención de la joven.
Su vida siempre ha estado
ligada a la escritura y la literatura. De hecho, ella misma es autora de libros
infantiles y juveniles que se venden en varios países de América Latina, entre
ellos México, así que decidió fundar la librería y crear no sólo un espacio de
venta de libros, sino ir más allá y crear un espacio de encuentro. Por eso
Serendipias se convirtió de inmediato en sitio para escuchar cuentos
infantiles, participar en talleres de literatura, acudir a presentaciones de
libros y comprar los ejemplares para educar a los más pequeños, así como las
últimas novedades para adultos. El negocio no iba mal y ella iba sacando
adelante en solitario y poco a poco tanto su proyecto profesional como a su
hija.
Pero llegó la pandemia del
Covid-19 y todo ese mundo en construcción y en marcha se alteró. Sus cimientos
se sacudieron y de pronto vio cómo todo aquello por lo que había luchado con
tanto empeño estaba en riesgo de morir. Me di cuenta de que o vendía
libros o tendría que cerrar la librería y buscar otra manera de vivir y darle
de comer a mi hija. Así que hablé con ella y le dije que o buscaba una manera
de seguir trabajando o no tendríamos para comer. Saqué mi bicicleta, me preparé
con un buen equipo de protección, activé las redes sociales y empecé con la
venta electrónica de libros que yo misma entregaba en las casas de los vecinos,
explicó.
No quería contratar una
agencia de mensajería porque no quería arriesgar a mis vecinos con medidas de
seguridad e higiene que yo no controlaba; además, pensé que sería mucho más
ágil que yo misma entregara los pedidos, y muchas veces lo hacía sólo una o dos
horas después de haberse realizado la compra. Y además yo misma limpiaba todo,
lo desinfectaba y garantizaba el proceso de seguridad e higiene. Mi sorpresa
fue que empecé con dos o tres pedidos y al poco tiempo tenía hasta 30. De
hecho, tuve que pedir a mi padre que me ayudara en el reparto, explicó.
Elena, de 43 años, es autora
de libros como Los gusanos de seda, Bajo el paraguas azul,
Serendipias y Abecedario de los fonemas, entre otros. Para mantener
viva la actividad de la librería, aunque fuera de forma virtual, decidió
organizar encuentros por Internet y leer cada noche cuentos infantiles a su
público más joven. Así, además de promover la venta de sus libros, mantenía
vivo su negocio, que además es el único de este giro en su localidad.
Su arrojo por asumir ella
misma el reparto de sus libros y mantener la actividad de la librería le ha
salvado de tener que cerrar sus puertas y ha podido sufragar buena parte de sus
gastos mensuales, incluso a pesar de que el dueño del local que renta la eximió
del pago durante dos meses. Ahora, en la fase de la
llamada desescalada del confinamiento en el que está Madrid, Elena
puede vender libros con cita previa, sin que el cliente entre al local y, por
supuesto, sin que toque ningún ejemplar. Ella, además de vender así las
ediciones y poder saludar a sus vecinos y clientes, sigue con la entrega a
domicilio. Y continuará así hasta que se regularice la situación y se recupere
poco a poco la normalidad.
De momento creo que ya
superamos la etapa más crítica y ahora, además, he conseguido un crédito del
Estado, que me permitirá tener un colchón para el futuro inmediato, que sigue
siendo imprevisible. Pero yo seguiré luchando por subsistir.