• En entrevista con 'La Jornada', Brenda Lozano considera que esa ‘‘responsabilidad no sólo es del Estado o los medios de comunicación, sino del tejido social’’
Ciudad de México. La narrativa sobre los feminicidios ‘‘debe
cambiar, pero la responsabilidad no recae sólo en el Estado y los medios. Como
parte del tejido social debemos cuestionarnos nuestro lugar ante esta urgencia
nacional y cómo contarla”, sostiene la escritora Brenda Lozano a propósito de
su novela Brujas, que
hoy será presentada en la Casa Tomada, ubicada en la colonia Condesa.
‘‘Es muy sintomático que desde el Estado
hayan propuesto eliminar la palabra ‘feminicidio’ porque eso te dice mucho de
su postura política. Afortunadamente no procedió”, explica en entrevista
con La
Jornada, en relación con la sugerencia de Alejandro Gertz
Manero, titular de la Fiscalía General de la República, planteada hace unas
semanas.
La también ensayista y editora considera que
México ‘‘es un Estado feminicida y la responsabilidad recae en la narrativa, en
revictimizar, en si la prensa lo hace un espectáculo y lucra con las imágenes,
como en el caso de Ingrid Escamilla. En el cambio es crucial lo penal, como
responsabilidad del Estado, y hasta cómo sale en los medios. Son varios
flancos”.
Curar con el lenguaje y la medicina
tradicional
Respecto de su libro publicado por Alfaguara,
Brenda Lozano (Ciudad de México, 1981) menciona que le interesaba escribir
sobre una curandera que todos desearan conocer, rodeada de mujeres. Feliciana
viene de una familia de curanderos hombres y aprende con Paloma, quien es muxe.
‘‘Mi juguete narrativo es que la protagonista fuera capaz de curar a través del
lenguaje, además del conocimiento de la medicina tradicional.
‘‘No es una mujer poderosa desde el dinero,
sino desde la palabra y las curaciones. Me interesaba una mujer que fuera muy
famosa y no se regodeara de ello. Me preguntaba cómo sería una mujer así, cómo
ve la vida quien crece en el campo y sus referencias son a la naturaleza, y qué
poderes tiene desde el lenguaje, con los que cambia vidas.”
La autora alude a ‘‘la fantasía de nuestro
tiempo: una mujer que sea capaz de curar tanto una enfermedad como un trauma.
Comenzando por mí, no conozco a nadie que no quisiera estar y sentirse libre.
Tan vasta y amplia como es la palabra.
El lenguaje, añade la escritora, puede
cambiar, ‘‘por sencillo que suene, una narrativa. Hay un personaje de ficción
que puede trasformar el relato de algo, que es una forma de sanarlo. Muchas
veces te das cuenta de algo luego de que está ocurriendo, el famoso ‘te cayó el
veinte’. No es más que ordenar en palabras algo que estaba ahí, pero sin
verbalizar”.
De esa forma, ‘‘empujada al límite, puede ser
que una palabra ordene o desordene la vida o un par de palabras puedan terminar
o crear una relación. El lenguaje tiene un poder no sólo político. Me
interesaba que hubiera un personaje que tuviera esas implicaciones, que a
través de la palabra lo pudiera todo. Se me antojaba experimentarlo”.
Brenda Lozano detalla que ‘‘los programas de
literatura universitarios recomiendan historiasde hombres, sobre todo. En
cambio, me interesaba mucho que en mi novela dos mujeres fueran las
protagonistas y hablaran de sus maternidades; que hubiera en ambas abuso
sexual, cómo lo tratan y cuentan; y cómo pasa en el campo y la ciudad.
Feliciana, la chamana curandera imposible, me hizo la vida muy llevadera y muy
chingona”.
En torno al tercer personaje, la trans Paloma,
Lozano añade: ‘‘Mucha de la violencia de género tiene que ver no propiamente
con que sean mujeres, sino con lo feminizado y ella representaba eso. Es a
quien matan al principio y es la razón de que se conozcan la periodista y la
curandera. Ese crimen de odio me parece importante cómo, por qué ocurría y
quién era ese personaje feminizado’’.