• El pintor zacatecano cierra los festejos por sus 90 años con una gran retrospectiva en el MUAC, en la que reúne cien obras clave de su producción
CIUDAD DE MÉXICO.
Para Manuel Felguérez (Zacatecas, 1928) el arte es un oficio
de inventores y no de artesanos que repiten la misma obra, porque el acto de la
creación está ligado a la invención y cuando “el artista se repite, se
convierte en artesano de sí mismo y deja de ser artista. Así que el chiste es
la emoción y que cada obra comience en la famosa tela en blanco”, expresó ayer
durante el recorrido por la nueva muestra que le dedica el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC).
La exposición, que será
inaugurada este sábado, lleva por título Manuel Felguérez. Trayectorias y es definida como un recorrido
monográfico que incluye los momentos clave de su trabajo, a partir de cien
obras que recorren siete décadas de producción artística, en el marco de sus 90
años.
“El artista tiene que llenar su tela en
blanco con algo que no haya existido, no repitiendo algo que ya está visto,
sino con algo inventado. Así que en cada exposición uno tiene que tener algunos
elementos de novedad, ¿o para qué enseñas tu trabajo si es lo mismo?”, dijo
poco antes de revisar el montaje.
También reveló que sus obras tienen una
importante carga gestual, dado que han sido elaboradas con el movimiento del
cuerpo y a partir de un concepto clave: el caos.
“Es mucho más difícil inventar el caos que el
orden, pero lo primero es el caos y, una vez que éste se inventa, en el caso
del universo, se supone que dios impuso una serie de leyes. Ahí está la
gravedad: una estrella jala a otra y poco a poco se empiezan a acomodar y
continúa una constante transformación”.
En todo caso, añadió, si uno piensa que el
arte es creación, “uno se ve obligado en su propia obra a encontrar
constantemente un orden y dicho orden lo marca uno mismo”. Quizá esto se
relaciona con una frase de Leonardo da Vinci, “quien afirmaba que ‘el arte es
mental’, es decir, no es manual, no es artesanía, no es oficio... es cabeza”.
También habló sobre la inspiración de su
obra. “Yo siempre respondo que uno no se inspira de un árbol, pero sí de la
naturaleza. (El arte) no se hace en un día, puede tardar 10 días o dos meses,
“y en ese tiempo estás pegado a la pared, como mosca, haciendo rayitas,
mientras suceden cosas”.
En esencia, advirtió, el artista no crea una
simple obra, sino que pinta su vida. Así que cuando alguien asiste a una
exposición, se aprecia la vida secreta de alguien.
A esto se suma otro detalle: “Todo el trabajo
artístico es una lucha contra uno mismo y, a veces, como en las películas, le
salen arrugas al papel”, y es cuando el artista trabaja y corrige hasta que
algo resulta y nace una especie de milagro. Y cuando se termina la obra,
Felguérez la cuelga en un muro para observarla unos días más y cada que pasa a
su lado le agrega un detalle.
¿Diría que su obra está ligada al
caos?, se le cuestionó al creador de Puerta 1808. “Me
parece la base para el arte. Por ejemplo, si te digo que tú eres un esperma, no
me lo vas a creer, pero puedes pensar en el caos de esos líquidos que se
mezclan y luego adquieren un orden que ya está establecido en la naturaleza;
todos hemos seguido el mismo proceso sin pensar en él. Tampoco lo hicieron
nuestros padres, simplemente es así. Digamos que en la naturaleza tú siembras
un árbol y éste crece. Es su ley y luego da frutos. Entonces, todo acaba
teniendo un orden, pero empieza siendo nada”.
La muestra Trayectorias incluye
obras de gran formato, entre las que se encuentran: Trilogía (2019), La danza de los ojos (2019), La máquina del deseo(1973), Canto al océano (1963), La energía del punto cero (1973), El autómata de Hagelberger (1973), Combination 144-2 (1976)
y muchas más.
Felguérez también aseguró que “el arte tiene
la obligación de ser pretencioso, en el sentido de que, cada vez que hace una
obra, se intenta hacer lo mejor del mundo”, e insistió en que “el arte viene
del arte”, es decir, que abreva de todas las fuentes del pasado.
Y recuperó dos instantes de su origen. El
primero es su nacimiento, ligado al municipio de Valparaíso, en Zacatecas. “Ahí
mi padre tenía una hacienda, donde yo nací y siempre me consideraron güero de
rancho, aunque mi madre decía que no es de rancho, sino de hacienda, pero en
fin, es lo mismo”.
Y evocó su bautizo como artista. Sucedió al
terminar la preparatoria, durante un viaje por Europa, dos años después de que
terminara la Segunda Guerra Mundial. En aquel viaje visitó la Catedral de Notre
Dame, la Capilla Sixtina y una exposición de Joseph Turner, en Londres.
En aquel trayecto, Felguérez iba con su amigo
Jorge Ibargüengoitia, a bordo de un barco sobre el río Támesis. De pronto bajó
al camarote, tomó un lápiz, un trozo de cartón y dibujó el río, la Torre de
Londres y un lanchón que rompía el horizonte. Al terminar el dibujo, Felguérez
lo firmó y se lo entregó a su amigo, mientras le decía: “Mira, ya soy artista”.
Aquel instante, que sucedió el 12 de octubre
de 1947, le recordó a Turner con sus barcos, el agua, la caída del sol... y así
asistió a su confirmación como artista.
Por último, anunció que donará parte de su
archivo y de su obra al MUAC, lo que responde a su compromiso como
universitario, debido a que parte de su vida trabajó en la Academia de San
Carlos y el Instituto de Investigaciones Estéticas; considera que es mejor
dejar su obra y archivo en un museo donde pueda conservarse. Con ello, el MUAC
sumará 64 obras del artista zacatecano.
Poco antes de retirarse, Felguérez mostró su
inalterable sentido del humor y prometió que dentro de 10 años montará una gran
retrospectiva en el Museo de Arte Moderno de la Gran Manzana. “Lo de Nueva York
lo cito como un lugar común, porque se supone que es el museo internacional más
conocido. Es como una meta. Antes todos íbamos a París, ahora la gente va a
Nueva York, que se ha convertido en lugar mítico”, concluyó.
La primera exhibición de
Felguérez se hizo en 1958 y, desde entonces, ha participado en innumerables
muestras individuales y colectivas nacionales y en el extranjero. Su obra se
exhibe de manera permanente en importantes recintos museísticos de México,
Europa, Asia y América, además de formar parte de múltiples colecciones
privadas. A lo largo de su trayectoria ha sido reconocido con el Premio
Nacional de Artes de México (1988), la beca de la Fundación Guggenheim y el
Gran Premio de Honor de la XIII Bienal de São Paulo (1975). Obtuvo la Medalla
Bellas Artes (2015) y fue nombrado Creador Emérito por el Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fonca (1993).