• La célebre autora argentina abrió ayer el Salón Literario de la FIL Guadalajara y luego recibió, de manos de Silvia Lemus, la Medalla Carlos Fuentes
GUADALAJARA.
“La felicidad del libro, de la lectura, es el hallazgo
del propio camino”, afirmó ayer la escritora argentina Luisa Valenzuela en la
conferencia magistral que tituló Las letras, verdadero espacio
de libertad, con la que abrió el Salón Literario de la 33 Feria
Internacional del Libro de Guadalajara.
“Lo leído y lo escrito… caminos paralelos que
se cruzan y se complementan. Toda escritura, quizá sobre todo la de ficción, es
una forma de lectura de la realidad… Cada obra literaria es una apertura al
mundo y, sin ofrecernos soluciones predigeridas, nos brinda herramientas para
encontrar respuestas por cuenta propia”, agregó.
La novelista y cuentista de 81 años aclaró
que “en los libros nos esperan las utopías, los sueños concretados y los que
vendrán, aquello que descubrimos que sabíamos aun sin saberlo, hasta las
respuestas absolutamente individuales”.
Hizo un elogio del libro impreso, “batería
recargable desde lo espiritual”, que se puede leer sin depender del Wi-Fi ni
siquiera de la luz eléctrica. “Démosle libre curso a nuestra capacidad
indagatoria, nuestra curiosidad, nuestro espíritu de rebeldía, para
enfrentarnos a las fuerzas reaccionarias y dogmáticas que pretenden regir
nuestro mundo”, indicó.
La también ensayista está convencida de que
hoy vivimos en un mundo en movimiento constante, arrollador. “Sin embargo,
detenerse a leer, sumergirse en un libro, no significa perder la marcha, sino
acercarnos a una comprensión de aquello que de otra forma arrasaría con
nosotros”.
Aclaró que no la mueve a escribir novelas o
cuentos la necesidad de contar historias, ni un afán de catarsis o de
expiación. “Es apenas un loco intento de ir en busca de aquello que sabemos
perdido de antemano. Lo que no puede ser dicho, pero empujará los límites de lo
decible”.
La primera mujer en ganar el
Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria en el Idioma
Español destacó que a lo largo de décadas se ha hablado de un cambio de
paradigma. “Parecería que en estos momentos estamos viviendo tal cambio, entre
fascinante y aterrador, que implica salirse de este status quo del
aquí y ahora, del ‘lo quiero ya’. Estamos con un pie en otra era y esta nueva
era, en toda su convulsión, nos trae también vientos de esperanza”.
Quien escribió su primer cuento, Ciudad ajena, a los 17 años habló también de la “imparable”
fuerza que han cobrado las mujeres, junto con la aceptación de las
diversidades. “La quinta ola del feminismo arrasa como un tsunami. Las mujeres
en masa salen a las calles a reclamar por sus derechos en forma pacífica, pero
contundente”.
Y defendió el lenguaje inclusivo. “Alentemos
la irreverencia y la transgresión. La literatura nos lo ha enseñado siempre. Ha
llegado la hora de asumirlo plenamente en nuestra habla cotidiana. Reconocer y
aceptar las diferencias, irles dando nombres que se irán ajustando, precisando,
como una forma más de ingresar a un futuro transformativo, enriquecedor”.
Pero, más allá de la gramática, aseguró
Valenzuela, “nos conmueven las identidades en movimiento”. “En estos tiempos
mutantes y acelerados, géneros literarios y géneros sexuales se confunden o
imbrican”, dijo y contó que en la región del Istmo de Tehuantepec hay tres
géneros que conviven alegremente: hombres, mujeres y muxes, “una tercera
clasificación reconocida y celebrada desde la época prehispánica”.
La autora de las novelas Hay que sonreír (1966)
y Realidad nacional desde la cama(1990)
evocó el caso de las mujeres de los territorios ancestrales de Bolivia,
“mujeres poderosas del arcoíris”, según su propia definición, que ponen el
cuerpo en defensa de quien consideran su líder natural, y alzan la voz y
proclaman su “palabra florida”, su “sentipensar”. “La cultura milenaria y la
actual se dan la mano en estos nuevos tiempos”.
Al terminar su conferencia, en un
acto cálido, Valenzuela recibió de manos de la periodista Silvia Lemus, viuda de Fuentes, la
Medalla Carlos Fuentes, instituida por la feria para honrar la memoria del
autor de La región más transparente.
Entre abrazos y recuerdos, las dos amigas
evocaron la convivencia que tuvieron cuando el narrador vivía, a quien
Valenzuela conoció en París, en la casa del pintor Fernando Botero a principios
de los 70 del siglo pasado. Tras colgarle la medalla, Lemus le recomendó:
“Cuídala mucho, guárdala bien, porque es de oro”.