• Julio Farell, Alejandra Amatto, Porfirio Romo, Ricardo Bernal y Alejandro Toledo presentaron la edición conmemorativa de Una violeta más, de Francisco Tario (1911-1977)
Ciudad de México
La obra de Francisco Tario continúa vigente en la
literatura de América Latina y el autor sigue siendo de culto sobre todo entre
los jóvenes, aunque haya sido publicado por editoriales importantes,
coincidieron en señalar los presentadores de la edición conmemorativa
de Una violeta de más a 50 años de su aparición original.
Francisco Tario (Ciudad de
México, 1911-Madrid, 1977) no figuró en los círculos literarios de la época;
sin embargo, Julio Farell, hijo de Tario, relató el jueves que aunque no se
vieron jamás, existía una relación de lectura y admiración recíproca de su
padre con el escritor rumano Emil Cioran, por intermedio de Esther Seligson.
Además, Francisco Tario era
visitado por Carlos Fuentes para llevarle algunos de sus textos y fue amigo de
Octavio Paz.
El pintor Julio Farell destacó
que ese libro es muy importante porque fue el último que leyó mi mamá.
También es el último que publicó su padre y se lo dedicó a Carmen Farell, a
quien llamó ‘mágico fantasma’”. Además, la portada original y la actual de
Lectorum fueron realizadas por el artista. ‘‘Volví a hacerla para que el libro
no perdiera su esencia”.
Sólo tres ediciones de una
obra esencial
Alejandro Toledo, especialista
e impulsor del rescate de la obra del narrador, dijo: ‘‘Francisco Tario parecía
un personaje de Ítalo Calvino: portero, aprendiz de astrónomo, culto”.
Adelantó que en Querétaro
aparecerá a fines de año el libro Conversa-Tario, que reúne una
colección de ensayos en torno a la obra del escritor, además de la correspondencia
completa entre Tario y Carmen Farell, e incluirá una ‘‘muestra de algo que
tenía guardado Julio, que poca gente ha visto: los dibujos eróticos de su papá,
que no se sabe cuándo fueron hechos”.
Toledo recordó que ‘‘cuando
salieron las obras completas en el Fondo de Cultura Económica alguien dijo que
Tario había dejado de interesar porque se había vuelto institucional. Pero
sigue teniendo tan pocos lectores. Muestra de ello es que Una violeta de
más sólo ha tenido tres ediciones: la original de Joaquín Mortiz, la de
Lecturas Mexicanas de la Secretaría de Educación Pública y la de Lectorum.
‘‘Tario conserva su rareza y
su carácter marginal, que es algo que lo sostiene. Es bueno que aparezcan las
ediciones pero su círculo va a ser más bien pequeño, aunque siempre existe la
posibilidad de que alguien más llegue a él. Como pasó con Efrén Hernández.”
Excepcional
descubrimiento de un autor: investigadora
La investigadora uruguaya
Alejandra Amatto, autora del epílogo del ejemplar, recuerda que en 2005 un
maestro le recomendó: ‘‘si te gusta Felisberto Hernández tienes que leer a
Francisco Tario. Cuando lo hice fue una maravilla, un descubrimiento
excepcional de un autor que no encajaba con una tradición específica de la
literatura mexicana’’.
El narrador, añadió, ‘‘le
llega mucho a los lectores jóvenes, no solamente en el ámbito académico. Les
genera una profunda fascinación. Ya van varias tesis que se escriben sobre
él. Una violeta de más es la obra más consentida desde el punto de
vista de la constitución de sus textos” y es ‘‘un punto cumbre en la narrativa
de lo insólito en América Latina.
‘‘Tario es una pieza
fundamental para construir ese canon que algunos denominaron marginal, pero
afortunadamente los últimos años dimos cuenta que no es así. Es bien leído por
otros autores, que forman una tradición casi subterránea, porque está muy viva
debajo de la superficie.”
‘‘El mico’’,
cuento extraordinario
En la charla, el escritor
Ricardo Bernal sostuvo: ‘‘Lo que Tario estaba escribiendo hace 50 años sigue
teniendo modernidad, a pesar de que aún en vida era un autor desconocido” entre
1943 y 1968, el cuarto de siglo en que se publican sus textos. Esos libros, no
obstante ‘‘todo el boom visual de videojuegos, de fantasía, de
películas y de series, siguen siendo cuentos muy originales que funcionan
perfectamente. No han perdido vigencia”.
Rechazó la creencia de que el
cuento ‘‘El mico” de Francisco Tario pudo haber sido escrito por Julio
Cortázar. ‘‘No pudo haber visto lo que vio Tario. Es un cuento extraordinario
que a los estudiosos de la literatura fantástica nos saca de nuestras casillas.
No podemos siguiera saber de qué se trata. Decía Jung que el arquetipo que
puede ser explicado no es un arquetipo. Lo mismo pasa con esto”.