• La Compañía Nacional de Teatro presenta La vida es sueño, obra emblemática del autor madrileño, vigente para revisar la relación entre padres e hijos
CIUDAD DE MÉXICO.
Perteneciente al Siglo de Oro de las letras y
las artes, época que José Ortega y Gasset entendió como de asilamiento para
España, Pedro Calderón de la Barca (17 de enero de 1600-25 de mayo de 1681) fue
uno de los dramaturgos más destacados, sobre todo por piezas teatrales
como La
vida es sueño y El alcalde de Zalamea. Contemporáneo de escritores y
filósofos como Lope de Vega, Francisco de Quevedo, Luis de Góngora, Baltasar
Gracián, en España, y de Molière, Blaise Pascal o René Descartes, en Francia,
Calderón de la Barca fue un autor de perfil religioso, un devoto que reflejó en
sus obras su pasión eclesiástica.
Para
conmemorar los 420 años del nacimiento del autor madrileño, Excélsior platicó
con la dramaturga Claudia Ríos, quien es la directora de la puesta en
escena La
vida es sueño, la cual se presenta en la sala Héctor Mendoza de la
Compañía Nacional de Teatro (CNT).
“Es importante que no sólo se presente en la
CNT, sino que cada año se presente en las preparatorias, y universidades,
porque nos lleva a una reflexión muy profunda sobre quiénes somos y para qué
existimos”, reconoce Ríos.
En
el estudio crítico Un tema de La vida es sueño, Alfonso Reyes planteó dos temas
centrales en el monólogo de Segismundo, el personaje central de esta obra,
“concéntrese la primera en la frase ‘el delito mayor Del hombre es haber
nacido’, y la segunda en el estribillo ‘Y teniendo yo más alma Tengo menos
libertad’”. Al respecto, la directora de escena considera que uno de los temas
centrales de esta obra es el libre albedrío y la libertad.
“Calderón hace una reflexión muy honda sobre
el destino, la libertad y el libre albedrío. El personaje de Segismundo está
predeterminado por el infierno, el maltrato y el rechazo que ha vivido de su
padre, quien lo confinó en esa torre porque los astros le dijeron que ese
muchacho iba a ser un tirano; inclusive cuando nace Segismundo, muere la madre,
entonces el padre lo aísla para resguardar lo que los astros le dijeron.
Finalmente, Segismundo es liberado porque el
pueblo lo pide, y éste perdona a su padre, a pesar de lo anterior, y aquí entra
un momento esencial: el libre albedrío, esa capacidad de decidir y cambiar la
historia. En ese sentido, la obra me parece importantísima, ya que hace una
reflexión profunda sobre las relaciones de los padres con los hijos”, reconoce
la también actriz y docente.
Pedro
Calderón de la Barca fue creador de comedias como Amor, honor y poder, La dama duende y
dramas, tanto de orden religioso, oficialistas o filosóficas, como El sitio de Breda, Los cabellos de Absalón, El médico de su honra, El pintor de su deshonra, El alcalde de Zalamea, El mágico prodigioso,
y los autos sacramentales, tales como El nuevo Palacio del Retiro.
De
esta versión de La vida es sueño, Claudia Ríos, quien ya la había
montado en 2004, reconoce que eligió el libreto que se representaba en
Zaragoza, en 1636, por ser más salvaje y más teatral, más conectado con las
emociones, a diferencia de la versión de Madrid, de 1640.
A decir del crítico literario Ramón
Díaz Plaja “la concepción cristiana de Calderón halla en el alma de cada uno de
los villanos de su obra méritos bastantes para exigir para ellos el respeto que
se les debe, pues que, como ya hemos visto, el mundo terrenal está regido por
la mirada de Dios quien gobierna las condiciones trascendentales de nuestras
almas, uno de cuyos patrimonios naturales es el honor…”.
En
ese tenor, Ríos afirma “La vida es sueño tiene una connotación moral
porque Calderón de la Barca fue un hombre muy religioso, pero esta, más allá
del catolicismo, tiene que ver con cómo nos comportamos en sociedad,
tiene que ver con una introspección muy profunda respecto a nuestro valores, lo
que significa revelarse a uno mismo antes de ser violento, ambicioso, soberbio,
antes de tratar mal a los demás, hay que actuar bien. Como dice Calderón, sueña
el rey que es rey, sin saber que habrá de despertar de ese sueño”.
LA
PUESTA EN ESCENA, EL GRAN RETO
Al
cuestionar a Ríos sobre la dificultad de llevar a escena una obra como está,
asegura que La
vida es sueño implica un reto actoral, sobre todo.
“En mi primera junta con los actores, les
dije que el espectáculo aquí no es la producción ni la escenografía ni los
vestuarios, aquí el espectáculo es la belleza de la palabra y la actuación,
todo lo demás tiene que estar para fortalecer al texto y al actor.
En la puesta en escena no entra nada, ni un
banquito ni una silla. Hay muy poca utilería, acaso unas espadas, una bolsita
con monedas, cinco cosas, a lo mucho. El escenario de la sala Héctor Mendoza
está muy cerquita del público, entonces se necesita un gran actor. En este
caso, sólo está protegido por el texto y su capacidad interpretativa, en este
sentido, yo estoy muy bien amparado porque son unos extraordinarios actores los
de la Compañía Nacional de Teatro, pero sobre todo tienen la capacidad de ir
hacia la profundidad de la palabra, hacia la complejidad de los personajes,
hacia la complejidad de las relaciones”.
La directora de escena destaca que cada uno
de quienes participan en la obra hace un trabajo fenomenal. “Arturo Beristáin,
quien hace a Basilio, y quien da cátedra de actuación cada función; Fernando
Huerta Zamacona, quien interpreta a Segismundo, actor relativamente joven, pero
quien posee una capacidad interpretativa extraordinaria; Cecilia Ramírez Romo,
quien interpreta a Rosaura, tiene la fuerza, la pasión y la locura que necesita
el personaje; Marco Antonio García es Clotaldo; Ichi Balmori es Estrella; David
Lynn interpreta a Astolfo y Olaff Herrera interpreta a Clarín, quien es
gracioso y pícaro de la obra, y en momentos tensos él relaja las situaciones.
Para mí este texto es todo, uno se acerca con
humildad y con mucho trabajo, sabiendo que esta obra nos va a quedar muy
grande, pero hay que poner siempre la mejor cara”, concluye la directora de
escena Claudia Ríos.