• El famoso ‘Ruso’ cuenta lo difíciles que fueron sus primeros dos meses en León luego de dejar su natal Argentina para seguir el sueño de ser profesional
Con solo seis años de edad y en el seno de
una familia de clase media-baja, Damián Zamogilny, el famoso Ruso, daba sus
primeros pasos en el futbol, un sueño que lo llevó en poco tiempo a las fuerzas
básicas del Independiente en su natal Argentina. Pero el destino le tenía
preparado otro camino lejos de Buenos Aires y de los suyos, un duro camino
donde tuvo que sufrir para poder consolidarse como profesional, a veces,
comiendo solo una vez al día.
Hoy, el comentarista de TUDN echa un vistazo
al pasado y, en una charla con La Afición, recuerda que incluso llegó a ser
seleccionado nacional Sub 17 con la Albiceleste, con quien se quedó a un paso
de disputar el Mundial de la especialidad en Egipto, en 1997.
“Comencé cuando tenía seis años a jugar al
futbol y conforme avanzó el tiempo me acomodé en Independiente, hice mis
fuerzas básicas, llegué a entrenar y jugar con la selección juvenil Sub 17 y
quedé fuera de la lista final del equipo que disputó el Mundial de Egipto”,
recordó Damián.
Una vez que alcanzó la mayoría de edad,
Zamogilny tenía más claro su camino con el conjunto de Avellaneda, donde llegó
a entrenar con el primer equipo asistiendo a una pretemporada en 1999, donde
fue observado por una persona que le convenció de viajar a México para probar suerte
con el León.
“A falta de oportunidades, surgió la
oportunidad de salir del país, me contacta alguien de México que estaba
observando los entrenamientos durante el último mes, estaban buscando un
jugador que no sea caro y pudiera encajar en Primera División; tomé la decisión
porque económicamente era una mejor opción”, dijo el ex futbolista de 39 años.
Llegar a México no fue como en un principio
lo imaginó, pues con la certeza de que podía firmar un contrato con los
Esmeraldas, viajó únicamente con 200 dólares –en esa fecha eran poco menos de 2
mil pesos mexicanos- y muchas ilusiones, incluso había hecho la promesa a su
familia de volver en seis meses para pasar las fiestas decembrinas y compartir
su experiencia en nuestro país.
“Me vine a León y no firmé contrato, me
dicen: ‘¿sabes qué? No se va a hacer’. Después de estar un mes de pretemporada,
estaba en esa época Zermeño, fue en el 2001. La idea era, en un principio,
regresar a Argentina y no lo hice, yo quería contratarme con alguien por mi cuenta,
entonces me quedé en México y a partir de ahí comenzó mi peregrinar”, compartió
Damián, quien no tuvo cabida en La Fiera debido al límite de extranjeros.
NO HABÍA NI PARA TOMAR CAFÉ
Sin su familia, ninguna referencia, ni mucho
menos amigos, El Ruso comenzó una carrera contrarreloj para sobrevivir con lo
poco que tenía en los bolsillos, pero siempre con el objetivo claro de poder
consolidarse en el futbol profesional. En el camino, encontró gente que le
extendió un brazo, amortiguando la adversidad a la que se enfrentó en sus
primeros dos meses en México, en su caso, fue nada menos que el ídolo del León,
Jorge Davino, el histórico Tarzán padre de Duilio y Flavio Davino, con quienes
más tarde compartió los terrenos de juego.
“Gracias a Dios me he encontrado siempre con
gente que me ha ayudado, incluso el papá de Duilio Davino lo conocí en León, se
presentó conmigo y él fue uno de los que me ayudó en un momento malo, donde no
tenía ya un peso, estaba en una casa medio abandonada que no tenía muebles ni luz,
tenía un colchón en el piso nada más, no había servicios y él me hizo el favor
de invitarme varias veces a comer a su restaurante, él nos apoyó con algunos
electrodomésticos para poder hacer un café, para desayunar, pero pues en ese
momento no sabía quién era El Tarzan Davino, se portó de una forma espectacular
sin conocerme, me invitaba a comer y esa era mi única comida del día, allá en
León”, dijo.
LA OTRA CARA DE LA MONEDA
Con solo 21 años, Damián Zamogilny no se
rindió. Buscó acomodo en el algún equipo de Ascenso, que en ese entonces era la
Primera A; tampoco tuvo éxito y terminó con algunos equipos de Segunda
División.
“Después de superar esa etapa busqué
contratarme con algún equipo del Ascenso, no lo logré, apareció un equipo en
Segunda División y terminé jugando con los Halcones de Querétaro, que era una
filial del América, jugué ahí ese año”, compartió.
El Ruso pasó también por el Real de la Plata
y paró su actividad debido a lo complejo que era encontrar equipo por su
condición de extranjero –había pocas plazas para foráneos-. Probó suerte en el
futbol amateur y años más tarde recibió una invitación para probar suerte con
el Puebla, club del cual sigue ‘enamorado’ hasta la fecha.
Con La Franja, logró un título de liga en la
división de ascenso, fue ganando adeptos hasta ser referente del equipo en el
máximo circuito, ganando un Balón de Oro por su impecable participación en el
Clausura 2008.
Con los años se nacionalizó mexicano y
redondeó su currículim con los Tecos de la UAG, jugando en la parte final de su
carrera con los rojinegros del Atlas.