Lo derecho es lo decente
Muy buenos días estimable
lector gracias, muchas gracias, por continuar prefiriendo este su periódico El
Independiente.
Inicio esta columna comentando
a Usted; después de veinticinco años de esfuerzos por corregir nuestros
problemas estructurales y reorientar nuestras economías hacia la modernización,
la apertura y el mercado, América Latina no logra superar sus rezagos endémicos.
Aunque muchas de las reformas económicas emprendidas permitieron resolver
algunos de los problemas más graves, los resultados, en termino de crecimiento,
reducción de la pobreza o distribución del ingreso, han sido ciertamente
desalentadores o, al menos no los esperados, eso plantea nuevos desafíos acerca
de lo que deben hacer los presentes legisladores para promover una nueva
generación de reformas que, sin deshacer lo andado, concilien democracia,
desarrollo y equidad.
Los gobiernos deben diseñar
una nueva generación de reformas sociales y económicas en donde el objetivo
central sea aumentar las capacidades básicas de los individuos, dotar a las
sociedades de herramientas productivas y educativas que les permita: a) superar
sus insuficiencias actuales, b) elevar sus ingresos, c) mejorar la calidad de
vida, y d) aumentar sus habilidades y destrezas para poder incorporarse al
mundo laboral. Ahora bien, los progresos en las reformas estructurales que
México necesita para fortalecer su economía, mejorar su competitividad y
afianzar su democracia, son escasos y lentos aun.
Bajo este contexto los
actuales legisladores deben usar toda la imaginación y creatividad para diseñar
un genuino desarrollo democrático, equitativo y sostenible, para que el País mejore
su competitividad y los gobiernos amplíen la inversión social en educación,
salud, infraestructura y seguridad, es urgente contar con mayores recursos y
profundizar no solo en los retos derivados de las reformas estructurales
pendientes, sino en las nuevas que, en el corto o mediano plazo, serán
indispensables.
México y su sociedad necesitan
un nuevo enfoque acerca de las posibilidades que ofrecen las reformas políticas
y económicas para consolidar su tránsito hacia la normalidad democrática; para
sembrar en la ciudadanía un interés y entusiasmo realista para los asuntos
públicos, y para asegurar que en pleno Siglo XXI esa democracia y esa sociedad
sean a base de un nuevo desarrollo más próspero, compartido y equitativo.
Si México quiere retomar el
crecimiento económico, distribuir mejor la riqueza, mejorar los salarios y
elevar la competitividad, tiene que implementar una serie de reformas
estructurales en el terreno fiscal, eléctrico, energético, educativo y laboral.
Es cierto que algunas de estas reformas o quizá todas, tienen costos políticos
de corto plazo para los partidos, para los legisladores e incluso para la
propia sociedad; pero sus ventajas son enormes, mucho mayores para el País y,
en última instancia para los propios actores políticos y para la ciudadanía.
Concluyo, por ejemplo todos
sabemos que a México le hace falta un mayor financiamiento para obras, para
seguridad, para escuelas, para hospitales. Para eso hace falta que los ingresos
fiscales de los gobiernos federales, estatales y municipales aumenten, y eso
solo es posible con una buena reforma fiscal que sea sólida, convincente, y que
se le explique a la gente en que se va invertir ese dinero. Termino esta
columna diciéndole; los problemas de México son internos tienen que ver mas con
la ausencia de reformas que con la competencia del exterior.