El funeral se llevó a cabo en el Panteón Francés de San Joaquín, en la Ciudad de México
MÉXICO.
Te regalo esta flor, guárdala en tu corazón, porque yo te amo, porque yo te amo, con todo mi corazón”. Escuchar las frases de esta canción especial, entonadas, primero en español y después en náhuatl, por la voz triste y entrecortada de una amiga de la familia, fue uno de los momentos más emotivos del entierro del filósofo e historiador mexicano Miguel León-Portilla (1926-2019), efectuado ayer en el Panteón Francés de San Joaquín.
Ubicada al lado de la lingüista Ascensión Hernández Triviño, viuda del mayor experto en el pensamiento y la literatura náhuatl, quien murió la noche del martes pasado a los 93 años, esta amiga rezó, seguida por la concurrencia, el Padre Nuestro y gritó “¡Descanse en paz Miguel León-Portilla! ¡Viva el doctor Miguel León-Portilla!”, mientras cuatro trabajadores descendían el féretro en la capilla localizada en la Calle Principal, Avenida 2, del recinto.
Cálido, sencillo, íntimo y tranquilo, el entierro del autor de la Visión de los vencidos (1959) comenzó a las 12:15 horas en un día despejado y fresco. Unas 50 personas acompañaron a la carroza de Funerales Galia que, sin prisa, se acercó lentamente a la capilla que se ha convertido en la última morada del célebre nahuatlato, en un recorrido que duró 13 minutos.
Detrás del vehículo, con los brazos entrelazados, caminaron unas 12 personas formando una especie de valla amorosa, entre las que destacaron, además de la viuda de don Miguel, su hija María Luisa León-Portilla, su esposo Gerardo Hierro y los hijos de ambos Miguel Diego y Fabio Hierro, nietos del investigador emérito de la UNAM. Seguidos por más familiares, amigos y colegas cercanos del autor de media centena de libros y 500 artículos académicos.
El cortejo fúnebre llegó a la capilla a las 12:28 horas. Se trata de una construcción pequeña y sencilla, de concreto gris, sin pintura y una puerta negra delgada con cristales. Sólo destaca una cruz en la parte superior.
Adentro estaba ya una corona de flores blancas enviadas por la Coordinación Nacional de Memoria y Cultura de México, que preside la historiadora Beatriz Gutiérrez Mueller, esposa del presidente Andrés Manuel López Obrador; y posteriormente se colocó una segunda corona, ésta de flores de colores hechas con hojas de maíz por un artesano de Tlaxcala.
Los familiares más cercanos se colocaron en primera fila para observar la maniobra del descenso del ataúd. Antes, Ascensión Hernández le dio una palmada cariñosa a la caja en señal de despedida. Tras la canción, la oración y las vivas, sobrevino un aplauso prolongado. A la una de la tarde ya estaba cerrada la puerta de la capilla.
Los amigos pidieron a la viuda de don Miguel que se fuera a descansar. “Sí. Ya no tengo nada qué hacer en todo el día. Hay que descansar. Se han dicho muchas cosas hermosas sobre él”, contestó la académica que custodiará el acervo del autor de Erótica náhuatl (2018), uno de los últimos libros que publicó. Al final, la familia León-Portilla se quedó frente a la capilla a convivir, a charlar con tranquilidad, a recibir pésames y abrazos. Se mostraron muy unidos.
La ceremonia luctuosa fue encabezada por Ascensión Hernández, viuda del mayor experto en el pensamiento y la literatura náhuatl.
María Luisa León-Portilla detalló que su padre recibirá varios homenajes y reconocimientos: hoy, el Centro Getty de Los Ángeles lo distinguirá con el Premio Tlamatini. “Pensaba recogerlo yo, pero la situación cambió y ya no pudimos ir. Se lo entregarán a la cónsul adjunta, Fabiola García Rubio”.
Agregó que le harán un homenaje en Nueva York en noviembre. “Son cosas que ya estaban organizadas desde hace tiempo”. Y también se alegró de que la UNAM lo reconozca el próximo martes, a mediodía, en la Sala Nezahualcóyotl.
Comentó que don Miguel terminó, afortunadamente, sus memorias en diciembre pasado, antes de ser hospitalizado. “Juan Carlos, su ayudante de investigación, y yo acabamos de corregirlas hace dos semanas. La idea es publicarlas el próximo año, aún no hay editor. Es un tomo grande, unas 300 páginas mecanuscritas, se titularán Mis memorias”.
La hija del erudito añadió que éste dejó varios libros
inéditos: un estudio introductorio sobre el Popol Vuh, una antología del Teatro náhuatl —que editará El Colegio Nacional y se presentará en la FIL Guadalajara—, otra antología sobre la literatura mesoamericana y un estudio de traducción de los Anales de Cuautitlán, con una introducción de don Miguel.
Sobre el acervo aún no estamos muy decididos en catalogarlo. No se sabe qué hay. Pero sí queremos que se quede en México”, adelantó.
Por su parte, el investigador Ambrosio Velasco, de Filosóficas de la UNAM, indicó que él publicará dos títulos. “Tuve oportunidad de leer en el pasado Congreso Iberoamericano de Filosofía un trabajo de don Miguel sobre los pueblos indígenas y la filosofía, que él me proporcionó, y lo vamos a publicar. Y tengo pensada una obra, donde una parte central es la filosofía de León-Portilla; espero sacarla este año”.
Velasco piensa que el aporte de don Miguel es enorme en la filosofía, las humanidades, la historia y la antropología. “Es uno de los grandes humanistas de México. Sobre todo, tuvo esa sensibilidad, inteligencia y humildad intelectual para reconocer la enorme deuda que tenemos con los pueblos indígenas de ayer y de hoy.
Él se doctoró en Filosofía y la arrogancia y el desprecio de la comunidad filosófica nunca reconoció suficientemente al doctor León-Portilla durante muchos años, pues no se admite que haya una filosofía indígena. Esa es una de sus grandes obras. Debemos seguir cultivando esa herencia y ese mandato que nos deja de revalorar la relevancia, profundidad y actualidad del pensamiento indígena”, concluyó.