• Julio Ortega, especialista en la obra del Premio Cervantes, habla sobre su faceta como dramaturgo
CIUDAD DE MÉXICO.
El teatro del escritor mexicano Carlos Fuentes (1928-2012) “no es de entretenimiento, sino reflexivo, artístico y crítico. Requiere ser verosímil y, al mismo tiempo, espectacular”, afirma el crítico literario e investigador peruano Julio Ortega.
Carlos (Fuentes) tenía una curiosidad innata por los formatos, en el sentido de que cada forma produce otro significado. Y el teatro, precisamente, es el espacio natural del artificio, de la máscara, del espectáculo”, comenta.
Quien ha sido catedrático de literatura latinoamericana en la Universidad de Brown desde hace 30 años, responde así a la pregunta de por qué Fuentes se interesó en la dramaturgia, siendo el autor de 22 novelas, ocho libros de cuentos y 21 de ensayos.
“La literatura, al final, le resultaba una fábrica de formatos, enmarcamientos, procesos y máscaras, como si la vida misma fuese una representación, el triunfo del espectáculo que excede a la muerte y que nos mantiene en la celebración de la fiesta, que es la plenitud de lo vivo”, dice.
En entrevista, Ortega indica que, como experimentalista innato, Fuentes no se repetía a sí mismo. “Creía que cada libro era el recomienzo de un proyecto de libertad. Su obra, por eso, empieza cuando el teatro realista multiplica lo que ya sabemos y cuando la literatura no busca repetir el mundo, sino cambiarlo”.
Fuentes dio vida a cuatro obras de teatro, dos de ellas, Todos los gatos son pardos y El tuerto es rey, salieron a la luz en 1970, hace medio siglo. La tercera pieza dramática, Orquídeas a la luz de la luna. Comedia mexicana, se dio a conocer en 1982, y, en 1990, concibió Ceremonias del alba, una reescritura de Todos los gatos son pardos, en la que introdujo nuevos personajes y situaciones.
“Carlos tenía tal libertad frente a sus textos que lo raro es que no los haya reescrito todos de nuevo. Sería, así, un Quijote que reescribe el mundo para habitarlo. Es revelador que haya revisado Todos los gatos…, como si fuese el borrador de Ceremonias del alba. Lo explica el mismo Fuentes: la primera versión es más política, la segunda, más teatral”, añade Ortega.
Para Jovany Hurtado, estudioso de la obra del autor de La región más transparente, éste forma parte de una generación que exploró todos los géneros. “Era admirador del teatro, era algo de lo que más disfrutaba cuando estaba en Londres y toda su obra está impregnada de los tiempos de suspenso que sólo el teatro logra”.
Detalla que Fuentes “nos entrega cuatro piezas que continúan con el juego de las máscaras y el tiempo, característica de su obra. Se destacan líneas que exploró a lo largo de su vida intelectual: el juego de clases sociales –El tuerto es rey–, la historia profunda de México –Todos los gatos… y Ceremonias del alba– y el cine –Orquídeas a la luz de la luna–. Logra que los personajes se cuestionen y se incomoden frente a ellos mismos”.
El estudioso llama la atención sobre “la manera en que, a través de la dramaturgia, el narrador logra recrear el momento histórico de la Conquista de México. Aporta una nueva observación histórica a dicho periodo y perfecciona con el tiempo”.
Se refiere a Todos los gatos… y Ceremonias del alba, que abordan el encuentro entre Hernán Cortés y Moctezuma. “Me parece que el personaje central es el lenguaje. Eje medular de la Conquista. Tenemos por un lado a Cortés, hambriento de triunfo militar y con gran capacidad política para entender la división entre los diferentes grupos indígenas. Y, por otro lado, al rey mexica que no se percató de los odios de los pueblos a los que les cobraban tributo”.
Señala que las piezas teatrales de Carlos Fuentes son tan vigentes que el año próximo éstas dos últimas serán tema de discusión y análisis. “Pero, de igual forma, las otras dos obras tienen vigencia, en cuanto hacen exposición de los sentimientos de los personajes, que al final son propios del ser humano”.
TODAS SE MONTARON
Hurtado detalla que las cuatro piezas del ensayista y diplomático fueron puestas en escena: El tuerto es rey fue representada por primera vez, en versión francesa, en el Teatro An der Wien, de Viena, Austria; María Casares y Sami Frei fueron los protagonistas.
Todos los gatos son pardos, continúa, fue presentada en una lectura no profesional en el Teatro Universitario de la avenida Chapultepec, en la Ciudad de México, en 1969; dieron vida a los personajes Carlos Fuentes, Rita
Macedo, María Luisa Mendoza, Fernando Benítez, José Luis Cuevas y Carlos Monsiváis.
Y Orquídeas a la luz de la luna se escenificó por primera vez en lengua inglesa, en el Loeb Drama Center del American Repertory Theater, el 9 de junio de 1982; el reparto fue Rosalind Cash, Ellen Holly y Frank Licato, añade.
Respecto a que si los lectores de Fuentes conocen su propuesta dramatúrgica, Hurtado considera que “quienes lo leemos, las conocemos. Pero el lector común tiene una mala lectura de su obra; se ha quedado en las lecturas icónicas, como La muerte de Artemio Cruz o Aura. Pero hoy se leen poco sus cuentos, ensayos, y todavía menos las obras de teatro”.
Admite que tres de las piezas teatrales de Fuentes tienen presencia en librerías. “Pero el lector no las mira como un material interesante de lectura, por la falta de estudios y difusión. Orquídeas a la luz de la luna es la que sí debe reeditarse, pues desde 1982 no ha sido reimpresa”.
Ortega asegura que la serie de Obras reunidas de Fuentes, que ha publicado el Fondo de Cultura Económica, incluirá un tomo dedicado a su teatro.