• El amor sagrado a la madre muerta. Es un cuento que hoy les comparto • Todo sucede cuando hay pérdida de valores en el seno familiar y en una sociedad tóxica • Conversaciones con el diablo
—No te mueras mamacita. No me dejes
solo.—
No me escucho. Solo de
despedida, entreabrió los ojos. Y me miro. Fue la última vez. Después se quedó
quieta. Murió.
Se fue, después de prolongada
y dolorosa agonía. Me acerco y con suavidad deslizo mi mano y le cerré sus
ojos.
Difícil y mucho, ver el ocaso
de una mujer grande. La muerte se cobró a la malagueña todas las
confrontaciones pasadas. Varias veces intento llevársela pero Irasema Vivanco
se resistía. Hoy al fin se le cerró el camino de la vida. Y se fue.
Me deja un vacío. La quise lo
suficiente para perdonarle de un solo tajo, todos sus desaires y los desamores
que me aplico con dureza toda la vida.
Me taladra recordar el grito
continuo para ajusticiarme. “Ven acá, Román Salamanca” Y los golpes al por
mayor. Con el tiempo me he preguntado ¿que duele más. Las agresiones físicas
que recibí de ella o los desplantes grotescos de una madre a un hijo. ? Una
respuesta que no tengo. Y aquí estoy en este cuarto elegante de un hospital de
lujo dando el adiós a una mujer que me tatuó la vida, con lancetas de dolor. Y
amargura.
A mis treinta años, por fin
respiro paz y tranquilidad. Los odios a mi madre se fueron con ella, hace unos
minutos al morirse. Aunque debo de aceptar que ya la había perdonado. La hice
desde el momento que me llamo hace un mes.
“Hijo Román, soy tu madre.
Quiero que vengas a México. Estoy enferma y quiero despedirme de ti. Ven” No me
dio tiempo de responder. Colgó de inmediato. A su estilo y genio, ordenó. Diez
años sin verla, sin oírla, de pronto escucho su voz.
Sin sentirla. Diez años sin
madre. De pronto ella ahí.
Al principio pensé —lo juro-
mandarla al diablo y no venir. Después ignorar la llamada. También me paso por
la cabeza hablarle y reclamarle mil agravios en especial el que no haya ido a
mi graduación como abogado. Y haberme echado de su casa. Y que en diez años no
me haya buscado.
Todo eso pensé. Pero no. Me
ganaron los recuerdos de Niño. Y pudo más el amor de un hijo a su progenitora,
que mi soberbia y traumas añejadas. La perdone.
Recordé aquellos años cuando
mi madre y mi padre Juan Salamanca me llevaban a cosechar mandarinas y naranjas
a una pequeña huerta que habían levantado. Era felicidad plena, pero muy fugaz.
Cuando cumplí seis años mi
madre se enamora de don Manuel Betancourt. Y sin ninguna misericordia lanza a
mi padre a la calle. Lo despoja de la huerta. Lo deja a raíz, sin nada. Y le
desata con furia tal persecución que lo obliga dejar Guanajuato e irse a los
Estados Unidos. Allá radica e hizo otra familia.
·
Todo
sucede cuando hay pérdida de valores en el seno familiar y en una sociedad
tóxica
De los seis años en adelante
fue un infierno mi vida. La boda de mi madre. Después procreó a dos hijos. A
Manuel y Casandra. Y el odio que le brotó al pasado. Todo lo que se relacionará
a mi padre- incluyéndome- era condenado.
Todas las preferencias a sus
hijos. Los mejores estudios. Las mejores cosas. Y empecé entonces aborrecerla.
E hice mi vida a modo de la circunstancia. Estudie y trabajaba. Y al final me
titulé de abogado y después de ser echado de casa gané una beca para estudiar
un doctorado en leyes en Franckfort donde radico.
Pero! Ya basta de recuerdos
cursis. Ya mi madre no vive.
Y aquí estoy frente a ella. Me
sale un suspiro y una lágrima se asoma y la liquido ipso facto. No lloraré por
la mujer que hizo de su vida cosas grandes. Y que amo y odio demasiado.
Amo a varios hombres y mujeres
sin límites ni prudencia. Odio la pobreza.
Logro la mejor empresa de
cítricos del Bajío. Y construyó un emporio en el transporte de carga y de
pasaje. Fue una mujer de éxito. Y por lo tanto no merece una lágrima de dolor.
El día que llegue a Guanajuato
la busque en casa: La vi con desparpajo en lo que fue su principal atractivo:
su hermoso cuerpo. Golpeada por el Cáncer se fue adelgazando. Esa imagen ya no
correspondía a la escultural Irasema Vivanco. Y sentí ahí la presencia de la
muerte.
— Dos cosas te voy a pedir
Román. Y quiero que las cumplas. De no hacerlo moriré infeliz. Pon atención por
favor. La primera perdóname. Y la segunda: busca a tu padre. Y llévale este
sobre. Eso te pido.
Al mes murió. Y fui a
despedirla.
Hoy domingo estoy con mi
padre. Lo encontré en Texas. Y tomándonos una cerveza abrimos el sobre. Y
leímos juntos una carta. Y al término nos abrazamos como en aquellos años que
juntos comíamos las mandarinas más ricas del mundo. Al año, mi padre recuperó
su huerta. Y yo mi vida.
·
Conversaciones
con el diablo
Rectores y representantes de
las instituciones de educación superior en México (IES), entre las cuales
estuvo la Universidad Autónoma de Baja California Sur, sostuvieron una
videoconferencia con el subsecretario de Educación Superior, Luciano Concheiro
Bórquez, a fin de hacer un balance sobre la respuesta que han tenido ante la
emergencia del COVID-19, así como establecer medidas de acción a futuro.
Según expuso el subsecretario,
en el periodo actual de distanciamiento social las IES contribuyen a la suspensión
temporal de actividades de 5.3 millones de personas, cifra que equivale a 4.2%
de la población nacional. Destacó que ante la actual coyuntura que se vive,
dichas instituciones han desarrollado sus acciones en tres vertientes
principales, que son el apoyo a autoridades sanitarias y auxilio a la
población; dar continuidad a sus actividades sustantivas a través de una amplia
gama de herramientas tecnológicas; así como impulsar proyectos de vinculación
con los sectores productivos...Y con esto nos despedimos no olviden hagan el
bien y sean felices