• Señora Justicia
Qué lamentable es tener que
decir que el Nuevo Sistema de Justicia Penal, el mismo hasta hoy continúa
trepándose por las ramas y caminando por los subterfugios, asemeja un obscuro
laberinto de intereses para empoderar criminales, --y de paso—sigue empujando
al pueblo a ese pernicioso estado de indefensión en que se encuentra.
Esto que escribo en mi entrega
de hoy, no lo hago tanto para criticar esos negros tapaojos que inventó el
moderno sistema justiciero, y con los cuales cubre la cara de los delincuentes;
sino por otras cosas aún más importantes como lo es el derecho a
picaporte del que gozan los delincuentes; como es también la facilidad en
que los jueces liberan a los delincuentes, al tiempo que los delincuentes
penetran compungidos a los penales por la puerta de enfrente y salen silbando
por la puerta de atrás.
Todo ello, sin descartar la
tan criticada debilidad que ha demostrado el gobierno federal para
enfrentar a la delincuencia bajo el pretexto, siempre dibujado en las
palabras del presidente Andrés Manuel López Obrador, respecto a: “que no haya
abusos de poder, que no se abuse de la fuerza, que se actúe con respeto a los
derechos humanos”. Diciendo a la vez que: “más que tratar con delincuentes,
trabajan con seres humanos, a quienes no se les puede masacrar o ajusticiar…”.
Pero desgraciadamente en todas y cada una de sus declaraciones matutinas, deja
abierta la puerta para que los delincuentes sí puedan, robar, violar, y
destrozar a los seres humanos, incluyendo a los guardianes del orden.
Y mientras tanto, el pueblo
sigue y seguirá sufriendo las nefastas consecuencias de encapuchados o no, que,
constitucionalmente amparados en los artículos sexto y séptimos de la libertad
de expresión y esgrimiendo su justo derecho a manifestarse transitan libremente
por las calles causando destrozos y pintarrajeando paredes, al tiempo que
humillan al Ejército y desprestigian a los elementos policiacos.
En efecto, y aquí es donde
he de ser reiterativo en decir que la justicia como tal, --lo sabemos
todos--- no es ni malévola ni corrupta. Sino que son sus representantes,
--hombres y mujeres--, quienes desde las altas o bajas esferas donde se
imparte la justicia, --como si fueran poseedores de ella--, son los
responsables de prostituirla, de torcerla, y de conducirla por los
senderos de la bajeza y la ruindad.
Y es indudable que desde sus
inicios, el llamado Nuevo Sistema de Justicia Penal trajo como
consecuencia que los bonos de la justicia bajaran, y los derechos de los
criminales subieran, a grado tal que hoy se sienten más fuertes precisamente
frente a esa debilidad gubernamental y al saber que las rejas se construyen
para la sociedad, para sus hogares, para sus negocios, para proteger sus
bienes en general; mientras ellos, los delincuentes, disfrutan el derecho a la
libertad, justamente bajo la magnanimidad de otra que debiera
considerarse como noble institución, y que se denomina: Comisión Nacional de
los Derechos Humanos.
Luego entonces, esa amalgama
de desaciertos nos deja en claro que la modernidad justiciera plasmada en esos
millares de hojas que constituyen el Nuevo Sistema de Justicia Penal, en vez de
registrar positivos avances, está despidiendo fuertes olores a porqueriza y
emanando fétidos aromas a caño; todo lo cual obliga a nuestra sociedad a seguir
reculando al rincón de la ignominia y de la humillación. Mientras los
criminales, se mofan y seguirán mofándose de la sociedad. Seguirán riéndose de
la justicia y seguirán retando a todo un sistema encabezado por el Presidente.
Y todo en su conjunto, y
precisamente ante la falta de tangibles resultados, por supuesto que obliga a
la sociedad a manifestarse en turba. Simplemente para hacerse justicia
con su propia mano. Y porque creen que ya no les queda otro camino para
defender su honor, sus vidas, su patrimonio… sus derechos. Y es que, --por
desgracia--, mientras los sabios doctores del derecho no observen esos
desaciertos plasmados en el Nuevo Sistema de Justicia Penal, nuestra sociedad
seguirá transitando no solamente por el caos y la confusión, sino por los
caminos de la desgracia y la muerte.
Por tanto, mientras los
magistrados y los jueces continúen dando traspiés en la oscuridad mostrando su
desinterés por encontrar el eslabón perdido de la justicia, y mientras sigan
caminando a tientas y a gatas por el obscuro sendero de la pasividad y la
apatía, sin siquiera preocuparse por encender la tan ansiada luz de la justicia
para todos, habremos de dar por un hecho que los pesados grilletes seguirán
prendidos a los tobillos de la sociedad, en tanto las esposas habrán de seguir
circundando las muñecas de los inocentes.
Vale decir aquí que desde
tiempos inmemorables, han sido más los desposeídos quienes han padecido hambre
y sed de Justicia ¿Y sabe por qué? Porque para ellos, esa gran señora siempre
se esfuma, desaparece. Y cuando de casualidad la llegan a ver, observan que
cabalga en tortuga, e incluso, hay quienes han muerto en la espera de
conocerla.
Ahora bien, no está por demás
decir que hay algunos seres que ya consumidos por la vejez, no han podido
acariciar la justicia, y ya postrados por la invalidez de sus cuerpos, todavía
esperan confiados recluidos en sus lechos a que la señora justicia haga
acto de presencia. Y allá, muy en el fondo de su ser, se siguen aferrando
a la idea de que aunque sea en el más allá, algún día la podrán abrazar.
Y mientras todo esto sucede,
el terror y el miedo, que acechan a la vuelta de la esquina, causan estrés e
incertidumbre en todos aquellos mexicanos que no forman parte de la
delincuencia, provocando por tanto, que el beneficio de la duda se
anide en la mente de cada uno de ellos respecto a los presuntos avances que
pudieran arrojar las aventuradas estadísticas emitidas cada mañana por las
instancias gubernamentales sobre la seguridad.
Y ese beneficio de la duda,
--hay que decirlo-- es precisamente lo que arrojan las letras plasmadas en
aquellos enormes tomos inscritos en el Nuevo Sistema de Justicia Penal por los
prestigiados e inteligentes hombres de la toga y el birrete.
Es por todo lo anterior que
golpe tras golpe, pena tras pena, y dolor tras dolor, será el pueblo quien siga
soportando estoicamente los embates, ya no solamente de la crisis económica y
las enfermedades como antaño, sino de la inseguridad y de la delincuencia…
Cuestión de tiempo.