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Hoy es domingo, 24 de noviembre de 2024

Destruir el lenguaje ‘‘nos conduce a un neofascismo planetario’’

• ‘La izquierda académicase limita a añadir palabras ala sopa que ya existe”, sostiene Bernardo Atxaga

Destruir el lenguaje ‘‘nos conduce a un neofascismo planetario’’

Madrid. Bernardo Atxaga, el escritor vasco vivo más leído y traducido, pone letra y voz al mundo en el que creció; ese terruño mágico que llama Obaba. A sus casi 70 años –nació en el pueblo de Alteasu en 1951– el también poeta y ensayista decide poner punto final a la escritura de novelas con Casas y tumbas (que ahora publica en español Editorial Alfaguara) en la que a través de un nuevo escenario ficticio, Ugarte, perfila un repaso de las recientes décadas en ese universo en su experiencia interior.

En entrevista con La Jornada, se dice preocupado por la destrucción del lenguaje, que nos conduce a un ‘‘neofascismo planetario” en el que ‘‘la izquierda académica se limita a añadir palabras a la sopa que ya existe”. Y lanza: ‘‘La única respuesta posible es la acción”.

–¿Casas y tumbas es un puerto de llegada?, ¿por qué?

–Así es. Es un puerto de llegada clarísimamente. No sé con los mexicanos, pero he conocido dos mundos: uno en el que el modelo de comprensión, no de todo, pero sí de muchas personas está relacionado con una ideología católica mágica. Es un catolicismo tomado de forma fantástica y muchos consideraban que si había una epidemia, como ahora el Covid-19, el remedio para no contagiarse era salir a la calle con siete dientes de ajo en el bolsillo. Eso estaba vivo hasta hace no mucho y ese era el mundo para abrevar, sin Marx ni Freud, porque si no existía éste no había lenguaje para expresar lo que supuestamente le pasa a la gente en su interior. En esa época nadie hablaba de que estaba esquizoide o deprimido. La forma en que se materializa la interioridad de las personas son fantasmas o historias de animales. Ese es un mundo. Y cuando aparece la televisión todo cambia y nace ese segundo mundo y en este libro hay un entreverado entre ambos, cómo se sale de uno para ir al otro con un final de aceptación de la vida.

Geografías literarias, término pedante

–Ugarte es el espacio donde se desarrolla la novela. ¿Sería una respuesta melancólica al Obaba que ya no existe?

–Algo sé de las mal llamadas geografías literarias, término muy pedante. Es una forma quizá académica de llamar a los lugares literarios y me interesan mucho. Cuando escribí Obaba pensé que los sitios tenían que ser al estilo de Faulkner: enclaves, núcleos o islas. Luego concluí que no hay espacio más extenso que la mente. El cielo también es un espacio sin límite. Y un cuartel y un internado. Es verdad que parto de un lugar que se llama Ugarte, pero donde se desarrolla este libro es un hospital, un cuartel, un colegio, es Bayona; sobre todo es un espacio mental algo laberíntico.

‘‘Dicho eso, comienzo a hablar de Ugarte porque ya no es un espacio sin Freud, sin Marx o en el que la ideología o la forma de comprender el mundo ya no pasa por lo que se ha llamado superstición o mito. Por ejemplo, el jabalí de Obaba es un animal del que se dice que probablemente sea un niño perdido que se ha transformado, que está en la tradición de las narrativas populares. Esas creencias existieron hasta la aparición de la televisión. Mientras los jabalíes que aparecen en Ugarte son absolutamente reales. La televisión ha cambiado las relaciones sociales, ha quitado calle en los pueblos y después vinieron los sicoanalistas, los maoístas y los testigos de Jehová. Y ya es el mundo que conocemos.’’

–En la novela hay varios espacios temporales, pero es un largo periodo que va desde principios de los años 70 hasta prácticamente nuestros días...

–Tiene que ser así. Primero por una cuestión general, no recuerdo mi propia vida como un continuo. Es como si la vida fuera a saltos. Es una falsedad literaria la representación de la vida como un continuo y me parece que en principio no lo debo hacer. Y lo segundo es que deseaba abarcar todos estos ambientes, atmósferas, formas de vivir y que juntas construyan un mundo.

–Vida y muerte están en perpetua pugna...

–Tiene que ser así. Porque es lo mismo. Poéticamente no hay diferencia. Pensemos en las canciones; la primera –con letra y notación musical– de la que se tiene noticia está en una tumba en la que una persona, Seikilos, construyó para su esposa en Euterpe y eso fue en el 1500 aC. Y la canción es preciosa, dice: ‘‘mientras vivas brilla, no sufras por nada, la vida es breve, el tiempo se cobra su tributo’’. Quiero decir que la vida y la muerte son simbólicamente, conceptualmente, lo mismo. Es la muerte lo que da valor a la vida. Todo lo que supone de luz y de maravilla en la vida viene porque la muerte está al final. Lo que hay dentro de las casas y las tumbas es la vida: es el único gran tema y no existe sin sus extremos, sin la casa primera y sin la casa final. Una vida eterna no tendría sentido. Se entiende el valor de la vida a partir de la tumba, de la muerte.

–¿Después de este libro habrá algo?

–Lo diré en sentido inverso al de un pintor expresionista: no huyo de la oscuridad, voy hacia la luz. Ahora mismo nunca he tenido tantos deseos de escribir de lo que tengo entre manos.

–¿Cómo ve el presente desde esa libertad creativa?

–Miro al presente, pienso mucho y hago teorías que me preocupan mucho. El presente es la única patria que tenemos. Y me preocupa la destrucción del lenguaje. A ver si recordamos que al principio era el verbo y éste lo era todo. Y todo lo que llamamos pensamiento o palabra es lenguaje. Es algo constitutivo, no sólo porque la Biblia dice que al principio era el verbo, sino porque Aristóteles dijo que somos animales que hablan. Y hablar es lo que nos constituye. Por eso me preocupa cuando el lenguaje está envenenado. Una de las hipótesis posibles es que volveremos a un neofascismo a escala planetaria. Es una de las posibilidades más reales porque cuando se destruye el lenguaje tampoco hay ética ni derechos humanos. Lo que hay es una especie de aceite, de máscaras, y eso me lleva al pesimismo.

‘‘Y todo esto son teorías, pero en la vida práctica, en la calle, lo único que vale es la acción. No vale hablar, escribir de la amenaza neofascista o totalitaria en el mundo. Creo que si hay una extrema derecha en tu pueblo tienes que hacer todo lo posible para que esa extrema derecha sea marginal. Si hay una revista que promociona el fascismo tienes que intentar que no se lea. En la calle sólo vale la acción, por eso me pregunto a veces qué hace toda esa izquierda académica que hay aparte de añadir palabras a la sopa de palabras que existe.’’