• Más de 50 nuevos partidos, pero hubo 106 intentonas en este 2019
Con la entrega de hoy, de
ninguna manera es mi intención criticar a priori, o sin sustento, pero he de
ser claro al señalar que hay ocasiones en que la ignorancia es la causante de
posteriores adversidades, de tardías lamentaciones; y a veces, hasta de
desgracias.
Hago esta introducción, con la
sana intención de ser claro más adelante, pero de antemano decir que la gran
mayoría de los mexicanos, y particularmente los sudcalifornianos desconocíamos,
es decir ignorábamos que durante el presente año hubo un total de 106
manifestaciones de intención de organizaciones que buscaban registrarse como
nuevos Partidos Políticos Nacionales, y que de ese total, la gran mayoría
ya desistieron. Pero quedan 58 que pretenden cumplir con los
requisitos para obtener su registro en 2020.
Para muchos, pareciera algo
intrascendente. Sin embargo es resulta de vital importancia si tomamos como
punto de partida que la permanencia de los partidos políticos nos cuesta a
todos los mexicanos. Y también es de vital importancia porque año con año se
destinan para sus gastos miles de millones de pesos.
Efectivamente, porque nada
menos para esta ocasión el Consejo General del Instituto Nacional Electoral
(INE) aprobó el proyecto de presupuesto para el Ejercicio Fiscal del año 2020,
por un monto total de 12 mil 493 millones 356 mil 325 pesos, “suficientes para
cumplir con las obligaciones que el propio Congreso de la Unión le ha asignado
y para garantizar la certeza de los procesos electorales 2020 y 2021”, advierte
el INE.
¡Los golpes quitan lo bruto!
reza una vieja sentencia. Pero en este caso pareciera que no queremos entender
por más palos que nos den, y por el contrario, cada uno de los ciudadanos nos
convertimos en cómplices cuando apoyamos la creación de estos nuevos partidos.
De ahí que habríamos de decir que los pueblos tienen los partidos que merecen.
Y no queremos entender porque,
a pesar de todo, aquí enfrente tenemos a un país que podríamos tomar como
ejemplo: Estados Unidos, donde a pesar de estar integrado por 50 estados
autónomos en su régimen interno, –es decir 18 estados más que México, los
principales partidos políticos que dominan la escena política son el Partido
Republicano y el Partido Demócrata, por lo que algunos consideran el sistema de
este país como una democracia bipartidista.
Para colmo, luego de la
información oficial dada a conocer por el Instituto Nacional Electoral, “a
partir del 1 de julio de 2020 tendrán efectos constitutivos como partidos
políticos nacionales aquellas organizaciones cuyo registro haya aprobado el
Consejo General para participar en el Proceso Electoral Federal 2020-2021”. Es
decir, ya casi casi están prendidos de la ubre.
Y en esa extensa lista hay
suficientes ofertas para escoger. Es decir de todos colores. Están los
liberales, los nacionalistas, los socialistas, los comunistas, los
federalistas, los vanguardistas y los demócratas, Y no faltan los colosistas,
los obreros, los migrantes, los indígenas, los progresistas, los
ambientalistas, los derechistas, los transformadores, los reconciliadores, los
izquierdistas. Sin descartar los independientes, los imperialistas, los
agraristas, los sinarquistas, los constitucionalistas, y hasta los diferentes.
Además de los regeneradores, los solidarios, los campesinos, los de
centro, los libertadores, los salvadores de la patria, Etc..
Sobre este mismo
particular, he de ser reiterativo en que no será un nuevo partido
político el que nos lleve del infierno al paraíso. De ninguna manera. Como
tampoco ha de ser un nuevo partido el que ayude a superar los flagelos que
sufre el pueblo y que tienen que ver con el incremento de precios, la falta de
empleo, los golpes de la delincuencia, los abusos de autoridad, o el
surgimiento de nuevas tasas impositivas.
Y aquí he de enfatizar que una
vez escribí, que es sano, y que sería muy sano para todos los mexicanos, que en
lugar de que aumenten, se eliminen algunos de los tantos partidos políticos que
existen en nuestro país, pues no dejan de ser una carga sumamente pesada para
el erario. Y en gran medida a eso se debe el aumento de millones de mexicanos
por el camino de la pobreza. Como también ocasiona falta de oportunidades, lo
que a su vez provoca el incremento de la violencia. Qué desgracia.
Dije también que muchos de
esos partidos políticos no dejan de ser unos zánganos, unos parásitos, unas
sanguijuelas. Aprovechados, ocasionales y oportunistas, toda vez que lo ven ya
como un negocio familiar. Y es que lamentablemente, cualquiera que sea una
nueva organización de esa naturaleza, tendrá que ser un partido integrado por
gente que a arrastra costales de mañas, que esconden viejos trucos, y que a sus
espaldas cargan pesadas losas de vicios y corruptelas.
Y más desgracia pues,
que hoy, precisamente cuando el pueblo está más sumido en la
desgracia, y cuando el mercado de ofertas políticas está sobresaturado,
tantos nuevos partidos salten al escenario; lo que por consecuencia viene a
asestarle al pueblo, no sólo una fuerte bofetada, sino el tiro de gracia.
Por tanto, no será un nuevo
partido el que venga a superar los flagelos que sufre el pueblo y que tienen
que ver con el incremento de precios, la falta de empleo, los golpes de la
delincuencia, los abusos de autoridad, o el surgimiento de nuevas tasas
impositivas. Ni mucho menos vendrá a acabar con el nepotismo y la impunidad,
que tanto daño nos hacen.
¿Por qué? porque jamás un
partido político se ha preocupado por buscar solución a los problemas torales
del pueblo, como podría ser convocar a un frente común para protestar por el
aumento de precios en las gasolinas, por el alto costo del gas, por lo caro de
las medicinas, por el inalcanzable pago de tarifas por consumo de energía
eléctrica, o por el alza inmoderada de precios en alimentos básicos.
Contrariamente, la
creación de nuevos partidos políticos, más bien constituye otras formas de
robar. Equivale, -para ellos- a formarse en la muy corta fila de la
distribución de la riqueza que comprenden aquellos miles de millones de pesos
que cada tres años cuantifican los magos del IFE, y cuyos recursos prácticamente
se destinan para unos cuantos, es decir para un reducto de políticos sagaces,
hábiles y colmilludos ansiosos de organizar una nueva camada de mafiosos y
perversos malhechores.
Cuestión de tiempo.