• El autor no celebrará sus 80 años con sus hijas, quienes viven en Londres y Nueva York; y reveló que enfrenta el ninguneo oficial
CIUDAD DE MÉXICO.
“La poesía ha sido el leitmotiv de mi vida. Si no la escribo, no me siento
vivo”, afirma el poeta, novelista, diplomático y activista ambiental mexicano
Homero Aridjis (1940), quien hoy cumple ocho décadas de vida.
En
entrevista con Excélsior, el autor de Mirándola dormir, con el que ganó el Premio Xavier Villaurrutia
en 1964, convirtiéndose en uno de los más jóvenes en recibirlo, comenta que ama
tanto a la poesía como a la naturaleza, por eso las sigue defendiendo.
“He tenido contacto con la poesía a lo largo
de toda mi vida. Y, para mí, la naturaleza, los árboles y los animales son
poesía viva”, agrega el autor de 50 libros de poesía y prosa, muchos de ellos
traducidos a 15 idiomas.
Quien presidió el PEN Club Internacional
durante seis años, de 1997 a 2003, confiesa que llega a su cumpleaños 80 feliz,
“pero un tanto abrumado”, debido a que no podrá festejar con sus hijas Cloe y
Eva, quienes viven en Londres y Nueva York, respectivamente, y no pudieron
viajar debido a la pandemia del coronavirus.
“La pasaré en la ciudad con mi esposa Bety,
de quien he estado enamorado desde 1964. Ha sido la compañera de toda la vida.
Y ahora estamos juntos en el confinamiento. Nunca pensé que a mis 80 años
viviría tiempos de plaga. Estoy abrumado de ver tanta muerte”, añade.
El diplomático que vivió 14 años entre París,
Londres, Italia, España y Grecia dice que todo está afectado por la pandemia.
“Este virus abruma y cancela los proyectos personales. Ahora uno trata de
sobrevivir a esta plaga. Es un virus malévolo, porque es invisible, impalpable,
pero está en todas partes. La mejor defensa es el espíritu.
“Esta pandemia es un desorden ecológico. Es
producto de nuestra mala relación con la naturaleza. Es un reclamo que nos hace
la naturaleza por depredarla tanto. Si no cambiamos esta relación, seguiremos
de plaga en plaga”, señala.
De
hecho, el poeta no pudo celebrar como había planeado, pues su hija Eva tuvo que
cancelar la reunión que le había organizado en Brooklyn, a la que estaban
invitados escritores europeos, mexicanos y estadunidenses, como Paul Auster; y
tampoco pudo publicar su nuevo libro, El poeta en el Antropoceno,
que propuso al Fondo de Cultura Económica (FCE).
“También me enfrento al ninguneo oficial. El
Fondo es la editorial que ha publicado toda mi poesía desde 1971, con la que
tengo vínculos históricos; pero ahora no aceptó mi nuevo poemario. Hablé con
Paco Ignacio Taibo II, su director, y me dio la mala noticia de que ya no
publicará poesía.
“Me siento frustrado, porque se está
desairando un género que nació con Nezahualcóyotl y que en México ha tenido exponentes
de primera, como Octavio Paz. Tampoco quiere reimprimir ‘Tiempo de ángeles’
(1994), ilustrado por Francisco Toledo. Se lo propuse como un homenaje al
pintor”, indica.
Aridjis aclara que no acostumbra a
celebrarse. “Pero ahora sí preparé este libro por mis 80, que reúne poemas
escritos durante los últimos años. Intentaré publicarlo en España, donde espero
que, por la pandemia, no se mueran mis amigos editores y escritores”.
Homero Aridjis está convencido de que es un
sobreviviente. “Soy hijo de dos mitologías, la griega y la mexicana, y de dos
sobrevivientes. Mi madre se salvó de ser ‘levantada’ durante la Revolución
mexicana. Y mi padre, griego, escapó de la masacre de Esmirna en 1922”, cuenta.
En Contepec, Michoacán, cuna de la mariposa
monarca, el poeta pasó su infancia y se convirtió en un ávido lector, a raíz
del accidente que tuvo con una escopeta a los diez años, en enero de 1951,
cuando una bala le perforó el intestino y casi pierde la vida.
“Quería ser futbolista. Dormía con el balón
al pie de mi cama. Pero ya no pude jugar y empecé a leer a Salgari y a los
Hermanos Grimm. Amé la lectura y aprendí ajedrez”, recuerda.
El
fundador en 1985 del Grupo de los Cien, integrado por artistas e intelectuales dedicados
a la protección y defensa de la ecología, asegura que estudiar en la Escuela de
Periodismo Carlos Septién fue el pretexto para salir de Michoacán.
“Nunca
lo ejercí, sólo al realizar los boletines y comunicar las noticias del grupo.
Siempre tenía el anhelo secreto de escribir poesía y publiqué mi primer
libro, Los ojos desbordados, a los 20 años”, detalla.
El
discípulo y amigo de autores como Rulfo, Arreola y Del Paso conjuntó su pasión por la
literatura con la defensa de la mariposa monarca, la
ballena gris, la tortuga marina y la Selva Lacandona.
“No ha sido fácil. Un día me llamó el
escritor Eraclio Zepeda para prevenirme de que alguien me invitaría a visitar
la Lacandona; y me dijo ‘no aceptes, es una emboscada para matarte’”, evoca.
Una
de sus acciones más recientes fue oponerse al Tren Maya. “Fui el primero en
escribir mi desacuerdo en el Washington
Post El medio ambiente es una
prioridad más allá de los gobiernos, ya sean de izquierda o de derecha”.
Quien
realizó dos ediciones del Festival Internacional de Poesía de Morelia, al
que logró que vinieran los futuros Nobel Günter Grass, Tomas Tranströmer y
Seamus Heaney, prepara su nueva novela, Autoficción,
en la que evocará sus años formativos.