• El confinamiento es una oportunidad para estrechar lazos mediante la lectura, afirma la escritora María Baranda
CIUDAD DE MÉXICO.
“El confinamiento por el
COVID-19 es una gran oportunidad para estrechar lazos en casa a través de la
lectura, porque ésta le da valor a la palabra narrativa y a la poética, y
siembras un lazo afectivo con quien lees”, afirma la narradora y poeta María
Baranda (Ciudad de México, 1962), quien acaba de publicar De la vida de las ranas,
un volumen que reinterpreta el relato de La princesa y el sapo, para mostrar
que no se puede juzgar a las personas por su apariencia, y plantea el por qué
niñas y mujeres no deben resignarse a convivir con el primer sapo que han
besado ni a vivir bajo la palabra de un príncipe.
“Toda palabra va a potenciar la fantasía y la
imaginación, y eso es invaluable. ¿Quién no recuerda esos cuentos que les
contaba su papá o su mamá antes de dormir o de aquel abuelo narrador? Son cosas
que atesoramos toda la vida. Entonces, este tiempo libre que muchos tenemos
ahora es maravilloso”, añadió la también poeta y traductora que ha ganado
premios como el Nacional de Poesía Efraín Huerta 1995, el Barco de Vapor de
1995 y el FILIJ 2004.
¿Es la imaginación una fórmula para
sobrevivir al confinamiento?, se le pregunta. “La imaginación es el instrumento
más potente que tenemos los adultos y los niños para salir adelante. El día que
perdamos la imaginación, perderemos la posibilidad de reinventarnos y estaremos
muriendo en este encierro. La imaginación, sí es lo primordial”.
Baranda también habla sobre De la vida de las
ranas, su más reciente libro, publicado por Ediciones El Naranjo.
“Es una historia sencilla, en apariencia,
aunque son las más difíciles. El reto era la sencillez y abordar una historia
muy usada como La princesa y el sapo que se convierte en príncipe azul. Sin
embargo, en esta historia hay una vuelta de tuerca que es contundente y que me
gustaría pasarlo a todas (las mujeres), explicando que una buena elección nace
del ensayo y el error… aunque en el momento en que tú pruebas algo no significa
que debas quedarte ahí”.
Otra cosa que tiene esta historia, abunda
Baranda, es que la rana no es una princesa, es decir, no se trata de una niña
que se cree princesa y partir desde ahí es importante, pues el personaje no
entiende por qué su sapo, que ella ve como si fuera príncipe, se burla de ella
por tener la cara de rana. ¿Por qué se burla de algo que ella es? Y aquí cabe
todo lo que podamos decir sobre la tolerancia. Quise trabajar desde una idea:
cada quien nace y es como es… Y si yo tengo ojos cafés, me falta un ojo, tengo
el pelo crespo o soy alta, ¿por qué alguien se va a quejar de cómo soy?
“No puedes nunca reírte de lo que tú
consideras que es un defecto del otro, porque no es un defecto, sino una
condición. Y si viéramos el mundo de esta manera, habría más tolerancia, ya que
si tú naces con cierta religión y yo con otra podríamos convivir en un mundo
mucho más rico y amplio como la vida en el estanque. Por eso resulta absurdo
para ella que el príncipe se burle de ella.Cuando uno es niño, aprende algunas
ideas preconcebidas de cómo vamos a ser, amar, o tolerar”, plantea.
¿Y qué hay del príncipe? “Pienso que a ese
tipo de personajes los construimos entre todos; ese es nuestro imaginario
colectivo, no sólo el de la mamá, sino que también es el de la maestra, el
papá, la abuela, el hermano… entre todos construimos la sociedad y el mundo que
tenemos. Por eso a las mujeres nos está costando deconstruir ese ideario en el
que vamos juntos”.
Ilustrado por Israel Barrón, este volumen va
dirigido a los primeros lectores, aunque puede ser una fábula para todas las
edades.
¿Cómo decide si una historia vale la pena ser
contada o reconstruida? “Siempre planteo las historias para mí. Yo soy la
primera lectora de mis historias y mis poemas, y si a mí me interesa muchísimo
creo que ahí hay un material. Pasa por la coladera y yo soy la primera lectora
y soy estricta. Pero si no me interesa mucho o siento que me estoy yendo a un
ámbito pedagógico o moralino… abandono la historia”.
“La narrativa está siempre pensándose entre
lo que me interesa y ese lector joven que tengo imaginariamente en la cabeza.
Debo reconocer que entre mis temas siempre está el lidiar con la diferencia;
tengo demasiados libros como para saber que es uno de los ejes que me cruzan
internamente, es decir, cómo lo distinto nos puede amenazar y cómo reaccionamos
ante lo que es diferente”.
¿La poesía es la herramienta de su prosa? “La
poesía es una manera de pensar. Considero que hay cineastas como Andréi
Tarkovsky, que piensan como poetas que tienen una mente poética, que acuden a
lo simbólico o por la manera como se detienen en la imagen… claro que mi mente
de poeta me hace ser sucinta en el lenguaje y clara en la descripción;
economizo palabras y construyo más la atmósfera. Además, me interesa mucho el
ritmo. Así que todos esos elementos de la poesía entran a mi narrativa y espero
que sea para bien”.
¿Le cuesta trabajo conectar con el pequeño
lector de nuestro tiempo? “Creo que la literatura no compite con otras
plataformas. No importa la televisión de paga, las app o el Xbox. No importa si
son niños de ciudad o del campo, aunque sí son diferentes, pero lo cierto es
que siempre se quedan con los ojos abiertos cuando les cuentas una buena
historia”.