• Diego Mur y su compañía de danza, presentan un espectáculo para conmemorar el Tratado de Tlatelolco
CIUDAD DE MÉXICO.
Nacido en Los Mochis, Sinaloa, en
un momento en que el narco tenía sitiada a la ciudad en un infierno social y se
había apoderado de las zonas menos adineradas, Diego Mur no vio más salida para
sobrevivir que escaparse de su casa. Tenía 14 años y una temeridad que le
precede en todo lo que hace.
Ahora, su compañía de danza Nohbords, fundada
en Bélgica, cumplirá cinco años de existencia y lo celebrará realizando en
México un cúmulo de eventos: videodanzas, instalaciones y coreografías, entre
otros. A sus 29 años, se vislumbra como uno de los creadores de mayor potencial
de su generación.
Inicio
el año con la video-danza La piel (https://youtu.be/0AQozYdiPzm) filmada en colaboración con Adrenorama,
después el medio de comunicación cool/huntermex tuvo a la agrupación como
invitada especial.
Y
este fin de semana serán parte de la celebración del 53 aniversario del Tratado
de Tlatelolco, participando en Amnesia Atómica de la mano del escultor
Pedro Reyes. Se trata de una campaña por el desarme nuclear que tendrá lugar en
la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. A la escultura pneumática de Pedro
Reyes comisionada por el Bulletin Of The Atomic Scientists se unirá Carla
Fernández, quien elaborará los diseños de vestuario. También estará la
banda Vyctoria a cargo de la música original.
Diego Mur no ha sido un artista común, en su
devenir como adolescente problemático –incluso se robó una camioneta, cayó en
un barranco y salió vivo de milagro—, por azares del destino, fue a dar a
Hermosillo, Sonora. Inquieto, fue invitado a tomar clases al Núcleo Antares,
espacio para la formación de bailarines profesionales que preside Issac Chau y
que es parte del proyecto del bailarín, maestro y coreógrafo Miguel Mancillas,
director de Antares Danza Contemporánea.
Orgánico en cuanto su expresividad, el joven
encontró a Mancillas, quien le puso freno a su errante devenir. Vieron en él
cualidades para adquirir una formación seria y le otorgó una beca del 100 por
ciento y también le consiguió un lugar compartido para que se alojara gratis.
Durante su estancia en el Núcleo Antares entendió que la danza es una actividad
profesional que requiere una disciplina espartana.
Mur permaneció ahí por cuatro años y saltó a
Bélgica para ingresar al Dansecentrumjette donde, más que a bailar, vislumbró
la diversidad europea que existe para el desarrollo de la multiplicidad de
formas de acceder al movimiento. Adquirió entonces una visión más amplia de
formatos alternativos, para incorporarlos a lo que, afirma, conoció en Sonora:
“El maestro Miguel Mancillas me dio toda la
ayuda para comprender que provengo de su escuela, donde se enseña una técnica
fuerte, para muchos convencional, pero que a mí me hizo valorar que lo que hace
el maestro, es en su fisicalidad más poderoso.”
El quehacer de Diego Mur lo ha llevado a
festivales de arquitectura y diseño en Nueva York, China y Estocolmo.
Su obra es diferente, en ocasiones rara y en
otras formalmente virtuosa, se vincula particularmente con la fotografía, las
artes visuales y la arquitectura. El año pasado llevo a cabo una propuesta en
los espacios del arquitecto Luis Barragán.