• ‘La izquierda académicase limita a añadir palabras ala sopa que ya existe”, sostiene Bernardo Atxaga
Madrid. Bernardo Atxaga,
el escritor vasco vivo más leído y traducido, pone letra y voz al mundo en el
que creció; ese terruño mágico que llama Obaba. A sus casi 70 años –nació en el
pueblo de Alteasu en 1951– el también poeta y ensayista decide poner punto
final a la escritura de novelas con Casas y tumbas (que ahora publica
en español Editorial Alfaguara) en la que a través de un nuevo escenario
ficticio, Ugarte, perfila un repaso de las recientes décadas en ese universo en
su experiencia interior.
En entrevista con La
Jornada, se dice preocupado por la destrucción del lenguaje, que nos
conduce a un ‘‘neofascismo planetario” en el que ‘‘la izquierda académica se
limita a añadir palabras a la sopa que ya existe”. Y lanza: ‘‘La única
respuesta posible es la acción”.
–¿Casas y tumbas es un
puerto de llegada?, ¿por qué?
–Así es. Es un puerto de
llegada clarísimamente. No sé con los mexicanos, pero he conocido dos mundos:
uno en el que el modelo de comprensión, no de todo, pero sí de muchas personas
está relacionado con una ideología católica mágica. Es un catolicismo tomado de
forma fantástica y muchos consideraban que si había una epidemia, como ahora el
Covid-19, el remedio para no contagiarse era salir a la calle con siete dientes
de ajo en el bolsillo. Eso estaba vivo hasta hace no mucho y ese era el mundo
para abrevar, sin Marx ni Freud, porque si no existía éste no había lenguaje
para expresar lo que supuestamente le pasa a la gente en su interior. En esa
época nadie hablaba de que estaba esquizoide o deprimido. La forma en que se
materializa la interioridad de las personas son fantasmas o historias de
animales. Ese es un mundo. Y cuando aparece la televisión todo cambia y nace
ese segundo mundo y en este libro hay un entreverado entre ambos, cómo se sale
de uno para ir al otro con un final de aceptación de la vida.
Geografías literarias, término
pedante
–Ugarte es el espacio donde se
desarrolla la novela. ¿Sería una respuesta melancólica al Obaba que ya no
existe?
–Algo sé de las mal llamadas
geografías literarias, término muy pedante. Es una forma quizá académica de
llamar a los lugares literarios y me interesan mucho. Cuando
escribí Obaba pensé que los sitios tenían que ser al estilo de
Faulkner: enclaves, núcleos o islas. Luego concluí que no hay espacio más
extenso que la mente. El cielo también es un espacio sin límite. Y un cuartel y
un internado. Es verdad que parto de un lugar que se llama Ugarte, pero donde
se desarrolla este libro es un hospital, un cuartel, un colegio, es Bayona;
sobre todo es un espacio mental algo laberíntico.
‘‘Dicho eso, comienzo a hablar
de Ugarte porque ya no es un espacio sin Freud, sin Marx o en el que la
ideología o la forma de comprender el mundo ya no pasa por lo que se ha llamado
superstición o mito. Por ejemplo, el jabalí de Obaba es un animal del
que se dice que probablemente sea un niño perdido que se ha transformado, que
está en la tradición de las narrativas populares. Esas creencias existieron
hasta la aparición de la televisión. Mientras los jabalíes que aparecen en
Ugarte son absolutamente reales. La televisión ha cambiado las relaciones
sociales, ha quitado calle en los pueblos y después vinieron los sicoanalistas,
los maoístas y los testigos de Jehová. Y ya es el mundo que conocemos.’’
–En la novela hay varios espacios temporales, pero
es un largo periodo que va desde principios de los años 70 hasta prácticamente
nuestros días...
–Tiene que ser así. Primero
por una cuestión general, no recuerdo mi propia vida como un continuo. Es como
si la vida fuera a saltos. Es una falsedad literaria la representación de la
vida como un continuo y me parece que en principio no lo debo hacer. Y lo
segundo es que deseaba abarcar todos estos ambientes, atmósferas, formas de
vivir y que juntas construyan un mundo.
–Vida y muerte están en
perpetua pugna...
–Tiene que ser así. Porque es
lo mismo. Poéticamente no hay diferencia. Pensemos en las canciones; la primera
–con letra y notación musical– de la que se tiene noticia está en una tumba en
la que una persona, Seikilos, construyó para su esposa en Euterpe y eso fue en
el 1500 aC. Y la canción es preciosa, dice: ‘‘mientras vivas brilla, no sufras
por nada, la vida es breve, el tiempo se cobra su tributo’’. Quiero decir que
la vida y la muerte son simbólicamente, conceptualmente, lo mismo. Es la muerte
lo que da valor a la vida. Todo lo que supone de luz y de maravilla en la vida
viene porque la muerte está al final. Lo que hay dentro de las casas y las
tumbas es la vida: es el único gran tema y no existe sin sus extremos, sin la
casa primera y sin la casa final. Una vida eterna no tendría sentido. Se
entiende el valor de la vida a partir de la tumba, de la muerte.
–¿Después de este libro habrá
algo?
–Lo diré en sentido inverso al
de un pintor expresionista: no huyo de la oscuridad, voy hacia la luz. Ahora
mismo nunca he tenido tantos deseos de escribir de lo que tengo entre manos.
–¿Cómo ve el presente desde
esa libertad creativa?
–Miro al presente, pienso
mucho y hago teorías que me preocupan mucho. El presente es la única patria que
tenemos. Y me preocupa la destrucción del lenguaje. A ver si recordamos que al
principio era el verbo y éste lo era todo. Y todo lo que llamamos pensamiento o
palabra es lenguaje. Es algo constitutivo, no sólo porque la Biblia dice que al
principio era el verbo, sino porque Aristóteles dijo que somos animales que
hablan. Y hablar es lo que nos constituye. Por eso me preocupa cuando el
lenguaje está envenenado. Una de las hipótesis posibles es que volveremos a un
neofascismo a escala planetaria. Es una de las posibilidades más reales porque
cuando se destruye el lenguaje tampoco hay ética ni derechos humanos. Lo que
hay es una especie de aceite, de máscaras, y eso me lleva al pesimismo.
‘‘Y todo esto son teorías,
pero en la vida práctica, en la calle, lo único que vale es la acción. No vale
hablar, escribir de la amenaza neofascista o totalitaria en el mundo. Creo que
si hay una extrema derecha en tu pueblo tienes que hacer todo lo posible para
que esa extrema derecha sea marginal. Si hay una revista que promociona el
fascismo tienes que intentar que no se lea. En la calle sólo vale la acción,
por eso me pregunto a veces qué hace toda esa izquierda académica que hay
aparte de añadir palabras a la sopa de palabras que existe.’’