• La mayoría de las librerías de Madrid y Barcelona permanecen cerradas.
Madrid. Las ciudades españolas van recuperando su trasiego
habitual poco a poco y con profundos cambios en el comportamiento de las
personas, en el tránsito hacia la llamada nueva realidad. El sector
editorial, que da empleo directo e indirecto a más de 30 mil personas en el
país y representa algo más de 0.7 por ciento del PIB, afronta los primeros días
de la desescalada de la cuarentena con mucha zozobra y más
incertidumbre sobre el futuro inmediato y de largo plazo.
Librerías, editoriales y distribuidores mantienen
su frágil subsistencia con alfileres y muchos de ellos gracias a las escasas
ayudas que ha otorgado el Estado para evitar que naufrague del todo.
La mayoría de las librerías de Madrid y
Barcelona permanecen cerradas. Algunas iniciaron labores cuando el presidente
del gobierno español, el socialista Pedro Sánchez, anunció las fases de la
desescalada y en la primera consideraba autorización para reabrir los locales
comerciales de menos de 400 metros cuadrados. Pero las condiciones son muy
difíciles de asumir. Por ejemplo, si una librería decide admitir clientes se
tiene que hacer cita previa, además de que debe adaptar el negocio a
la nueva realidad, es decir, instalar mamparas protectoras de metacrilato
y tener gel desinfectante, y sólo hasta entrar en la segunda fase los clientes
pueden ingresar al local.
Por ejemplo, si hoy una persona quiere
comprar un libro en Madrid o Barcelona, primero tendría que hacer la cita por
Internet o por teléfono. Una vez hecha, puede acudir a la puerta del local,
adonde en ningún caso podrá entrar. También tiene prohibido tocar o simplemente
hojear un libro por el temor de que ese simple gesto sea un foco de contagio.
Según datos de la Federación de Gremios de
Editores de España (FGEE), este sector mueve anualmente cerca de 4 mil millones
de euros (0.7 por ciento del PIB). Su composición es parecida a la del resto de
países europeos, es decir, existe un pequeño número de grandes editores que
producen la mayoría de los títulos y generan la mayor parte de la cifra de
negocio, y un gran número de pequeños editores muy tendentes a la
especialización. Las más de 800 empresas agrupadas en la FGEE representan
prácticamente la totalidad del sector y en el año reciente editaron más de 300
millones de libros.
La pandemia provocó, como en casi todo el
mundo, la paralización de la actividad comercial. En el sector editorial el
eslabón más afectado fueron las librerías, sobre todo las pequeñas y las
especializadas, a pesar de que muchas han intentado crear nuevas formas de
comercialización y de repartir a domicilio.
Las cifras son contundentes: la semana del 16
al 22 de marzo las ventas de ejemplares se redujeron en 80.44 por ciento con
respecto a la semana anterior, que ya registraba pérdidas. Este porcentaje se
traduce en 570 mil 994 ejemplares menos vendidos y en el descenso de las ventas
en más de 8 millones de euros, lo que representa una pérdida de 84 por ciento.
Al igual que con el cierre parcial, esta caída es aún mayor si la comparamos
con el mismo periodo del año anterior, en el que las ventas rondaban 12
millones y medio de euros, es decir, una reducción de 10 millones 861 mil 580
euros en una semana.
En abril los datos han sido parecidos, a lo
que se ha sumado que el sector no pudo vivir con normalidad algunas de sus
actividades más importantes del año: el Día del Libro, el Sant Jordi en
Cataluña y la Feria del Libro de Madrid.
Enrique Pascual –director de la prestigiosa
red de librerías Marcial Pons, que también funciona como editorial, y
presidente del Gremio de Librerías de Madrid– confirmó a La
Jornada que la situación es muy delicada. Su caso no es
el más preocupante, pues no pararon del todo, ya que han mantenido sus ventas
por Internet –que antes de la pandemia ya funcionaban bastante bien– y han
seguido exportando a otros países, sobre todo México, Chile, Colombia y
Argentina. Además, a la mayor parte de su plantilla le aplicaron un expediente
de regulación temporal del empleo, lo que significa que 75 por ciento del
salario lo asume el Estado durante el tiempo que dure la crisis y como medida
de excepción para evitar el cierre de la empresa.
Vivir de prestado
Nos quedamos trabajando los que no podemos
irnos. Hay una persona en facturación y hemos ido incorporando a más para
afrontar la distribución, las suscripciones, las compras por Internet. Y
nuestra idea es ir de aquí a que nos dejen, incorporando a las personas de
manera paulatina, explicó.
Al igual que muchas otras librerías o
editoriales, Marcial Pons solicitó un préstamo al Instituto de Crédito Oficial
(ICO), la principal medida del gobierno para rescatar al sector y que supone
tener un fondo de liquidez a un precio muy barato para mantener en
funcionamiento a la compañía, al menos hasta que se vaya recuperando la
actividad. Este es un año en el que casi todas las empresas vamos a
convalecer en rojo. La recuperación vendrá el año que viene si hay medidas de
estímulo a lo que puedan ser compras institucionales. El sector se recuperará
por la vía de la compra de bibliotecas. Y de organismos e instituciones, explicó
Pascual. Además, reconoció que si el gobierno no hubiera aprobado las
medidas, hubiéramos desaparecido. Son medidas que al final van llegando, que no
sé si serán para alargar la agonía o para evitar la defunción. Muchas noches he
estado encogido porque estás con la incertidumbre de que las cosas no llegan y
alivia ver que tu gente cobra al menos 75 por ciento de su salario. Hay que
sobrevivir al verano y llegar a septiembre, ojalá podamos.
Francisco Ochoa de Michelena es el editor de
los sellos Sequitur y Casimiro. La primera consecuencia de la pandemia fue la
paralización de los libros que tenía previsto imprimir, así que en lugar de
presentaciones y organizar las entregas se ha dedicado este tiempo a leer y
buscar nueva obra para publicar en los próximos meses. De hecho, ya tiene en
marcha la edición hasta de ocho libros, pero siempre con la cautela de ver cómo
evoluciona la crisis, sobre todo porque su facturación ha caído drásticamente
hasta 80 por ciento. Me afectó de forma indirecta. Yo soy un editor más de
fondo y mi mercado principal es el que está ligado a las exposiciones y los
museos. El libro de arte vinculado a exposiciones y el de ciencias sociales
vinculado al curso académico. El cierre de los museos sí me afecta mucho. De
hecho, todo mi plan editorial está aplazado y se prolongará hasta que los
museos vuelvan a abrir, explicó.
Ochoa de Michelena también pidió una línea de
crédito ICO, sobre todo para el futuro incierto. En general veo que hay
mucha confusión en las decisiones del gobierno, mucha torpeza en la cuestión
del pago de impuestos, cobrar la cuota de autónomos cuando hay muchos que están
sin ingresos. Y lo que no me está gustando del planteamiento general es que el
sector cultural defiende la excepcionalidad, cuando todo el país está sufriendo
la misma situación. Me molesta abusar para pedir privilegios.