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Hoy es domingo, 24 de noviembre de 2024

Cecilia Fuentes Macedo, la Scheherazade mexicana

• Damas y caballeros, ha nacido una nueva influencer o, tal vez, la anti-influencer por excelencia

Cecilia Fuentes Macedo, la Scheherazade mexicana

Ciduad de México

 

Cecilia Fuentes Macedo, está de moda. Nos tiene embelesados con su mezcla de ternura, desvalimiento, arranques de genio, sarcasmo, simpatía y mucho humor negro. Es una niña grande, traviesa, algo díscola, simpática y controversial. Cada entrevista donde ella toma parte nos resulta corta, cortísima, para todo lo que tiene que contarnos esta acróbata de la comunicación. Ella deja huella en el corazón de todo el que la conoce.

 

Cecilia Fuentes es por antonomasia, la nueva forma de comunicar. Su tiempo de permanecer entre las sombras, “borrada”, como ella misma ha declarado muchas veces, ha terminado, a pesar de la maliciosa y mezquina influencia de quienes ven en ella no únicamente a una poderosa sucesora mediática para Carlos Fuentes, sino a una desmitificadora por naturaleza. Con ella se acaban las conductas intachables y las vidas impolutas de los próceres de la literatura latinoamericana. Ella conoce de primera mano que todos tienen un lado oscuro y lo disfruta, lo saborea y lo desdramatiza. Aquellas vaporosidades que ella tanteaba con soltura y desparpajo desde muy pequeña y en las que aprendió a manejarse con total maestría, décadas después le sirven para aderezar su espléndido libro Mujer en papel, las memorias de su madre, la inquietante Rita Macedo.

 

A estas alturas de la vida nada la horroriza. Muy por el contrario, todo lo comprende y acepta, toda verdad es válida para ella, con la única excepción de la “nacada” (¡Estamos contigo!). Ella ha aprendido la inutilidad del sufrimiento, cuando este se vuelve excesivo. Por ello, desde muy joven y para vencer vicisitudes, se reinventó una y otra vez, trabajando en medios de comunicación, creando objetos culturales, escribiendo...

 

¿Qué es hija de Carlos Fuentes? So, what? ¿Acaso a él le preguntaron por Cecilia, cuando recibía premios como el Rómulo Gallegos, el Cervantes o el Príncipe de Asturias? ¿Verdad que no? ¿Qué es hija de Rita Macedo? That don´t impress me much. ¡Cecilia vale por sí misma! Por sus experiencias de vida, sus viajes, porque es reflexiva, intuitiva, observadora, talentosa, sensible y creativa y si es necesario, ¡de armas tomar! A las nuevas generaciones, que están encantadas con sus divertidos desmanes frente a la cámara durante sus transmisiones en Facebook Live, ni cómo hacerles leer La región más transparente. Quizás, con mucho esfuerzo, lograrían ver el fragmento de La Llorona donde a la pobre Julissa la decapitan.

 

A la generación Z, le interesa todavía menos Fuentes y su parafernalia. Ellos anhelan únicamente pasar una tarde entretenida con esa niña grande que es la Fuentes Macedo. Si muchos de ellos no saben quién fue John Lennon, mucho menos importará un rábano conocer la obra de Carlos Fuentes, cuando pueden estar horas extasiados ante esas complejidades de la jerga reguetonera. Ellos quieren imágenes e inmediatez y Cecilia sabe cómo complacerlos.

 

A Cecilia Fuentes la adoran todos Hay un refrán muy sabio que reza: “A cada uno le llega su momento”, y el momento de Cecilia ha llegado. Su transitar como un personaje anodino durante décadas, ha terminado. Se acabó el ser la “hermana de Julissa o Luis De Llano”, la “tía de Benny y Alex Ibarra”. Ha nacido una nueva figura mediática que, les aseguramos con conocimiento de causa, no será “flor de un día”. Su popularidad actual, muy bien merecida, por cierto, ha sido ganada a pulso y recién comienza. Su talento para la escritura es genuino y no estamos tan seguros que pueda ser herencia de Carlos Fuentes (1928-2012) o de su abuela, la escritora de origen poblano Julia Guzmán Esparza (1906-1977), su estilo auténtico, desenfadado y desligado de ideologías, panfletos y monsergas, la avala.

