• Dentro del ciclo Autores en cuarentena, la novelista habla de su proceso creativo y también del miedo
CIUDAD DE MÉXICO.
“Hay que desafiar al miedo. No quiero
temerle a los otros”, afirma tajante la escritora y periodista mexicana Ángeles
Mastretta (1949) tras dos meses de estar confinada en su casa debido a la
pandemia del covid-19.
“Al principio era como gozar de una pequeña
vacación. Me repetía a mí misma ‘estamos bien, tenemos comida, no será para
tanto’. Pero al segundo mes sentía que los demás se habían vuelto un riesgo,
que la calle era peligrosa y abrir la puerta me daba miedo. Entonces, me
propuse perder el miedo, porque estamos guardados para defensa nuestra, pero
también para el bien de los demás”, agrega la novelista.
En
su participación en el ciclo Autores en cuarentena, organizado por el festival literario Centroamérica Cuenta y editorial Planeta, la narradora de 70 años reflexionó sobre
cómo está viviendo el encierro y el silencio, cómo está creando; pero también
sobre el éxito de las mujeres gobernantes para enfrentar el virus, la relación
México-Estados Unidos, la migración y la pobreza.
“Si sólo veo hacia adentro, mi encierro es
precioso, tranquilo, creativo. Pero si miro hacia afuera es otra cosa”,
advierte la también poeta, cuya vida ha sido marcada por dos pasiones: la
literatura y el canto.
“Adentro de mi casa estoy muy bien
acompañada. Vivo con Héctor (Aguilar Camín), estamos contentos juntos, nos
divertimos, conversamos mucho. Tenemos una mesa para dos; hacemos unos largos
desayunos y unas comidas en las que a veces platicamos con amigos por Face o
por Zoom. Yo bailo en las noches, leo mucho, escribo. Y la vida corre con
bastante ligereza”, detalla.
Sin
embargo, agrega la autora de La pájara pinta (1978), Arráncame la vida (1985)
y Mujeres
de ojos grandes (1990), su primer poemario, novela y libro de
cuentos publicados, respectivamente, las noticias de afuera de México son terribles y contradictorias.
“En la mayoría de los países fue así, menos
en los muy organizados, como Islandia, Finlandia, Alemania, donde muy
rápidamente las mujeres que los gobiernan pusieron orden, hicieron pruebas y
aportaron la solución.
“Esta pandemia ha sido una prueba de la
utilidad de las mujeres en el gobierno. Ha resultado extraordinario que de los
12 países que mejor han controlado la plaga, ocho estén gobernados por mujeres.
Es para elogiarse”, destaca.
La cuentista no sabe con certeza por qué las
gobernantes mujeres han sabido manejar mejor el virus. “Creo que hemos
aprendido durante muchos años a ser aptas para todo. Las presidentas han sido
muy racionales, muy cuidadosas. Hay en toda mujer una paciencia que permite
ejercer el mando con una sutileza que no tiene el hombre. Tenemos más claro el
dolor, más asumido como algo inevitable de la vida. Tal vez esto influya”.
Mastretta
lamenta que “en nuestras naciones no pasó
eso. Nos sigue faltando información
y, además, no nos la creemos. México, por ejemplo, no ha hecho muchas pruebas y
no sabemos quiénes están contagiados, por eso da miedo salir. Hay gente que
todavía cree que el virus no existe, que lo están inventando.
“A la clase media bien cuidada nos está yendo
bien, pero a la gente que debe trabajar no. Las personas se están enfermando
mucho más en el oriente de la ciudad, en las demarcaciones más pobres, porque
usan el transporte público. Hay muchos más contagiados de los que hemos
contado”, indica.
“El siguiente miedo, por los empleos que se
han perdido, será, una vez que dejemos de estar encerrados, a dónde irá la
gente a trabajar”, señala.