• ¿Nadie por encima de la ley? ¿Salvo algunas excepciones ordenadas por AMLO? • Decir que en Culiacán se buscó evitar más pérdidas humanas, es absurdo pues esto se habría evitado sin llevar a cabo el fallido operativo que salió tan mal que hizo doblegar al gobierno federal • La retórica sumada a un rostro compungido y desencajado del presidente tratando de reflejar preocupación, no será suficiente para contrarrestar la creciente desconfianza hacia lo que puede hacer la autoridad federal en torno a la lucha contra el crimen organizado
Jesús Ojeda Castro
Definitivamente el fallido
intento por detener al hijo del narcotraficante más famosos del mundo en la
ciudad de Culiacán marca un antes y un después en el accidentado gobierno
federal que encabeza Andrés Manuel López Obrador a quien se le hará cada día
más difícil sostener una de sus expresiones favoritas y más reiteradas desde
que inició su mandato: “Nadie por encima de la ley”.
Desgraciadamente lo registrado
en la capital de Sinaloa el pasado jueves por la tarde, no solo pone en
entredicho la torpeza de un operativo fallido, sino la debilidad de un gobierno
federal que difícilmente podrá lanzar culpas al pasado ahora que es atacado
delincuencialmente desde varios frentes estatales.
El Presidente López Obrador
dijo que la detención y luego la inmediata liberación de Ovidio Guzmán López
hijo del Chapo Guzmán, se realizó para no poner en riesgo a vida de civiles.
¿Acaso no sería más práctico,
justamente para no poner en riesgo vidas de ciudadanos inocentes, no haber
realizado el operativo?
Cómo explicar que una acción
orquestada por lo menos por una parte de las fuerzas armadas evidentemente por
instrucciones del Comandante Supremo, o sea del jefe del ejecutivo, López
Obrador, no contempló los posibles daños colaterales que traería una actividad
de esta naturaleza.
Encima de ello puede ser
también un error sostener en el cargo Alfonso Durazo como titular de la
Secretaría de Seguridad Pública federal.
No funcionó, la frívola
estrategia del “fuchi guácala” ni la de pedirle a las mamacitas de los sicarios
que los conminaran a que no usaran sus armas.
Por supuesto que el
responsable de este penoso asunto es el Presidente Andrés Manuel López Obrador.
La decisión debió salir del
despacho presidencial.
Grave sería que con todo y la
problemática que se registra en este rubro en entidades como Sonora,
Guanajuato, Michoacán, Jalisco, Veracruz y Guerrero, también se decidan este
tipo de acciones como la de Culiacán sin tomar el parecer del mandatario de
nuestro país.
Ningún argumento ha sido
suficientemente claro, y salir a decir ahora que se buscó evitar más pérdidas
humanas, pues esto se habría evitado desde antes, es decir sin llevar a cabo
este operativo que salió tan mal que hizo doblegar las manos del gobierno
federal ante el crimen que demostró su evidente fuerza letal y que por
desgracia impacta directamente en el ánimo de los integrantes de las fuerzas
armadas.
¿Cómo entonces confiar en el
Comandante Supremo desde adentro de las mismas fuerzas armadas si existe el
evidente riesgo de que el alto mando va a recular?
Es evidente que en otras
acciones de administraciones pasadas se hicieron detenciones importantes entre
la que se encuentra precisamente la del Chapo Guzmán sin que se registraran
reacciones como la vivida en Sinaloa que además de reflejar el poderío
armamentístico de estos grupos criminales también quedó claro que son capaces
de enfrentar al presente gobierno federal y que no se aplacan con simples
expresiones contra gobiernos del pasado.
Así que la retórica sumada a
un rostro compungido y desencajado del presidente tratando de reflejar
preocupación, no será suficiente para contrarrestar la creciente desconfianza
hacia lo que puede hacer la autoridad federal en torno a la lucha contra el
crimen organizado.
¿Acaso no se pretende fincar
responsabilidad a ningún integrante de la 4T?
¿Cómo salir a las conferencias
mañaneras a decir que nadie está por encima de la ley?
Bien valdría recodarle a López
Obrador la frase adjudicada a Benito Juárez la cual señala que “para los amigos
justicia y gracia, para los enemigos la ley a secas”, sólo que será necesario
entonces definir quiénes son los verdaderos amigos o enemigos del presidente
López Obrador que trae cada día más perdida la brújula de la congruencia entre
el decir y el hacer.
¿Entonces nadie por encima de
la ley... o salvo sus honrosas excepciones?
¿No le parece así amable
lector?