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Hoy es jueves, 28 de noviembre de 2024

Obras de Giulio Romano dialogan con edificios que erigió en Mantua

• Giulio Romano innovó el arte de su tiempo superando el perfecto equilibrio formal de Rafael y abriendo la puerta al artificio, al refinamiento, a la citación culta

Obras de Giulio Romano dialogan con edificios que erigió en Mantua

Mantua. El último brote del Renacimiento germinó en Mantua en el auge del poder de la familia Gonzaga, gracias a un entramado de reciprocidad entre Giulio Romano, discípulo predilecto de Rafael, y su mecenas Federico II Gonzaga (hijo de la cultísima Isabella d’Este), quien llevó a la antigua y refinada corte a su máximo esplendor.

Giulio Romano (1492 o 1499-1546) innovó el arte de su tiempo superando el perfecto equilibrio formal de Rafael y abriendo la puerta al artificio, al refinamiento, a la citación culta, típica del manierismo que se imponía en toda Europa.

Dos exposiciones en dos recintos, que concluirán el 6 de enero, renuevan las aportaciones de la muestra histórica de 1989 al presentar la obra del artista en diálogo directo con edificios, pinturas y decoraciones que él mismo creó, trabajando 20 años, hasta su muerte, al servicio del duque.

Giorgio Vasari en Vidas describió los edificios erigidos por Giulio Romano en Mantua: ‘‘no habitaciones de hombres, sino casas de los dioses’’; y tenía razón.

La primera muestra, montada en colaboración con el Museo del Louvre, titulada Con nueva extravagante manera, destaca la innovación de su lenguaje mediante 72 dibujos, expuestos en la deslumbrante Corte Nuova, el ala del palazzo Ducal, construida, remodelada y decorada por Giulio Romano a partir de 1536. Los dibujos nos conducen al carácter poliédrico del pintor, arquitecto, urbanista e incluso designer ante litteram (creó hasta loza). No son simples bosquejos, sino obras terminadas al detalle para que su cuadrilla de ayudantes pudiera ejecutarlos sin equivocaciones.

En la sala Amor y Sique, erotismo sin inhibiciones

La segunda exposición, Arte y deseo, montada en el palazzo Te (considerada su obra maestra, construida de 1525 a 1535), explora la producción erótica del artista desde su formación en el taller de Rafael hasta la culminación de la decoración mural de la sala de Amor y sique, inspirada en la Metamorfosis, de Ovidio. Es el ambiente más opulento del palacio, donde el erotismo aflora sin inhibición en ese espacio. Ahí se acogía a los visitantes notables, incluido Carlos V, que lo visitó en 1530.

No es casual que el edificio influenció el llamado palacio de Carlos V en la Alhambra, mientras las decoraciones se propagaron mediante grabados en Italia y Europa en todos los medios posibles: pintura, tapices, bronces, cerámica. Por breve tiempo, que coincide con los años de actividad de Giulio Romano entre los años 10 y los años 40 de ese siglo, el espíritu de libertad y sensualidad invadió la pintura italiana.

Por primera vez los artistas igualaron por calidad y sofisticación la poesía del arte clásico. La severidad contrarreformista y la crisis de las guerras de religión cerrarían este paréntesis, desde esos años.

Obra que contagió a otros artistas

Giulio Romano llegó a Mantua en 1524, por petición del duque. Hasta ese momento había trabajado al lado de Rafael en la decoración de las Estancias de su maestro en el Vaticano, quizás el encargo más prestigioso de ese tiempo. Tras la muerte de Rafael en 1520, Giulio concluyó, a pedido del papa León X, la sala de Constantino en el mismo sitio.

La importancia de la Antigüedad en su formación artística incluyó un sector menos áulico, pero vital y en auge, inspirado ya sea en la literatura (Ovidio, Apuleyo) como en la estatuaria antigua.

Con Rafael, quien (según el Vasari ‘‘murió por los excesos del amor’’) Giulio decoró el pórtico de la Villa Farnesina del banquero Agostino Chigi y la pequeña Stufetta (baño) del cardenal Bibbiena, donde los temas mito-lógicos escondían los instintos eróticos de los mecenas. Pero a diferencia del palacio Te, eran espacios íntimos fuera de la mirada del público.

Giulio Romano realizó Modi, serie de dibujos pornográficos con 16 posiciones distintas, grabados en 1524 por Marcantonio Raimondi con sonetos procaces de Pietro Aretino. Un trío de excelencia que generó el éxito inmediato de la edición costándole la cárcel a Raimondi y más tarde la hoguera a los libros. Sin embargo tuvo el tiempo de generar una abundante producción de atrevidas imágenes realistas en las que el velo mitológico caía por completo.

En esa trayectoria se ubica Retrato de cortesana (1521) y Dos amantes, ca., 1524, de los museos Pushkin y Hermitage, respectivamente. La última, recientemente restaurada, es única por ser un momento preliminar al coito que incluye una anciana voyerista, sello frecuente en su producción.

La muestra destaca cómo su obra ‘‘contagió’’ a los máximos artistas del tiempo que representaron los encuentros eróticos de los dioses. Entre ellos la Venus de Urbino (1532-1534) y la Dánae (1544-1545) de Tiziano; las cuatro telas con los amores de Júpiter encargadas por Federico II a Correggio a principios de los años 30 (la muestra incluye la Dánae de la Galería Borghese, que participa en la exposición), incluso la Leda de Miguel Ángel creada de 1529 a 1530 que en el siglo XVI fue destruida por ser considerada obscena y de la cual queda un dibujo de Rosso