• Con el montaje de A puerta cerrada, Enrique Singer recupera el existencialismo más crudo de Jean-Paul Sartre
CIUDAD DE MÉXICO.
La actriz mexicana Blanca Guerra explora la filosofía
existencialista del escritor francés Jean-Paul Sartre (1905-1980), en la
obra de teatro A puerta cerrada (Huis Clos, en su título original), escrita en 1944,
que será estrenada mañana en el Teatro San Jerónimo Independencia, bajo la
dirección escénica de Enrique Singer.
La actriz detalló, en entrevista
con Excélsior, que
la complejidad de la historia radica en que ésta concentra el pensamiento y la
“filosofía del existencialismo ateo” de Satre, a través de tres personajes que
se encuentran en el infierno.
Sus circunstancias, dijo, contrastan con la
esencia y lo que define la postura del dramaturgo, quien “no plantea un cielo
ni un infierno, ni tampoco seres extraordinarios, sobrenaturales o superiores”,
sino un espacio imaginario donde “el infierno son los otros”.
Así que Sartre deja que la responsabilidad
recaiga por completo en el individuo, sin azar ni proyecto que preceda a la
existencia.
Y es a partir de ese punto que la
persona se hace responsable del tipo de ser humano que quiere ser, desde su
libre albedrío.
Así que sus actos, abundó la actriz, deben
ser congruentes, porque éstos son los que definen a los personajes y los
particularizan, sin perder de vista que todas las acciones de los
personajes tendrán consecuencia en los demás.
“Esto quiere decir que existes en tanto te
relaciones con el otro, en tanto el otro te ve y te toma como una persona y no
como un objeto”, abundó Guerra.
Y aunque estás expuesto a ser interpretado
por los demás, no siempre resulta bien, porque depende de lo que los demás
creen y piensan de sí mismos, explicó.
“Todo esto es un riesgo, porque a partir de
lo que tú presentas ante la mirada de los otros, estás sujeto a interpretación
y a que te exijan que seas lo que representas y no otro, sin la posibilidad de
cambiar el trayecto”, añadió.
Sin embargo, en el montaje de A puerta cerrada, estos conceptos son mucho más
legibles y accesibles para el espectador, sobre todo cuando se enfrenta a esos
tres personajes que han llegado al infierno de forma permanente, quienes pueden
ser fácilmente ubicados por el público, dado que el planteamiento es una
metáfora de la vida cotidiana.
“La gente se va a identificar cuando vea la
obra, pero también se va a divertir y a reflexionar”, aseguró la actriz.
Sobre su personaje, que responde al nombre de
Inés, dijo, éste “es sumamente racional, muy consciente de lo que fue en vida y
no le sorprende estar en el infierno, porque fue una mujer cruel y sus actos la
llevaron a tener esa consecuencia tras su muerte.
Digamos que es una broma de Sartre, porque no
existe el cielo ni el infierno para él, así que el infierno son los otros”,
reconoció.
GUSANOS
SIN ROPA
Puesta en escena por primera vez
en el Vieux-Colombier, en mayo de 1944, A puerta cerrada se presentó
justo antes de la liberación de París durante la Segunda Guerra Mundial.
El montaje se conforma de un acto y la trama
se desarrolla en el corazón del infierno, al interior de una habitación cuya
puerta siempre está cerrada; y es ahí donde se desmenuza la personalidad de los
tres protagonistas, quienes habrán de convivir eternamente.
Sin embargo, una vez “desnudos como gusanos”,
según palabras de uno de los protagonistas, fallan en su intento por vivir
armónicamente, debido a que cada uno es espejo del otro, comprobando así la
teoría sartreana de que... el infierno son los demás.
Para Blanca Guerra, esa habitación en donde
transcurren los hechos, produce en todos los personajes una suerte de
codependencia.
“Digamos que ellos han llegado para la
eternidad, así que esas relaciones ya no pueden dejar de ser, y ese conocimiento
al que llegan se vuelve algo necesario para su existencia”, comentó.
Sin embargo, la obra registra distintas
lecturas. Por ejemplo, plantea un triángulo amoroso en el que Inés tiene como
objeto de deseo a Estelle, una mujer que engañó a su esposo y mató a su hija.
Por su parte, Estelle observa en el personaje
masculino, Garcin, lo que necesita, mientras este último, observa en ambas
mujeres de diferentes edades, lo que requiere para existir y así convencerse de
que no es un cobarde.
De acuerdo con la narrativa, Garcin dirigió
un periódico pacifista y es un hombre que se muestra atormentado por su pasado
por ser considerado un cobarde.
Inés, por su condición homosexual, es el
personaje más consciente de la situación que enfrentan en el infierno, aunque
en su vida terrenal fue condenada, debido a sus preferencias sexuales.
Y Estelle, quien asegura que su
estancia en el infierno es un error, mientras son acompañados por un mayordomo.
OTROS
ESPEJOS
En el tema de la escenografía, Singer apostó
por un cuarto sin espejos ni ventanas y sin tiempo, que le permite a los
personajes permanecer despiertos, y en donde son recibidos por el
mayordomo (Paulina Soto), quien observa a torturados y torturadores de sí
mismos.
“Desde mi punto de vista, la obra es una
cadena de tres eslabones insatisfechos y, al mismo tiempo, una reflexión
llena humor... Conocí el texto muchos años atrás y retomarlo me llena de
satisfacción, porque me encanta tratar de entenderlo, aunque quisiera
dedicarme a explorar la filosofía con mayor detenimiento y atención. Por eso
agradezco estar en este proyecto”, dijo.
“Es una obra que me cuestiona y que lo que
persigue es que la gente reflexione sobre la responsabilidad que cada uno
tenemos como individuos”, concluyó.