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Hoy es martes, 8 de octubre de 2024

Adiós al jefe absoluto, Rubem Fonseca

• El escritor, cuentista y ensayista brasileño de 94 años sufrió un infarto cardiaco y murió en un hospital de Río de Janeiro

Adiós al jefe absoluto, Rubem Fonseca

 

CIUDAD DE MÉXICO.

Un “milagro literario” que a los 94 años seguía escribiendo buenos libros; un hombre generoso, entusiasta, siempre dispuesto a trabajar; un “tipo sensacional” que tenía “una humildad literaria increíble”, cariñoso y sincero; un creador al que no le gustaba hablar de sí mismo, que lo entrevistaran ni que le tomaran fotografías, pero que siempre buscaba la cercanía de sus lectores.

 

Así recuerdan al escritor brasileño Rubem Fonseca (1925-2020), quien murió ayer en un hospital de Río de Janeiro, víctima de un infarto, su editor Rafael Pérez Gay, el estudioso de su obra Romeo Tello Garrido y sus traductores Rodolfo Mata y Delia Juárez.

 

Considerado uno de los grandes escritores iberoamericanos del siglo XX, el cuentista, novelista, ensayista y guionista –“él decía que era un cineasta frustrado”, comenta Pérez Gay– fue el renovador violento de la literatura brasileña, por su forma brutal y cruda de hurgar en temas como la
desigualdad, la pobreza y la corrupción.

Era más que un escritor con interés social; sí abordó los bajos fondos, la violencia, pero su obra tenía amplísimos registros”, afirma Pérez Gay, editor de Cal y Arena, el sello que dio a conocer a Fonseca en México.

Lo publicamos desde principios de los 90. Fueron unos 21 libros, entre ellos AgostoEl seminarista, Diario de un libertino y José”, detalla el también escritor que define la prosa del Premio Camoes 2003 como “rápida, ágil, inteligente e inspirada”.

 

Destaca que Fonseca fue “un milagro literario que escribió hasta el último momento. Él afirmaba que ‘escribir es comenzar y después nadie puede detenerte’. Es una de las grandes prosas. Su obra quedará como parte central de la cultura popular y erudita”, añade.

Cuenta que lo conoció en la Universidad Autónoma Metropolitana en 1992, cuando el brasileño tenía 67 años. “Al terminar su participación nos preguntó que a dónde íbamos. Y un grupo de amigos y yo lo llevamos al table-dance El Closet, de la colonia Condesa. Veía todo. No se le iba nada. La pasamos muy bien. Y después retomó ese episodio en uno de sus cuentos”.

 

Hace cinco años, Fonseca cambió de editorial, se pasó a Tusquets. “No hubo ruptura. Me dio las gracias. Cuando se despidió comentó “infelizmente debo dejar Cal y Arena, mi editorial’. Yo creo que él y sus hijos requerían de un arreglo editorial importante”.

Por su parte, Romeo Tello, quien dedicó su tesis de maestría a la obra de don Rubem, lo recuerda como “un hombre generoso, entusiasta; todos los proyectos que le proponías para difundir su obra, los veía como si le hicieras un favor, siempre estaba muy dispuesto a trabajar”.

El investigador y traductor destaca que “había algo en su visión crítica que analizaba al hombre, la agresividad en los estratos sociales, la desigualdad, la violencia de los desposeídos, la moral corrupta de los individuos, que comunicaba con fuerza a través de frases breves y un estilo directo”.

Narra que en una de las cuatro visitas que hizo Fonseca a México, invitado por el Instituto Nacional de Bellas Artes a participar en un homenaje a Juan Rulfo, fue a comer a su casa, ubicada en Iztapalapa, donde convivió con su familia. “No éramos grandes amigos, pero nos apreciábamos mucho. Tengo unas 15 cartas y notas que me envió con comentarios sobre sus libros”.

 

Piensa que “es uno de los grandes de la literatura mundial de la pasada centuria, pues su obra era muy conocida y leída en Alemania, Francia e Inglaterra”.