Millones de personas alrededor del mundo se manifiestan en las calles por diferentes razones, aunque con un denominador común: el descontento social
MADRID/BOGOTÁ/HONGKONG.
De Hong Kong a Chile, pasando por España, las protestas sociales sacuden el mundo, con millones de personas en las calles por diferentes razones, aunque con un denominador común: el descontento social.
La falta de derechos democráticos, la subida de los precios de productos y servicios básicos, las altas tasas de desempleo o las discrepancias políticas son las principales y diversas motivaciones que han movilizado a las sociedades de varias partes del mundo, en su mayoría sin tener en cuenta el sexo, edad o ideología política.
Estas reivindicaciones cuentan con un amplio respaldo popular en las calles, con multitudinarias marchas pacíficas, pero también con disturbios violentos, toques de queda, declaratoria de estado de emergencia y militarización, que han causado muertos y numerosos heridos, en un momento de gran conciencia social que choca con la escasa sensibilidad de los gobernantes.
La convocatoria de las protestas a través de redes sociales e internet ha resultado fundamental para lograr un éxito de participación que ha servido para mostrar el descontento global de la sociedad, en la que también ha calado con éxito, en los últimos meses, la lucha contra el cambio climático de los jóvenes en todo el mundo.
Superada su mecha inicial -una polémica propuesta de ley de extradición ya retirada por el Gobierno-, la protesta ha pasado a convertirse en un movimiento que busca una mejora de los mecanismos democráticos que rigen Hong Kong y una oposición al autoritarismo de Pekín, con decenas de miles de jóvenes en las calles dispuestos a aguantar el tiempo que haga falta.
Las manifestaciones, que comenzaron siendo pacíficas, han degenerado en enfrentamientos violentos con las fuerzas de seguridad y escenas de caos, con bloqueos de carreteras, lanzamiento de cócteles molotov, cargas policiales o el uso de gases lacrimógenos, mientras las autoridades chinas observan a la excolonia británica.
En Chile se ha producido la última revuelta, un país considerado el alumno aventajado de las políticas neoliberales “con éxito” en Latinoamérica.
Estabilidad, crecimiento y disciplina fiscal eran tarjetas de visita de un país ejemplar en el entorno convulso del Cono Sur, pero estas cuentas esconden una sociedad muy desigual, con una clase media en el filo y un sistema educativo que no permite el “ascensor social”.
El alza de la tarifa del metro ha sido la gota que ha colmado el vaso. Según la Universidad Diego Portales, Chile cuenta con el noveno transporte público más caro de un total de 56 países de todo el mundo y algunas familias tienen que pagar el 30% de su sueldo mensual para ir al trabajo, por lo que la subida del tiquete era una mecha ardiente.
Pese a todo -el ejército en las calles, la suspensión del incremento del pasaje, las llamadas al diálogo-, el toque de queda se mantiene en Chile.
Estamos en guerra”, declaró el presidente Sebastián Piñera en medio de una crisis que hasta ahora ha dejado al menos 11 muertos y unos mil 500 detenidos.
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MADRID/BOGOTÁ/HONGKONG.
De Hong Kong a Chile, pasando por España, las protestas sociales sacuden el mundo, con millones de personas en las calles por diferentes razones, aunque con un denominador común: el descontento social.
La falta de derechos democráticos, la subida de los precios de productos y servicios básicos, las altas tasas de desempleo o las discrepancias políticas son las principales y diversas motivaciones que han movilizado a las sociedades de varias partes del mundo, en su mayoría sin tener en cuenta el sexo, edad o ideología política.
Estas reivindicaciones cuentan con un amplio respaldo popular en las calles, con multitudinarias marchas pacíficas, pero también con disturbios violentos, toques de queda, declaratoria de estado de emergencia y militarización, que han causado muertos y numerosos heridos, en un momento de gran conciencia social que choca con la escasa sensibilidad de los gobernantes.