 

Contrariamente a esas ganadoras de concursos de talentos, que tanto abundan en la televisión, Cecilia no necesita “producirse”, ni “relanzar” su imagen: sin una gota de maquillaje luce un rostro juvenil que ya quisieran muchas treintañeras y, con sus hermosos cabellos castaños encanecidos y peinados al natural, resulta fantástica. Además, no necesita perder peso. Al contrario, puede ser imagen de cualquier gastrobar o restaurante de diseño de prestigio: clase y saber estar le sobran para ello.

 

Ella es per se, una nueva manera de ser hermosa…

 

Suerte de “cuenta-cuentos” del nuevo milenio, la Fuentes Macedo es adorada por todos: baby boomers, generación X, millennials y generación Z: heteros y LGBT+; conservadores y liberales; proletariado y burguesía por igual. Güeros y prietos... Ella es la tía, vecina, prima, hermana, pareja y amiga que todos soñamos tener. Sus camisetas temáticas, sus chalecos, sus pañuelos, sus chaquetas, su afición por los monstruos, sus colecciones, su humor negro, sus ribetes depresivos, sus expresiones espontáneas y sus irreverencias aderezadas con comedimiento, discreción y respeto, aumentan el deseo de conocerla y ya le han granjeado una amplia legión de seguidores, quienes la esperan con total y absoluta devoción en las firmas de su exitoso libro Mujer en papel, que apenas en unos pocos meses ha cosechado tres ediciones en papel y ya se encuentra disponible en medios electrónicos.

 

Todos quieren abrazarla en librerías, ferias de libros, ruedas de prensa, hacerse una foto con ella. Cecilia nos resulta cautivadora y elocuente. Ya ella trascendió a sus padres, citándolos únicamente como referencia obligada a la hora de promover Mujer en papel, las memorias inconclusas de su madre y de la cual es coautora y editora. Ella ya inició su transitar sola, dejando atrás a sus fascinantes progenitores, como magníficos protagonistas de un pasado fastuoso, inquietante y cautivador.

 

Cecilia se convirtió en una comunicadora por derecho propio, aprendiendo poco a poco a creer en sí misma, decidida a cumplir la palabra que le había empeñado a su madre: publicar sus memorias, enfrentándose a los obstáculos que iban surgiendo ora en su círculo familiar, ora entre personajes de la esfera pública.

 

Hasta que más de veinte años después, comenzó derribando trasnochados mitos y bajando ídolos de bronce de sus pedestales y les retiró el barniz de una época dorada cinematográfica que no volvería jamás. Todo ello para convertirlos en encantadores seres imperfectos de carne y hueso que fornican, que chismorrean, que tienen dilemas, que se traicionan... Acabando de una vez por todas, con esos héroes tan sobrevalorados en Latinoamérica y con esa ostentación anquilosada de narrativa, que ya no se compagina con los nuevos tiempos que vivimos y que ya no interesa más allá de las aulas de Filosofía, Letras o Historia del Arte y, muchas veces, ni siquiera ahí encuentran suficiente espacio.

 

Uno de los objetivos que Cecilia logra con creces, es que amemos a Rita Macedo y a Carlos Fuentes, más por sus travesuras y defectos, que por sus virtudes: nos encanta saber de su libertad sexual, de la lucha que a veces mantenían con el dinero para poderse permitir un estilo de vida que no es fácil para nadie, de los rechazos tácitos que tuvieron que sufrir para poder abrirse paso en lugares tan sectarios como la Europa o los Estados Unidos de los años cincuenta y sesenta y muchas miserias más.