• Recuperan la obra del artista neobarroco que en 21 óleos plasmó la vida de Sor Juana Inés de la cruz, en el 325 aniversario luctuoso de la décima musa
CIUDAD DE MÉXICO.
Los herederos del pintor neobarroco Jorge Sánchez Hernández
(1926-2016) han iniciado el rescate de su obra pictórica,
dado que se ha convertido en uno de los creadores más olvidados y plagiados del
siglo XX, aunque asumió la misión de recrear y reimaginar el mundo virreinal y
de plantear la obra y la figura de Sor Juana Inés de la Cruz.
Al mismo tiempo, su obra es una alegoría que
convirtió a este creador en un rescatista del trazo barroco, a partir de
colecciones como las que dedicó a la Décima Musa o al Nican Mopohua.
Su
trabajo suma poco más de tres mil obras y su rescate se realiza a través de una
plataforma virtual, en el marco del 325 aniversario luctuoso de la Décima Musa,
que se conmemorará el próximo 17 de abril.
En
entrevista, Elena Pietrini Sánchez, nieta del artista, detalló que el rescate
inicia con la puesta en marcha de esta galería virtual, debido al creciente
plagio y la falta de reconocimiento que enfrenta la obra plástica del artista.
Y aunque reconoció que hay interés de
algunas autoridades culturales para exhibir la en dicho formato la obra de su
abuelo, “ha sido difícil el rescate, porque muchas personas suben las imágenes
a internet y desconocen que se trata de obra contemporánea, y entonces creen
que forman parte del dominio público. Así que ha costado trabajo que la
gente reconozca al artista que no se vinculó con los movimientos vanguardistas
de su época.
Pietrini Sánchez recordó que su abuelo releyó
la obra de Sor Juana “y varios de los extractos que más le llamaron la atención
los utilizó en las cartelas que ilustran las 21 pinturas de dicha colección.
“Diría que en cada una de sus obras hay un
palpitar de lo que le llamaba la atención de Sor Juana Inés de la Cruz, de su
mente, su hambre y su espíritu tan libre. Yo creo que él admiraba el espíritu
de Sor Juana, a quien siempre observó como una mujer que tuvo una gran sed de
conocimiento y una gran espiritualidad... como mi abuelo, que también fue muy
espiritual”.
Jorge Sánchez Hernández nació en la Ciudad de
México el 23 de abril de 1926. Desde pequeño mostró afición por la pintura,
pero al padecer la constante fractura de sus huesos, conocido como ‘hombre de
vidrio’, su mamá trataba de mantenerlo quieto, dibujando.
Al
principio se dedicó al dibujo comercial para ilustrar anuncios publicitarios en
los periódicos de la época.
Alrededor de 1945 ingresó a la Academia de
San Carlos de la Ciudad de México y tuvo como maestros al pintor alemán
Hubertus von Reimer y al pintor italiano Carlo Monteverdi.
Después ingresó al taller de Carmen Jiménez
Labora, reconocida pintora y miniaturista poblana con quien aprendió este arte.
Fueron muchas las piezas en miniatura que
elaboró durante un periodo de doce años, de tal modo que en enero de 1950 montó
una exposición en la joyería Gual, ubicada en la calle Francisco I. Madero del
Centro Histórico de la Ciudad de México.
Sin embargo, en cuanto a las tendencias o
corrientes de pintura de su tiempo, Jorge Sánchez no se identificó con las
vanguardias, pues consideraba que ninguna le convencía, ya que desde su mirada
fragmentaban la pintura.
Y mientras algunos se interesaban más por el
color, otros despreciaban el dibujo y la forma, él buscaba perfeccionar
su técnica.
Fue admirador de los grandes maestros de la
pintura, como Diego Velázquez, Francisco de Zurbarán, Esteban Murillo,
Caravaggio, Rafael, Miguel Ángel. Buscaba la perfección en el dibujo, el color,
la perspectiva, el claro obscuro, el manejo de las veladuras, el tratamiento de
las telas, por lo que decidió ser autodidacta y desarrolló su propio estilo,
fue cambiando su técnica, sobre todo después que hizo un viaje a Europa y pudo
admirar las obras originales de estos grandes artistas. Por eso algunos dicen
que Jorge Sánchez es un pintor barroco en el siglo XX.
Sin
embargo, las constantes fracturas lo obligaban a guardar
reposo, en particular cuando se dedicó al muralismo pintando sobre plástico
(vinilo), con temas como los jardines del Palacio de Versalles, Roma y Venecia,
para cubrir paredes en hospitales, restaurantes, casas particulares.
Entonces sufrió una caída de la escalera que
le inmovilizó por cierto tiempo y decidió probar con la pintura de caballete y,
al estilo de Lautrec, dibujaba a bailadoras españolas en una Academia de Baile
Flamenco.
Durante
el sexenio del entonces presidente José López Portillo (1976-1982), hubo un marcado interés por Sor Juana Inés
de la Cruz. Entonces se buscaban sus restos y su hermana Margarita inaugura el
Claustro de Sor Juana en el mismo convento de San Jerónimo, donde la monja vivió
hasta su muerte en 1695.
Así
que Sánchez aprovechó esa coyuntura para pintar su colección con 21 óleos sobre la vida de Sor Juana, misma que expuso en el Museo de la Ciudad
de México, el 11 de diciembre de 1978, así como en la Biblioteca Palafoxiana,
la Casa de la Cultura y la Sala Agustín Arrieta, de Puebla, en mayo de 1979.
También elaboró la serie Nican Mopohua, en
1981, con motivo del 450 aniversario de las Apariciones Guadalupanas, con 18
óleos sobre tela que intentaban ilustrar el importante documento que escribió
en náhuatl don Antonio Valeriano.
Para esta serie, el artista le pidió a Corina
Tort, hija del compositor César Tort, para recrear a una Virgen de Guadalupe
que sintetizara los rasgos españoles e indígenas.
Y
también destacó su colección de las Monjas coronadas, con 30 retratos de los siglos XVII y XVIII.