La convocatoria de las protestas a través de redes sociales e internet ha resultado fundamental para lograr un éxito de participación que ha servido para mostrar el descontento global de la sociedad, en la que también ha calado con éxito, en los últimos meses, la lucha contra el cambio climático de los jóvenes en todo el mundo.
Los hongkoneses continúan en las calles cuatro meses después de lo que supuso el pistoletazo de salida de este momento de particular desarraigo social en el mundo.
Superada su mecha inicial -una polémica propuesta de ley de extradición ya retirada por el Gobierno-, la protesta ha pasado a convertirse en un movimiento que busca una mejora de los mecanismos democráticos que rigen Hong Kong y una oposición al autoritarismo de Pekín, con decenas de miles de jóvenes en las calles dispuestos a aguantar el tiempo que haga falta.
Las manifestaciones, que comenzaron siendo pacíficas, han degenerado en enfrentamientos violentos con las fuerzas de seguridad y escenas de caos, con bloqueos de carreteras, lanzamiento de cócteles molotov, cargas policiales o el uso de gases lacrimógenos, mientras las autoridades chinas observan a la excolonia británica.
En Chile se ha producido la última revuelta, un país considerado el alumno aventajado de las políticas neoliberales “con éxito” en Latinoamérica.
Estabilidad, crecimiento y disciplina fiscal eran tarjetas de visita de un país ejemplar en el entorno convulso del Cono Sur, pero estas cuentas esconden una sociedad muy desigual, con una clase media en el filo y un sistema educativo que no permite el “ascensor social”.
El alza de la tarifa del metro ha sido la gota que ha colmado el vaso. Según la Universidad Diego Portales, Chile cuenta con el noveno transporte público más caro de un total de 56 países de todo el mundo y algunas familias tienen que pagar el 30% de su sueldo mensual para ir al trabajo, por lo que la subida del tiquete era una mecha ardiente.
Pese a todo -el ejército en las calles, la suspensión del incremento del pasaje, las llamadas al diálogo-, el toque de queda se mantiene en Chile.
Estamos en guerra”, declaró el presidente Sebastián Piñera en medio de una crisis que hasta ahora ha dejado al menos 11 muertos y unos mil 500 detenidos.
Las condenas de hasta 13 años de cárcel a nueve líderes independentistas de Cataluña desencadenaron las protestas y un caos en las calles de Barcelona y otras ciudades con escasos precedentes en España, donde las reivindicaciones pacíficas de decenas de miles de catalanes acabaron en manos de unos cientos de violentos.
Más de 600 heridos, la mitad de ellos policías, y unos 200 detenidos es el saldo de una semana en la que las imágenes del centro barcelonés con contenedores ardiendo, lanzamientos de piedras a las fuerzas de seguridad y fuertes cargas policiales contrastan con las largas marchas pacíficas y una huelga general sin incidentes.
Tras varias noches con barricadas y hogueras, la tensión en las calles ha saltado a los políticos, a punto de entrar en campaña electoral para las cuartas elecciones en España en cuatro años, el próximo 10 de noviembre. La falta de entendimiento entre el Gobierno central en funciones y el catalán parece el primer obstáculo a superar para lograr un diálogo que abra la puerta a una solución.
Ecuador fue la chispa que despertó este octubre las protestas en América Latina, cuando el Gobierno de Lenín Moreno aprobó la eliminación de los subsidios al combustible, que estaban vigentes desde hacía décadas, en respuesta a un acuerdo con el FMI.
Tras doce días de batalla campal en las calles de Quito, con un balance de siete muertos y más de 1.340 heridos, la revuelta popular se frenó al derogarse esa polémica medida, que afectaba a cientos de miles de familias campesinas e indígenas.
Ecuador demostró que el descontento de la calle puede frenar el diseño económico de los despachos oficiales, y también lo que los callados indígenas son capaces de lograr cuando se organizan.