• Alejandra Frausto desperdició el bono de legitimidad que heredó para hacer grandes cambios, opinan expertos
CIUDAD DE MÉXICO.
El primer año de Alejandra Frausto Guerrero al frente de la Secretaría de Cultura
(SC) federal transcurrió bajo el signo de la inconformidad, la protesta y la
desmemoria.
En febrero pasado iniciaron las
protestas, cuando trabajadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH),
acompañados por el arqueólogo Leonardo López Luján, denunciaron la falta de
pagos y la ausencia de regularización contractual. A esa protesta le siguieron
la de creadores ante los cambios planteados en el Fonca, en el IMER y,
recientemente, en Radio Educación.
Persistieron las mantas, colocadas por los sindicatos, en la fachada del
Palacio de Bellas Artes y el cierre de las oficinas centrales de la SC, de la
Biblioteca de México y del Centro Cultural del Bosque, así como los reclamos de
los legisladores, quienes insistieron en que muchos proyectos estatales fueron
marginados.
También está la crisis que provocó la salida
de funcionarios como Mario Bellatin (Fonca), Édgar San Juan (Desarrollo
Cultural) y Pedro Salmerón (INEHRM), y el olvido de las reformas a la Ley
General de Cultural y la aplicación de los famosos vales de cultura.
Con el propósito de analizar este
escenario, Excélsior solicitó una entrevista con Alejandra
Frausto, pero hasta el cierre de esta edición no se concretó; también se
consultó a Eduardo Cruz Vázquez y Arturo Saucedo, expertos en política
cultural, quienes elaboraron un breve bosquejo del sector cultural a un año de
la actual administración federal.
Para Eduardo Cruz Vázquez,
coordinador del Grupo de Reflexión sobre Economía y Cultura (Grecu),
hay algunos puntos positivos. El primero es que la SC logró “simplificar la
instrucción presidencial en el programa de Cultura Comunitaria, con lo cual
articuló y le destinó recursos, para convertirse en su bandera central, o la
única, a lo largo de estos 12 meses”.
Otro punto fue la reconversión de Los Pinos,
ya que marcará el sexenio y otros periodos de la historia, dado que en 12 o 15
años que regrese el PRI, el PAN u otro partido político, Los Pinos no será más
residencia de los presidentes.
Y el Proyecto Integral del Bosque de
Chapultepec (que encabeza Gabriel Orozco), que “si se logra hacer en seis años
—pese a que todavía no hay un plan maestro público— sería la obra faraónica del
sexenio en términos de infraestructura cultural, a diferencia del Tren Maya,
que no es cultural ni de la SC”.
Pero también están los saldos en contra,
añadió Cruz Vázquez, como el que no hubiera un corte de caja respecto de la
administración pasada. “Porque mientras el Presidente y otros secretarios
marcaron las diferencias entre el ayer y el ahora, Frausto fue omisa y no marcó
un punto y aparte en el estilo y en la forma de conducir y plantear los dilemas
del desarrollo cultural”.
Además, desperdició el bono de legitimidad
que heredó para introducir los grandes cambios y ajustes dentro de esta
dependencia, “así que perdió la oportunidad de sacudir al sector”, explicó.
“Con lo anterios, desaprovechó la legitimidad
que le dio el Presidente para ir a fondo, lo que derivó en dichos conflictos y
redujo su capacidad como operadora política frente a los grupos de interés del
sector”, dado que careció de capacidad de liderazgo y no logró ser la
interlocutora con las estructuras del sector legislativo, el mundo empresarial
y organizaciones de la sociedad civil.
Además, la SC se mantiene en plena violación
de la Ley General de Cultura, “pasando por alto el Artículo 8 (vales de
cultura), dado que no se expidieron los cambios en su reglamento, y toda esa
parte jurídica, que tiene su asidero en la ley; ha sido omisa durante el año”,
concluyó.
Por su parte, Arturo Saucedo define el primer
año de Frausto como una administración sin perfil para cumplir con sus
obligaciones, dotado de una ineptitud generalizada y ubicada en un caos
jurídico a causa de los caprichos en el sector cultura, acompañado de un
desorden presupuestal y una reducción real en su ejercicio.
“La falta de perfil la vemos en que desde el
principio generó conflictos innecesarios con la Cámara de Diputados, porque
nunca entendió sus facultades… además de la falta de definición de un proyecto
cultural que permita a las instituciones operar de manera eficiente, ya que la
política cultural se ha centrado en uno o dos programas hundidos en el caos.
“Además, han relegado cuestiones prioritarias
como la investigación y se han abandonado cerca de 200 festivales en todo el
país. Todo esto que representa empleo, trabajo, difusión, se ha ido a la
nulidad y nos habla de una descapitalización de la vida cultural en México”,
añadió.
Se ha olvidado el Programa Nacional de
Cultura y México tiene una escasa presencia internacional, mientras que la
diplomacia cultural quedó en un presupuesto de 10 mdp, “además de la
insostenible e injustificable centralización de recursos que tiene su oficina y
da pie a la corrupción, ya que son más de cinco mil 300 mdp centralizados”, expresó.
Y cuestionó que un proyecto como el de
Chapultepec ejercerá más de mil 700 mdp sin tener un análisis de
costo-beneficio, cuando ese presupuesto podría servir para la restauración,
reparación y rehabilitación de los 21 museos de la zona.