• Luis Alcocer Guerrero, responsable de esa iniciativa, muestra un teatro del inconsciente
Ciudad de México. El proyecto de gran guiñol, creado en 2013
para explorar las posibilidades de lo siniestro en la escena contemporánea,
llega al teatro El Milagro con cinco obras, una lectura dramatizada en homenaje
a Xabier Lizárraga y la presentación del libro Este lugar común.
Luis Alcocer Guerrero, responsable de esa
iniciativa, estimó que con esta ‘‘residencia” creativa muestra el quehacer del
grupo con el que trabaja desde hace seis años, que cultiva un teatro a partir
de la estética del Théatre du Grand Guignol. Es decir, un teatro del
inconsciente, un escenario onírico para el despliegue de personajes y
situaciones de la literatura fantástica.
El programa comenzó con el restreno de Wilma, analogía
entre una catástrofe social y otra natural, escrita e interpretada por Itzhel
Razo, que el domingo concluyó temporada. Es un ‘‘biodrama” convertido en
‘‘autoficción, porque hay muchos elementos irreales en el relato aunque el
punto de partida es mi historia”, explicó Razo en rueda de prensa. Wilma trata
de una niña cuya abuela le prohíbe aprender maya y acercarse a esa cultura por
razones clasistas y racistas. Al aproximarse el huracán Wilma, la
alerta de ciclones se transmite en maya; sin embargo, la pequeña no comprende
qué sucede.
El árbol de ahora
El árbol de ahora, montaje de Arturo Serrano, conjuga las
expresiones dancística y oral; tuvo funciones el pasado fin de semana. La
dramaturgia está conformada por testimonios relevantes para el bailarín, tanto
personales como generales, que ‘‘permean mi realidad”, situación que plantea al
colocar como eje la figura del árbol, símbolo con el que hace un paralelismo
entre la existencia humana –la de Serrano– y la de un árbol.
Sigue El juego de mamá, obra escrita y dirigida por
Alcocer Guerrero, que se presentará del 20 de febrero al primero de marzo, así
como la reposición de La invención de la historia, de este autor, que
se escenificará del 22 al 25 de febrero. El director apuntó que el arquetipo
que siempre está detrás de sus obras es el de ‘‘la madre caníbal’’.
Añadió: ‘‘Todas mis historias giran en torno
a la destructividad materna y cómo los hombres juegan y se aprovechan de esto”.
El juego de mamá se basa en la teatralidad del grand guignol que
era ‘‘el teatro del terror de la Belle Époque en París a principios del siglo
XX, a la vez que en algunos rasgos del llamado cine sicotrónico. ‘‘Todas estas
películas de los años 50, 60 y 70 del siglo pasado, de terror, ciencia ficción
y bajo presupuesto. Trata la devoción en México hacia las madres, nuestra
relación con ellas y la violencia familiar”.
Alcocer Guerrero continuó: ‘‘Trabajo mucho
con objetos. Hay escenas de danza. Todo es muy híbrido. Me interesa crear una
narrativa que sitúe al espectador frente a diferentes ópticas, estilos, colores
y movimientos. A veces no hay texto o éste surge a medida que se presentan
escenas de movimiento con los actores, improvisaciones. Esta idea autoral es lo
que nos hace afines”.
Aclaró que retoma la Belle Époque por ser un
hito en Occidente, pues las personas experimentaban y se atrevían a proponer
ideas muy a contrapelo de las prácticas teatrales. ‘‘Es un momento de mucha
inventiva; sin embargo, no quiero hacerlo como museo sino tomar ese impulso
sobre la escena”.
Rodrigo Castillo Filomarino estrenará Eco, el
29 de febrero, obra que surge de una preocupación actual: ‘‘No sabemos a veces
escuchar al otro. No nos damos cuenta de que padecemos una especie de sordera
social”. Es la primera vez que Castillo tendrá a su cargo la dirección,
coreografía y música de una obra, aparte de ser el autor de la música de todas
las piezas escénicas de la residencia.