• Si la ciega ignorancia es menos fatal que el mediocre, y confuso saber
Muy buenos días mis estimados
lectores, que mi Dios Padre los protejan, porque cualquiera que tenga un alma
sensible, “alma sensible que al lanzar una mirada sobre un código de Leyes bien
hechas y encontrar que ha perdido más que la funesta libertad de hacer el mal a
los otros, se verá obligado a bendecir el trono y a quien lo ocupa”
Inicio esta columna, si la
ciega ignorancia es menos fatal que el mediocre, y confuso saber… puesto que
este añade a los males de la primera lo del error, inevitable para quien tiene
una visión restringida al lado de los confines de la verdad, el hombre
ilustrado es el don más precioso que puede hacer la nación y al mismo tiempo el
soberano que lo hace depositario y custodio de las santas Leyes ¿queda claro?,
haced que las Leyes sean claras, sencillas y que toda la fuerza del Estado está
concentrada en su defensa, y ninguna parte de aquella sea empleada para
destruirlas. Haced que las Leyes favorezcan menos a las clases de hombres, que
a los hombres mismos. Haced que los hombres los temas y que teman solo a ellas.
El temor de las Leyes es
saludable, pero el hombre a hombre, es fatal y engendra abundantes delitos.
Sobre este comentario es preferible y es mejor prevenir los delitos que
pungirlos. Esto debe ser el fin principal de toda buena legislación, que es el
arte de conducir a los hombres al máximo de felicidad, o al mínimo de
infelicidad posible, por hablar según todos los cálculos de los bienes y de los
males de la vida, pero los medios empleados hasta ahora son generalmente falsos
y opuestos al fin propuesto. No es posible reducir la turbulencia, actividad de
los hombres a un orden geométrico, sin irregularidad y confusión.
Así como las constantes y
simplicísimas Leyes de la Naturaleza, no impiden que los planetas se perturben
en sus movimientos del mismo modo las Leyes humanas, no pueden impedir las
perturbaciones del placer y del dolor. Y sin embargo, esta es la quimera de los
limitados hombres, cuando tienen el poder en la mano. Prohibir una multitud de
acciones indiferentes, no es prevenir los delitos que de ellas puedan hacer,
sino crear otros nuevos; es definir caprichosamente la virtud y el vicio que
nos ha sido predicados como eternos e inmutables. ¿A qué seriamos reducidos, si
hubiese de prohibírsenos todo lo que puede inducirnos al delito?, sería preciso
privar al hombre del uso de sus sentidos.
Por cada motivo que impulsa a
los hombres a cometer un verdadero delito, hay mil que nos impulsan a cometer
aquellas acciones indiferentes que son definidos como delitos por las malas
legislaciones y si la probabilidad de ellos es proporcional al número de los
motivos, ampliar la esfera equivale a aumentar la probabilidad de que cometan.
LA MAYOR PARTE DE LAS LEYES, NO SON MAS QUE PREVILEGIOS, ES DECIR UN TRIBUTO DE
TODOS, A LA COMODIDAD DE UNOS POCOS.
CONCLUYO, reflexionando con mi
último sorbo de café; la observancia de la libertad y el amor a la patria, son
las fuentes fecundas de todas las cosas grandes y de todos los actos hermosos.
Ahí radican la dicha de los pueblos y la verdadera ilustración de nuestros
gobernantes. El gobierno no es un bien privado, sino un bien público, que por
tanto jamás puede ser arrebatado al pueblo. A quien únicamente le pertenece en
esencia y en plena propiedad…
Dios permite para el bien común
y para el mantenimiento de la sociedad, que los hombres establezcan entre si un
orden de subordinación, que establezcan a uno de ellos, pero mediante la razón
y con medida no ciegamente sin reservas